Colombia es un país tropical por excelencia, vibrante, luminoso y radiante, en el cual suceden hechos para el asombro, exclusivos y originales, desde el realismo mágico hasta el corte de franela. La exuberancia y diversidad de productos y situaciones que vivimos en el trópico, nos hacen sentir parte de una geografía física y humana excepcionales, y de una naturaleza pródiga y generosa con sus habitantes. Pero la realidad social y política muestra otra cosa.
Aquí hay un país gobernado, según algunos, “por la burguesía más inteligente de América” y según otros “por las élites más reaccionarias del mundo”. Lo cierto es que siempre han detentado el poder de una manera cómoda y segura, así hayan tenido que optar por la perpetuidad de una guerra de guerrillas durante 50 años y producir una de las desigualdades más escandalosas del mundo. Aquí un señor puede acumular un millón de hectáreas, sin ningún problema: con un ejército privado de más de trescientos hombres y unos cardenales y presidentes amigos, se blinda. (Deben ser muy pocos los impuestos que pagó Carranza, por ejemplo). Y así.
El problema de las guerrillas ha encontrado en el presidente Santos una voluntad de solución política negociada, lo cual ha merecido el apoyo mayoritario tanto nacional como internacional. Pero hay un sector de extrema derecha que lidera el ex presidente Uribe que está empecinado en bloquear los diálogos de La Habana. Con nostalgia del poder perdido, el uribismo político y militarista insiste en atraer hacia las urnas la sombría e ineficaz dictadura de la guerra.
El de las guerrillas es el primer obstáculo que tiene que superar Colombia para ingresar a la modernidad. Y contra viento y marea, hacia allá camina el país de la mano del presidente Santos. Lo que no se advierte es un compromiso de clase que se expresa en la vergonzosa frivolización de los medios de comunicación, cuya misión parece hacer invisible la oportunidad histórica que está jugando Colombia.
Los medios de comunicación nos tienen convencidos a todos que la desgracia de este país es la guerrilla. Y no hay tal. Esa es apenas una de las tantas ¿causas o consecuencias? de la corrupción, de la impunidad, del narcotráfico, de la clase política, de la alta concentración de la riqueza, de la guerra, de la falta de democracia real, amenazas que hay que corregir para logra una paz duradera.
Los medios de comunicación como voceros de los sectores dominantes de la sociedad colombiana hacen muy poco por la paz de Colombia. Por la reconciliación de los colombianos en una nación con un propósito colectivo, de compartir este pedazo del mundo que nos legó nuestro destino y que tiene todas las potencialidades para ser un país próspero y floreciente para todos y no solo para unos bandidos que se apoderaron de él y quieren sostenerlo a sangre y fuego.
El caso del diario EL TIEMPO es emblemático. Basta comparar la primera página del periódico de hace pocos años con el de ahora. El actual es un periódico de variedades. Es el precio que pagan las naciones cuando se permite a los millonarios, como a los niños, comprar todo lo que se les antoje. Felicitaciones al Dr. Roberto Pombo por dirigir hoy el mejor periódico de variedades de Colombia.