¡Hay que desuribizar a Colombia!

¡Hay que desuribizar a Colombia!

"Si queremos tener la esperanza de avanzar como país y sociedad, debemos desligar el futuro del país del personaje de Álvaro Uribe y de lo que este representa"

Por: Luis Fernando Montoya Guzman
agosto 13, 2020
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¡Hay que desuribizar a Colombia!
Foto: Leonel Cordero - Las2orillas

¡Basta! ¡Suficiente! ¡Hay que “desuribizar” a Colombia ya!

Y “desuribizar” implica cambiar muchas actitudes y costumbres: cómo asumimos las normas, cómo utilizamos el poco o mucho poder que tenemos, cómo logramos lo que nos proponemos, cómo vemos al otro, como discutimos y rivalizamos, cómo afrontamos el futuro y analizamos el pasado, cómo nos relacionamos con la tierra misma, cómo utilizamos sus recursos y cómo sacamos provecho de ella. Todo lo que algunos orgullosamente llaman "el legado".

Es innegable que Uribe provocó un giro en el orden público: en parte empoderando al aparato militar, en parte rebasando los límites de lo legal y lo moral, en parte exagerando resultados con directivas criminales, en parte encantando y comprando cajas de resonancia. Un sector de la población tuvo un respiro… pero a otro le tocó aguantar la respiración.

Comprometido con los peores demonios de esta nación y dominado por los propios (que le encrucijaban el alma) terminó aferrándose al poder con uñas y dientes, zonas francas, embajadas, notarías, concesiones, chuzadas, seguimientos, acosos, demandas, helicópteros caídos y shows mediáticos. Todo para protegerse y encubrir a sus cómplices, enriquecer más a su familia y a las familias de arribistas y de gente “bien” que lo secundaron y ahora le agradecen los favores recibidos, amén.

El miedo, el engaño, las verdades a medias, las frases efectistas, las carantoñas, los enemigos públicos, los cocos eternos y la manipulación se convirtieron en la madeja de enredar a la mitad de un pueblo desinformado y visceral.

Y hoy, tras veinticinco años de uribización, somos un país dividido, de comportamiento tribal, incapaz de conciliar, maleducado, violento, visceral y con los peores indicadores del mundo en lo que respecta a igualdad, justicia, equidad, distribución de la riqueza, niveles educativos, corrupción, narcotráfico y violencia.

Es hora de preguntarnos, ¿vamos a seguir así? Tras un cuarto de siglo de influencia de este personaje, somos una sociedad fallida, enferma y sin esperanza. Por eso debemos desuribizarnos urgentemente.

¿Cómo nos desuribizamos?

Nos desuribizamos si admitimos que el otro no es mi enemigo si piensa, opina o se expresa de manera contraria a como yo lo hago.

Nos desuribizamos si entendemos que el hecho de tener afinidad política con un personaje, un partido o movimiento no significa que debamos aceptar o excusar todo lo que haga.

Nos desuribizamos si captamos que la “izquierda” y la “derecha” son posiciones extremas, casi que inexistentes en la práctica e insostenibles si queremos llegar a un consenso por un mejor país.

Nos desuribizamos si un día tomamos conciencia de que la peste que asola nuestro país no es el comunismo ni el socialismo sino la corrupción pública y privada.

Nos desuribizamos si dejamos de creer en que los caudillos, mesías, capos y elegidos nos van a sacar del lodazal en el que nos revuelcan, cuando están más untados, mal parados y colgando de nosotros. Necesitamos soltarnos para salir.

Nos desuribizamos cuando seguimos y nos identificamos con las ideas y no con las personalidades.

Nos desuribizamos cuando descartamos el todo vale y le damos más valor al cómo logramos nuestros propósitos y menos valor al qué alcanzamos.

Nos desuribizamos cuando condenamos socialmente al polítiquero, al traqueto, al vivo y a todo el que toma atajos.

Nos desuribizamos cuando dejamos de repetir la historia en la que siempre nos han dividido para poder dominarnos.

Nos desuribizamos cuando nos documentamos bien y analizamos la información antes de compartirla y divulgarla. No somos idiotas útiles y tomamos decisiones bien informados.

Nos desuribizamos cuando entendemos que la forma en que se han manejado la economía y la política no van a dejar nada para nuestros descendientes.

Nos desuribizamos cuando descubrimos que la guerrilla, el paramilitarismo y el narcotráfico no son las causas de nuestra mala situación, sino son consecuencias de una desigualdad escandalosa.

Nos desuribizamos cuando abandonamos la violencia como primera opción de resolución de conflictos.

Nos desuribizamos cuando ponemos la educación por encima del castigo y cuando dejamos de pensar que la gente es “pobre porque quiere” y que hay ciudadanos de primera clase y de segunda clase.

Algunos preguntarán: cuando nos “desuribicemos”, ¿entonces nos “petrizaremos”?

La respuesta es no, eso es lo que nos han hecho creer, que solo hay dos opciones, dos caminos.

Pero la verdad es que cada uno de ellos necesita del otro para movilizar el cerebro binario del elector colombiano. Sin unos no se justifican los otros.

Entonces, ya es hora de sacarlos del foco: a ellos y a todos los que representen posiciones radicales e intransigentes; a todos los que nos venden beneficios particulares como logros comunes; y a todos los que nos ponen a pelear sus peleas, mientras nos miran sonrientes y ricos desde el palco.

Con ellos por fuera del panorama político, por fin podremos pensar en temas que hemos aplazado y que verdaderamente nos impactan a todos, no solo a ellos; temas de mundo y no de república bananera, temas que generen progreso sostenible y no conflictos eternos, temas que nos unan y no dividan, temas del futuro y no del pasado.

Ya es hora de ver hacia adelante, pero para eso Colombia primero tiene que estar desuribizado, despetrizado y deshijueputizado. ¡Empecemos!

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