Es un ultraje a la inteligencia que en algunos centros de educación superior estatales se le hagan homenajes a un criminal de la talla del Che Guevara, teniendo su efigie en los principales lugares de reunión. Ese sujeto exaltaba el terrorismo y la dictadura, además no solo despreciaba la vida humana sino que consideraba al resto de seres humanos como simples objetos para satisfacer sus fines políticos y los de su pandilla.
Por ende, borrar definitivamente la imagen de Ernesto Guevara de las principales plazas de algunas universidades públicas, especialmente de la Nacional en Bogotá, es cuestión de principios humanos. Aunque en algunas oportunidades grupos de estudiantes ya lo han hecho, los energúmenos seguidores de semejante zafio han vuelto a pintar su imagen, desconociendo de adrede que este hombre le produjo inmenso dolor a los pueblos latinoamericanos y africanos en la década de los sesenta del siglo pasado. Por ello debe haber un acuerdo en la comunidad universitaria para que desaparezca por siempre la figura de un personaje que es símbolo de dolor, muerte y totalitarismo.
El 9 de octubre se cumplió el aniversario cincuenta y dos de la muerte del guerrillero de marras, quien junto a los hermanos Fidel y Raúl Castro se tomó el poder en Cuba el primero de enero de 1959. El Che Guevara murió a manos del ejército boliviano, convirtiéndose por obra y gracia del aparato propagandístico del régimen cubano en el símbolo del “guerrillero heroico” y mediante un montaje fotográfico en el emblema de la rebeldía, manipulado por la perfidia marxista-leninista, especialmente en Latinoamérica.
Ahora bien, la malicia y perversidad de Fidel Castro condujo al Che Guevara a morir en Bolivia, porque no podía permitir las críticas que le hacía a los gobiernos de la cortina de hierro, encabezados por la URSS, amén de que el argentino prefería la línea comunista de Pekín en vez de la de Moscú. Para complacer las peticiones del Kremlin, que había convertido a Cuba en su santuario en plena Guerra Fría, Castro se deshizo de ese incómodo compañero. O sea que la aventura de Guevara en Bolivia fue una simple jugarreta de La Habana... así que los homenajes que le hacen algunos estudiantes y profesores son producto del desconocimiento o de la militancia política.
Pero eso no es todo, el Che Guevara, cuyo grabado durante varios años ha adornado los uniformes de guerrilleros de las Farc y el Eln, fue un criminal que en una carta que le escribió a su padre después de haber mandado fusilar en Cuba a un prisionero decía: “Tengo que confesarte papá que en ese momento descubrí que realmente me gusta matar”. Semejante afirmación es producida por el odio del adefesio comunista y no es que el marxismo sea solamente un guía para la acción, como dicen algunos oportunistas, sino que sus dogmas conducen a que muchos de sus miembros se crean predestinados por las enseñanzas supersticiosas de esa doctrina infame para avasallar y matar a los demás, teniendo como ejemplo patético al Che Guevara.
Desde que estaba en la Sierra Maestra combatiendo al lado de Fidel Castro, al argentino se le conoció su inclinación por el crimen, por ello en una carta que le envió a su esposa de ese entonces, una peruana llamada Hilda Gadea, decía que estaba en la manigua y que vivía sediento de sangre. Por la crueldad con la que dirigía los fusilamientos en los primeros años de la revolución (mostrando su carácter enfermizo) y por su vesania se le denominó el Carnicero de la Cabaña. Fueron miles de cubanos los que murieron en ese lugar a manos del desalmado sátrapa.
Además, ese salvaje argentino era racista y homófobo, ya que en varias oportunidades no solo se pronunció en contra de los negros y los homosexuales, sino que también los persiguió. Con esto se denota que el “mártir marxista” en su vida fue una persona inhumana y cruel en contra de los semejantes que no fueran de su agrado, lo cual fue muestra de la catadura moral de ese sujeto, que además le hacía exaltación al terrorismo cuando afirmaba: “El odio es el elemento central de nuestra lucha! el odio tan violento que impulsa al ser humano más allá de sus limitaciones naturales, convirtiéndose en una máquina de matar violenta y de sangre fría”. Ahí también queda patentado lo que fue ese falso apóstol de la causa social que buscaba oprimir a los pueblos latinoamericanos con el comunismo totalitario.
La enfermedad comunista del Che Guevara la demostraba además en el repudio que le tenía a la libertad de prensa, cuando eructaba la siguiente frase: “Hay que acabar con todos los periódicos. Una revolución no se puede lograr con la libertad de prensa". Así que tener de icono a un personaje tan siniestro, como lo portan algunas gentes en su vestuario desconociendo la historia de esa rémora de la democracia, es un ultraje al humanismo y a los progresos de la civilización. Por ello todavía no se puede entender que la plaza principal de la Universidad Nacional de Colombia lleve el nombre de ese psicópata, más cuando han habido verdaderos mártires en Colombia a los cuales se les podría hacer un homenaje en ese centro docente: José Antonio Galán, Jorge Eliécer Gaitán, José María Melo o el humorista Jaime Garzón.
“Ante la duda, mata”, esa fue la consigna del Che en la Cabaña, ya que nunca trató de ocultar su crueldad. Por el contrario, entre más se le pedía compasión, se mostraba más cruel. Del argentino se recuerda su discurso en la ONU el 11 de diciembre de 1964 cuando con todo el cinismo del mundo afirmó: “Si hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando”. Por ello con semejante personaje no se puede más que repudiar al marxismo, que es el que fabrica esos engendros para tomarse el gobierno de las naciones, condenando a los pueblos al envilecimiento mediante la esclavitud política.
El mito del “ guerrillero heroico” con el Che hay que mandarlo a la cloaca de la historia, enseñándole a las nuevas generaciones la facha criminal de semejante hombre, rechazando la manipulación de la fauna marxista-leninista que con el socialismo del siglo XXI y el Foro de Sao Paulo pretenden engañar sobre la figura de Ernesto Guevara de La Serna. Acá cabe subrayar que la burocracia neocomunista en Latinoamérica —con Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega y desde luego los hermanos Castro en Cuba— buscaron y buscan presentar como referente de las luchas sociales a ese sujeto; por ello en la lucha ideológica en contra del totalitarismo comunista lo primero que se debe hacer es bajarle del pedestal a sus ídolos porque con el debate fértil de las ideas se pone a temblar al marxismo, ya que este carece de razón, lógica y moral. Por ello la imagen del Che Guevara debe de ser una maldición del pasado que constituye una vergüenza para la humanidad.