Hay que salvar el estado de ánimo del país
Opinión

Hay que salvar el estado de ánimo del país

Dos personas curtidas en la vida y con las mayores responsabilidades estuvieron al límite de su capacidad emocional, el aguante no es infinito, y todos vamos a necesitar un plan de salud mental

Por:
julio 19, 2020
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Me tomó por sorpresa: el miércoles, apenas dos días después de que empezara la cuarentena por sectores, Claudia López hizo un video señalando que era mejor la cuarentena general. La sorpresa tenía un componente racional y un componente emocional. Racionalmente no entendí por qué la alcaldesa se pegaba un tiro en el pie de esa manera, su nueva estrategia -acordada con el gobierno nacional- está bien diseñada, justificada y apenas iba a dar resultados en dos o tres semanas. Al anunciar que, en realidad, había otra opción mejor, le mandaba una señal confusa a millones de personas que están atentos a lo que dice cada noche, transmitía innecesariamente desconfianza y dejaba en el limbo las expectativas de los ciudadanos que apenas empezaban a planear cómo avanzar en estas seis semanas siguientes. Quién va a planear algo si las personas que lideran anuncian que su propio plan no es el mejor.

Sugerir que la incertidumbre es nociva para la planeación no es señal de estar en contra de la vida ni de ser un neoliberal ni un capitalista despiadado. Jenny, vende tintos en la carrera séptima en la localidad de Chapinero, Bogotá. Es una trabajadora informal, de lo que ella gana viven su mamá y su hijo. El café que usa para hacer los tintos, lo suele comprar con una semana de anticipación, aprovecha para comprar varios paquetes con los que consigue una rebaja. Organiza el transporte con los vecinos y tiene que ver con quién deja a su hijo, su mamá no lo puede cuidar en este momento. Si no puede vender los tintos en Chapinero, tiene que pensar a dónde va a ir, cuánto café va a vender y cuál es el costo y el beneficio de salir a trabajar versus quedarse en su casa. Puede dejar de trabajar dos semanas, llevando al límite su ahorro y confiando en que el estado – representado por el gobierno distrital y el gobierno nacional- cumplirá con lo que ha prometido. No es fácil que lo haga. Si, en cambio, ya no se vienen dos semanas sino cuatro semanas de cuarentena estricta en su lugar de trabajo, Jenny entra en un nivel de riesgo totalmente distinto. Jenny tiene que planear todas las semanas su forma de subsistir.

Caso similar al de Jaime, que tiene una microempresa de pequeñas remodelaciones. Trabaja con un vecino y con su hijo. La mayoría de su trabajo es en la zona norte de Bogotá. Ya no tiene ahorros después de este año de pandemia. El gobierno nacional, hace apenas dos semanas, entregó unos ventiladores a Bogotá. Lo hizo después de unos reclamos firmes y decididos de Claudia López. Aunque hay a quienes no les gusta el tono de Claudia López -a algunos porque es una mujer lesbiana que no le debe nada a nadie- su energía moviliza, sin duda. Ese día, la alcaldesa agradeció la entrega y anunció que no habría cuarentena general en julio. Jaime entonces empezó a planear una reactivación más organizada, con un período de planeación de un mes para su negocio. Inmensa sorpresa se llevó cuando un jueves la alcaldía y el gobierno nacional anunciaron que el siguiente lunes entraban en cuarentena estricta los lugares en dónde había pensado ejecutar la mayoría de sus trabajos. Legalmente no era una cuarentena general pero, en términos prácticos, para su trabajo sí lo era. Jodido, además, porque Jaime está en esa clase media frágil que no clasifica para un conjunto amplio de ayudas, pero no tiene la solidez suficiente para aguantar más y más cuarentenas. Tiene 4 hijos y 2 nietos que dependen de la empresa de él y de su hijo.

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La sorpresa emocional por el anuncio de la alcaldesa Claudia vino porque nunca la había visto tan afectada en una intervención pública

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La sorpresa emocional por el anuncio de la alcaldesa Claudia vino porque nunca la había visto tan afectada en una intervención pública. Claudia asume un riesgo en el estilo de su liderazgo público: es auténtica. Evidentemente tuvo un día terrible, fue a un hospital en el límite de su capacidad de atención y tuvo una reunión, seguramente muy intensa, con médicos que le piden medidas más estrictas. Es natural, los médicos tienen que empujar, hasta donde puedan, porque se haga lo mejor posible desde su punto de vista. Una alcaldesa tiene que balancear a muchos actores que empujan para distintos lados. Claudia López ha tenido muchos días difíciles, desde que nació, y es una de las personas más fuertes que hay en este país. No tengan duda de eso, la conozco. Sospecho que la diferencia de este día es que en la ciudad que dirige se murieron casi doscientas personas. Una cosa fueron los días difíciles cuando Claudia se enfrentaba, casi que mano a mano, con un mafioso de Cambio Radical que manejaba La Guajira, o en un debate agrio en el Congreso, o con una tesis doctoral que parece nunca acabar, todos esos días difíciles pero muy íntimos, con consecuencias que afectaban principalmente a ella misma y su círculo más cercano; otra cosa fue este día de la semana pasada, cuando se acuesta esa noche y sabe que en las próximas horas, millones de vidas se verán afectadas por cualquier decisión que tome y, ojalá no lo olvide, por cualquier vídeo que haga.

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Fernando Ruiz tuiteó: “A veces llego a casa, me siento y me sale un profundo Ufff! Después de tantos años comprendo el completo sentido de esa expresión”

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 Aunque sorprendido, y algo molesto, por lo que me pareció un error estratégico en contra de su propia decisión, entendí el vídeo de Claudia. A lo mejor alguien lo duda por el cuero duro que tiene, pero Claudia López es una mujer a la que le duele la injusticia y siente profunda empatía por los demás, especialmente por los más humildes. El día duro no fue solo de Claudia López. Esa misma noche, el Ministro de Salud, Fernando Ruiz tuiteó: “A veces llego a casa, me siento y me sale un profundo Ufff! Después de tantos años comprendo el completo sentido de esa expresión.” El ministro llegó a su cargo en el momento más difícil de la historia de la salud pública de este país y con una etiqueta pesada: cuota de Cambio Radical, el partido eje de la mayor corrupción y clientelismo de las últimas décadas en Colombia. Fue el salvavidas que la politiquería le tiró al naufragante gobierno Duque. Y, sin embargo, da la impresión que el ministro ha transitado con serenidad y rigor la tormenta actual. Deja ver en sus trinos algo de lo de Claudia, autenticidad -al menos por fuera de la alocución diaria de una hora libreteada de Duque-.

Al otro día, Claudia hizo otro vídeo y, ya con otra cara, con la sonrisa de siempre, anunció que estaba de mejor ánimo y concluyó con el titular del plan que ha seguido siempre, contra viento y marea: echar pa´ lante. Se me pasó la poca molestia -racional- que me quedaba por el día de anterior y agradecí que Claudia fuera la alcaldesa de la capital de este país. Quedé pensando, sin embargo, en la salud mental de Colombia. En una semana vimos todos como dos personas con experiencia, curtidas en la vida, y con las mayores responsabilidades públicas estuvieron al límite de su capacidad emocional. No está de moda sentir empatía por los líderes políticos pero es un error: son de carne y hueso y, entonces, suponer que tienen capacidades de aguante infinitas es una estupidez que termina afectándolo a uno mismo. Entender la sociedad y sus actores es un camino para actuar más libremente, por más piedra que uno pueda sentir. Yo vi esa misma semana, como los planes de supervivencia de Jenny y Jaime se vieron totalmente trastocados. Miles de personas han vivido la muerte de algún amigo cercano por un virus nuevo. Hay mucha presión y mucho dolor, en todos los niveles. Sin embargo, nadie parece mencionar el plan más importante que vamos a necesitar durante años: un plan para cuidar nuestra salud mental, individual y colectiva. Ese deberá ser el foco en el mediano plazo para asegurar que las vidas salvadas puedan ser bien vividas.

@afajardoa

 

 

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