Adela es una Cortina que no tapa, ni esconde ni oscurece. Desde hace más de 30 años sus libros, conferencias, clases y columnas de opinión han puesto la ética en el centro de la discusión política, empresarial, académica y social. Española, de apariencia frágil y voz suave, ordenada y estructurada como sus maestros Habermas y Apel, pero con una esporádica chispa latina, que sirve para aterrizar conceptos filosóficos complejos con palabras sencillas y terrestres ante cualquier público, Adela construye y comparte un equipaje de reflexiones y discursos fundamentales sobre los problemas centrales de nuestra época.
La semana pasada tuve el gusto de conocer a la maestra. La Universidad Eafit lanzó el Centro de Integridad, una iniciativa para, en palabras del Rector Juan Luis Mejía, “realizar el deber de las instituciones de educación superior de transformar el ser humano y elevar sus niveles morales”. Lo que originalmente, hace seis años, fue una campaña de comunicación que buscaba invitar a los estudiantes a reflexionar sobre el problema, complejo y creciente, del fraude académico se transformó en un proyecto institucional, que consolida la reflexión dentro del aula de clase y en el espacio universitario, para que los docentes y estudiantes discutan acerca de las posturas éticas que motivan cada una de sus decisiones; sobre las consecuencias y repercusiones de las mismas y el papel de la universidad y sus actores en la construcción de la sociedad. Cerca de 800 personas asistieron a la conferencia de apertura del Centro demostrando que, en este ambiente incierto y oscuro y a pesar de las distracciones y la velocidad de la virtualidad y conectividad, la reflexión ética, pausada y profunda, interesa y moviliza.
“El problema en estos momentos no son los inmigrantes,
son los inmigrantes pobres.
Hoy se hace visible y se revitaliza la aporofobia o la fobia a los pobres”
“El problema en estos momentos no son los inmigrantes, son los inmigrantes pobres. Hoy se hace visible y se revitaliza la aporofobia o la fobia a los pobres.” Orgullosa porque el término de su cosecha personal aparece ya en Wikipedia (aunque la Real Academia aun no lo adopta), pero perturbada con el ascenso de las fuerzas políticas de extrema derecha, la filósofa reflexionó sobre los retos y fracturas que se asocian hoy al concepto de dignidad humana, producto de las fuerzas del mercado, la virtualidad e inmediatez y los extremismos religiosos y políticos. La educación, dice Doña Adela, tiene la responsabilidad de formar ciudadanos críticos, capaces de construir puentes y propiciar el trabajo conjunto a partir de lo que nos une. El concepto de excelencia se fundamenta, no en una competencia despiadada contra los otros para lograr estándares de calidad y cumplir indicadores, sino en un reto personal de auto-mejora que se mide por la capacidad de co-existir, co-crear y compartir. Volviendo una y otra vez a Kant señala que en las actuaciones individuales y en las acciones institucionales siempre se debe proceder bajo el imperativo categórico, esto es, actuar como si consideráramos que nuestra acción fuese la regla universal. En palabras más básicas: “¿Cómo sería el mundo si todos actuáramos así?” Al lado del imperativo categórico, y cumpliéndolo de manera inspirada, su presentación retoma otra máxima kantiana que siempre impacta por su sencillez y claridad: el ser humano como fin en sí mismo y nunca como medio. Poesía, norma, reto...
En estos momentos de crisis cuando desde diversos campos se busca diluir la verdad, ignorar las responsabilidades e instrumentalizar a individuos o grupos en nombre las ganancias, el progreso o los profetas, el reto es hacer consciente, de manera sistemática y generalizada, la reflexión sobre la ética.
En una conversación con el rector Mejía, este explicó que en la universidad se vienen desarrollando experimentos de integridad. Es el caso, por ejemplo, de un profesor que enseña una materia a dos grupos distintos. En el primero, el grupo de control, dedica varias sesiones al tema de la ética, a resolver problemas y a discutir las consecuencias de diferentes decisiones. En el otro, no se reflexiona ni se hace ejercicio alguno al respecto, sino que se dicta la clase tradicional sobre la temática objeto de estudio. En uno de los exámenes el profesor, de manera consciente, les asigna a los estudiantes puntos inmerecidos e injustificadamente mejora su nota. En el grupo de control, donde se desarrolló una reflexión ética, 10 de los 40 estudiantes buscaron al profesor para hacerle caer en cuenta del error a su favor. En el otro solo 3.
En un bello artículo, la conferencista que abre el Centro de Integridad dice: “ ¿Qué cabe augurar para el presente y el futuro próximo? ¿Es posible en tiempos contradictorios dar razones éticas para la esperanza en un futuro mejor? Por supuesto que las hay, pero en la respuesta radican el riesgo y la grandeza de la libertad: depende de lo que cultivemos.” Hay que sembrar distinto.