Hace ya un par de meses que dejé de seguir a Carolina Sanín. Lo hice porque ninguna de las luchas que enarbola —si es que se le puede llamar lucha a chillar desaforadamente en 280 caracteres— me interesan, me parecen sinceras o son relevantes en este mundo vuelto mierda. Lo hice porque los temas que aborda en sus columnas de opinión no me interesan ni me agrada esa manera en que fuerza los argumentos, hasta rozar la falacia. Lo hice porque creo que jamás compraría un libro suyo, así que su literatura tampoco me interesa. Pero sobre todo dejé de seguir y leer a Carolina Sanín porque, aunque es profesora, ella no enseña.
De un momento a otro, entraba a Twitter y veía a doña Carolina imponiendo el conocimiento, y yo que soy maestro se que la peor forma de enseñar es imponiendo. Por eso, odio cuando escucho a un profesor decir que va a dictar clases. Dictar y dictadura son palabras cercanas, con significados ligados. Una viene de la otra. Yo no dicto clases, yo hago la clase con mis estudiantes. Es decir, hago lo que pasa entre cuatro paredes intente tener sentido para quienes allí estamos. El conocimiento no se impone, el conocimiento se construye.
Pero Carolina no hace eso. Va diciendo que esto es así y punto y no puede ser de otra forma. Y aquel que diga que sí, pero no es jalado de los cabellos, ofendido y acribillado intelectualmente. Porque si algo tiene Carolina Sanín es que ella de todo sabe y lo sabe muy bien. Solo a ella se le ha revelado la Verdad, y nosotros no tenemos más que hacer que sentarnos a escuchar su prédica. Por eso habla del reguetón sin saber de rap, habla de Juan Gabriel y fuerza la argumentación. Habla, habla y habla mucha "mondá". Mejor dicho, ella no habla, ella dispara a diestra y siniestra.
Recientemente la vi en la Feria de la Lectura de Montería, y no había hablado cinco minutos cuando decidí salir de la sala. Yo creo que hay que ser un idiota para sentirse bien escuchando los berrinches e insultos, disfrazados de conversación, de doña Carolina.
Una usuaria de Facebook, sin etiquetarla, dice que le cogió fastidio a leer los tuits de Carolina Sanín. Ella, seguramente porque uno de sus muchos sapos la etiquetó en el tuit, le responde a la usuaria no diciendo algo sobre el tuit, sino atancándola porque escribió le cuando era les. Para Carolina el objeto indirecto era «los tuits» y no «a leer».
Por mi profe de Gramática, Alder Luis Pérez Córdoba sé que los objetos indirectos están precedidos por la preposición a. Eso lo ignoró doña Carolina. Y entonces, alguien invitó a #RAEConsultas y esta apareció para decirle a doña Carolina Sanín que es ella la que le hace los mandaos a la RAE.
Como dije arriba, el problema con Carolina es que ella impone el conocimiento. Y cuando eso pasa, se puede caer en el ridículo. Yo me sé mil reglas de escritura, pero sé que la lengua es tan maravillosa que uno nunca termina de controlarla completamente.
