Hay que hacer algo para detener el genocidio
Opinión

Hay que hacer algo para detener el genocidio

Convertido en una llamarada, tuvo tiempo para permanecer de pie casi un minuto, mientras gritaba varias veces con energía en su idioma: ¡Palestina Libre!

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febrero 28, 2024
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"Soy miembro activo de la Fuerza Aérea de los EEUU, ya no seré más cómplice del genocidio. Esto es un acto de protesta extremo, pero en comparación con lo que experimenta la gente en Palestina a manos de sus colonizadores, no es nada extremo". Así se expresó el soldado de las Fuerza Aérea de Estados Unidos Aaron Bushnell, mientras caminaba con paso decidido hasta ubicarse frente a la embajada de Israel en Washington, donde se roció con gasolina y se prendió fuego.

Una vez convertido en una llamarada humana, tuvo tiempo para permanecer de pie casi un minuto, mientras gritaba varias veces con energía en su idioma: ¡Palestina Libre! El hecho ocurrió el pasado domingo, a eso de la una de la tarde. Los grandes medios de todo el mundo registraron el hecho, recordando a los monjes budistas que se incineraban a sí mismos en señal de protesta ante las atrocidades que el ejército norteamericano cumplía en Vietnam.

El New York Times también hizo mención a un hecho muy parecido que se presentó en Atlanta, Georgia, en diciembre pasado, donde un hombre se incineró ante el consulado de Israel, en lo que la policía calificó como un acto extremo de protesta política. Lo dicho por Aaron Bushnell mientras caminaba hacia su sacrificio hace pensar que se inspiró en aquél. Aunque fue más incisivo, grabó todo en su teléfono y lo transmitió en vivo por internet.

Las autoridades informaron que murió el día lunes como consecuencia de las heridas. Mientras tanto, el video que él mismo se hizo, cuidando de dejar su teléfono en el sitio preciso para que la cámara grabara, logró estremecer a millones de personas. La prensa norteamericana, sin mucho despliegue, recalcó dos hechos, el clamor por un cese al fuego en Gaza y las decenas de miles de civiles que han perdido su vida a manos del fuego israelí.

De acuerdo con las diversas publicaciones, nada indica que el inmolado Aaron tuviese algún tipo de problema mental. Antes bien, según sus amigos entrevistados, se trataba del niño más amable, gentil y tonto de la Fuerza Aérea, o uno de los camaradas con más principios que hubiese conocido. Siempre está tratando de pensar en cómo podemos lograr la liberación para todos con una sonrisa en su rostro, expresó otro de ellos.


El soldado Bushnell había colgado en su perfil de Facebook el link por el que podría seguirse directamente su inmolación, con una breve nota que describe perfectamente sus convicciones


Así que es claro que la decisión del soldado Bushnell no sólo fue plenamente consciente, sino además meditada cuidadosamente en sus efectos. De hecho, había colgado en su perfil de Facebook el link por el que podría seguirse directamente su inmolación, con una breve nota que describe perfectamente sus convicciones:

"A muchos de nosotros nos gusta preguntarnos: ¿Qué hubiese hecho si hubiera vivido durante la esclavitud? ¿O el sur de Jim Crow? ¿O el apartheid? ¿Qué haría si mi país estuviera cometiendo genocidio? La respuesta es lo estás haciendo. Ahora mismo". Aaron Bushnell dejó para la conciencia norteamericana y mundial una idea clara. Una persona que se respete a sí misma no puede callar ante una atrocidad como la que comete Israel con el apoyo de los Estados Unidos en Gaza.

Parecerá a muchos un estúpido, uno que dio la vida por algo que no podía cambiar. Un quijote embebido por la locura. Alguien de quien no se hablará nunca más en un par de días. En mi opinión, pertenece a esa clase de seres con una estatura colosal. Esos que poseen principios, sentido del decoro, ética, cualidades que desaparecen aceleradamente del código moral que nos impone el entorno. Bushnell nos grita furioso: hay que hacer algo.

Lo cual me recuerda el final de El siglo de las luces, la fabulosa novela de Alejo Carpentier, ese monstruo de las letras latinoamericanas. Es mayo de 1808 y las tropas de Napoleón Bonaparte ocupan Madrid. De repente, espontáneamente, se produce un levantamiento popular contra el ejército francés, sin duda alguna el más poderoso del mundo. La gente, armada de palos y navajas, embravecida, sale a la calle a hacerle frente.

Sofía y Esteban, protagonistas de la obra, observan aquella turba y se sacuden en lo más hondo:

“Fue ése el momento en que Sofía se desprendió de la ventana: «¡Vamos allá!», gritó, arrancando sables y puñales de la panoplia. Esteban trató de detenerla: «No seas idiota: están ametrallando. No vas a hacer nada con esos hierros viejos.» «¡Quédate si quieres! ¡Yo voy!» «¿Y vas a pelear por quién?» «¡Por los que se echaron a la calle! —gritó Sofía—. ¡Hay que hacer algo!» «¿Qué?» «¡Algo!» Y Esteban la vio salir de la casa, impetuosa, enardecida, con un hombro en claro y un acero en alto, jamás vista en tal fuerza y en tal entrega. «Espérame», gritó.

Tal y como cuenta Carpentier, nunca más se volvió a saber de ellos. Igual que Bushnell, no pudieron permanecer ajenos a semejante genocidio.

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