Si a alguien puede aplicarse el refrán según el cual no hay cuña que más apriete que la del mismo palo, es precisamente al presidente Petro. La revista Semana recoge y agiganta los diversos casos bajo un titular grotesco: Estos son los 9 escándalos y pruebas que ponen contra las cuerdas a Gustavo Petro por la financiación “ilegal” de su campaña: el pacto de La Picota, su hermano, su hijo y su exnuera. Como quien dice, de su propia familia brotan las sindicaciones.
Cualquier despistado daría tales versiones por ciertas, pese a que, una vez comienzan a ser examinadas en detalle, se descubre la falsedad de todas, lo cual no impide que cada mañana revienten nuevas revelaciones en torno a la descomposición del presidente y sus manejos sucios. Para infortunio de nuestro país, así se volvió el modo de hacer política aquí, el ataque miserable a falta de ideas, la ridiculización del adversario
Ni siquiera es un fenómeno colombiano. Es continental, incluso mundial. Circula por X un post de @CMonteroOficial donde se reproducen las palabras de Javier Milei, candidato presidencial de derechas con serias opciones de ganar en Argentina. Defensor del neoliberalismo más extremo, afirma que el Estado es el peor enemigo: "el Estado es un pedófilo en el jardín de infantes, con los nenes encadenados y bañados en vaselina".
Tan repugnante equivalencia da idea de su condición. Como cuando no tiene el menor reparo para referirse al papa Francisco: “El papa, sí, lo voy a decir de frente, es el representante del maligno en la tierra, ocupando el trono de la casa de Dios. ¿Vos sabías que el papa impulsa el comunismo, con todos los desastres que causó, y eso va contra las propias sagradas escrituras? Andá”. No extraña que tipos así sean los prototipos ideales para la derecha colombiana.
Según las últimas encuestas, este desquiciado personaje ganaría en la primera vuelta, lo cual mueve a preguntarse qué pasa en un país para que semejante locura lo arrebate. No hay que ir muy lejos. Aquí nos salvamos de Rodolfo Hernández por apenas setecientos mil votos, candidato único de las múltiples derechas colombianas, como casi lo es Milei en Argentina. Definitivamente, la podredumbre es la norma que amenaza diariamente la política.
Donald Trump, cargado de acusaciones por los más diversos y graves delitos ante la justicia norteamericana, declaró públicamente a mediados de junio: “…Y ahora le compramos petróleo a Venezuela. Cuando salí, Venezuela estaba a punto del colapso, la hubiéramos tomado, tendríamos todo ese petróleo justo a nuestro lado, pero ahora le compramos petróleo a Venezuela, estamos enriqueciendo a un dictador. ¿Lo pueden creer? Nadie lo puede creer”.
Confesión cínica de que la soberanía de las naciones y el derecho internacional carecen de valor. Se puede invadir a otro país y apoderarse de sus recursos naturales. Basta con acusar de dictador a su gobernante, la repetida lógica del imperio. Que nunca acusó ni acusa de dictadores a gobiernos de distintos países que, pese a pisotear los derechos humanos de sus pueblos, están incondicionalmente a su servicio.
Donald Trump es el principal opcionado para suceder a Biden en la presidencia de los Estados Unidos. Buena parte de los votantes de su país le darían gustosos el voto, como lo demuestra el abrumador cúmulo de las donaciones que han hecho para su defensa. La explicación reside en los gigantescos poderes económicos que financian los grandes medios de comunicación de masas, así como su extraordinario despliegue en las redes sociales.
Unos y otras están invadidos por las más despreciables prácticas, que apuntan a despertar lo peor de la condición humana en sus seguidores. En el fondo se trata de defender un sistema en abierta decadencia, que se derrumba como casa en ruina, sin que ninguno de los intentos por repararlo funcione. Las prácticas neoliberales que hasta Trump denunció sin remediarlas, condujeron a una situación sin salida de la que las otroras potencias no pueden recuperarse.
Se impone una multipolaridad que romperá las hegemonías vigentes y abrirá las puertas al avance, tortuoso, pero avance al fin, de viejas aspiraciones de los pueblos.
Y mucho menos nuestros obedientes países hechos un desastre en manos de sabemos quiénes. Es un hecho reconocido por todos los analistas, que la hegemonía de quinientos años que tuvo Occidente en el mundo languidece día a día con el avance económico y político de los BRICS. Se impone una multipolaridad que romperá las hegemonías vigentes y abrirá las puertas al avance, tortuoso, pero avance al fin, de viejas aspiraciones de los pueblos.
Se advienen cambios irrefrenables. Que en nuestro caso se prefiguran en el programa político del Pacto Histórico con el que Petro llegó a la presidencia. Seguramente, no se podrán cumplir todos, hay demasiados odios, pero se emprenderá la marcha. A eso se resisten con desbordado furor los corruptos poderes tradicionales. Sin argumentos de peso, se quedan con la infamia, las bajas pasiones, la más apestosa porquería.
Hay que entenderlo y hacerlo entender a la mayoría.
