No entiendo por qué el hombre se ha preocupado tanto por prolongar la vida a ultranza. Tal vez porque cuando lo piensa, hasta el mismo científico está joven, saludable, con sueños, esperanzas, proyectos, pareja, familia y todo con lo que se cuenta – o se debiera contar – en ese momento, y porque quisiera que siguiera siendo así. O tal vez, porque está comenzando a perder todo lo descrito y lo quiere rescatar a punta de ciencia. ¿Pero ustedes han visto envejecer divinamente a todo el mundo? Es más, circunscribiendo el tema a lo que está más próximo, ¿a los cercanos a ustedes?
Mencionaba que se quiere prolongar la vida a ultranza, porque lo que se hace es eso, prolongarla… no vivir dignamente en muchos casos. No hay que desconocer que los avances científicos han ayudado a muchos seres humanos, les ha permitido permanecer en esta dimensión, pero en muchos otros tienen a la persona viva, eso no más; con dolor, con tristeza, con zozobra, con unos gastos descomunales para todo el mundo (es lo menos importante porque las personas no tienen precio, pero afecta a familiares, sistemas de salud, etc.), alimentando el egoísmo o los intereses de los familiares que los quieren tener vivos a como dé lugar, sin ponerse un segundo en los zapatos del enfermo.
Uno no quiere que se le muera nadie, pero eso es lo único seguro con lo que se nace. Lo anterior, me ha llevado en los últimos años a ver el desgaste de mi generación previa -ya no tengo edad para tener abuelos-, y no ha sido fácil. Hay tristeza, soledad, incapacidad física en la mayoría de casos -mental en otro tanto-, cansancio hasta de vivir y mucho deseo de morirse, sí, así como suena. Y medio mundo tratando que sigan vivos. Es que los hijos se van, hacen su vida, tienen sus ocupaciones, están en otro momento de su existencia distinto al de sus padres y muy distinto al de sus abuelos. Cada quien se ocupa de lo suyo. ¿Que hay que ser agradecido? Sí, pero no es fácil devolver esa gratitud por eso mismo, por el ritmo que se lleva según la edad que se tiene. No es egoísmo únicamente, es la vida.
Una de cada cuatro personas morirá repentinamente, de una, sin dolor,
como quisiéramos que fuera… bueno, por lo menos yo sí;
el resto, padecerá enfermedades de diferente clase, dolor, sufrimiento
David Vásquez Awad, un eminente ginecólogo y epidemiólogo de la Academia Nacional de Medicina, nos sorprendió en En Blu Jeans con la siguiente cifra: una de cada cuatro personas morirá repentinamente, de una, sin dolor, como debiera pasar siempre, como quisiéramos que fuera… bueno, por lo menos yo sí; el resto, padecerá enfermedades de diferente clase, gravedad, dolor, sufrimiento… muy duro me pareció. Nunca pensamos en eso, y no lo pensamos porque suponemos que jamás nos va a pasar. Es que ni siquiera tenemos una cultura sobre la muerte distinta al miedo, a evadir el tema, a no considerarla.
Agrega el Dr. Vásquez que: “los seres humanos no estamos hechos biológicamente para vivir tantos años; vivimos tantos años por la tecnología y porque hemos controlado los factores de riesgo como la hipertensión, la diabetes, el colesterol, etcétera, pero estamos ante una crisis económica, social, cultural, psicológica y biológica porque la expectativa de vida alcanza casi los 100 años; prolongar la vida es un deber, pero prolongarla con calidad es una obligación ética y moral”.
La preocupación que asiste a todas las sociedades por esto, y el dilema ético de prolongar la vida contra “natura”, también afecta a todo el estamento médico. “En la Academia Nacional de Medicina hicimos un foro de envejecimiento con participación del Ministerio de Salud, de la Asociación Colombiana de Geriatría y de personas vinculadas a la ética. La conclusión es que no debemos hacer esfuerzos sobrehumanos cuando ya la calidad de vida está seriamente comprometida y la situación de salud es gravemente irreversible". ¿Qué difícil no? Pues vaya y dígale usted eso al familiar de un paciente en esas condiciones, viejo o joven. Se resiste, se pega de la religión, de todo lo que puede porque es humano, natural, y milagros se han dado; mi papá es uno de ellos, debo decirlo. Hace 22 años se curó de un cáncer y los médicos no le daban más de tres meses; está por cumplir 91.
Dice la sabiduría popular que la vejez llega cuando son más los recuerdos que las esperanzas. ¿Pero quién a dicho que uno solo se muere de viejo? Dejemos el egoísmo a un lado y pensemos en esas personas que jóvenes o viejas no resisten más con su humanidad, con su cuerpo.
¡Hasta el próximo miércoles!