Los restos del galeón San José no están localizados, como varios magistrados, jueces y ministros se han imaginado, en un solo sitio exacto, determinado por un par de coordenadas, X Oeste y Y Norte. Este ha sido un grave error conceptual que ha confundido, y aun hoy sigue llevando a conclusiones erradas, desde que Sea Search Armada presentó su denuncia de especies náufragas en 1982. Es un tema aun no resuelto, tal como se desprende de algunas declaraciones oficiales. En carta de junio del 2019 al representante legal de Sea Search, la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez dice: “La sentencia del 5 de julio de 2007 proferida por la Corte Suprema Justicia, limitó el derecho de Sea Search Armada a aquellos bienes que tengan el carácter de tesoro en los términos del artículo 700 del Código Civil y que se encuentren en las coordenadas especificas reportadas por Glocca Morra en el año 1982, sin que se incluyan derechos sobre espacios o zonas diversas…”. En total contradicción, según cálculos del propio Ministerio de Cultura, después de descubiertos los restos del San José en el 2015, en la página 4 del Apéndice Técnico 2, de los pliegos de contratación, el área sobre la cual se encuentran dispersos los restos de la Capitana “corresponde al espacio georreferenciado… con las coordenadas de un polígono con una amplitud de 500.000 m²”, es decir que según los cálculos del Ministerio, el galeón podría estar regado en un área de 2 kilómetros de largo por 250 metros de ancho.
Queda claro que el galeón y su carga están dispersos sobre el lecho marino en varios sitios, muy seguramente esparcidos a lo largo de varios kilómetros, debido a los eventos que llevaron a su hundimiento. Primero, la fuerza de la explosión lanzó, en átomos volando, aparejos, velas, mástiles y todo tipo de objetos, cientos de metros a la redonda. El propio comandante inglés, el Comodoro Wager, describe vívidamente en su bitácora la batalla disparando mortales andanadas de 30 o más cañones, separadas las naves por tan solo “medio tiro de pistola”. La explosión arroja sobre el Expedition esquirlas y brasas ardientes, al mismo tiempo que los embiste una gran ola producida por la onda explosiva, al abrirse los costados de la Capitana. Las imágenes fotográficas recientes del San José demuestran que la proa hoy no existe, se desintegró, quizás parte en el estallido, parte en el impacto con el fondo marino, y lo que sobrevivió 300 años, está disperso en las zonas aledañas bajo el sedimento. El Ministerio de Cultura, en los pliegos de contratación describe el hallazgo así: “…Se evidenció sobre el lecho marino la existencia de elementos de origen antrópico que fueron descritos e identificados de manera general con restos de un pecio, que incluyen vestigios de la estructura y dotación de un barco del periodo colonial y de los elementos contenidos en la nave, distribuidos espacialmente en varias unidades o conjuntos entre los cuales se destaca un sitio principal y al menos tres secundarios”. Con la fuerza de la explosión se abren los costados y bota primero algo del lastre, las rocas o gravas que yacen en la sentina, y poco a poco va despidiendo parte de la valiosa carga, la más pesada. Aparentemente la estructura de madera estaba debilitada por un fuerte golpe que sostuvo el San José al salir por Boca Chica, en el trayecto de ida a Panamá, camino a recoger los caudales del Rey y la plata de los comerciantes, de la más importante feria del continente, la de Portobelo. En el proceso de hundirse el galeón se desliza sigilosamente planeando hacia el fondo, recorriendo horizontalmente cientos de metros, mientras deja un campo de escombros a lo largo de su descenso. Muy posiblemente los mástiles y las velas se desprenden casi instantáneamente y van a dar, impulsados por las corrientes, a kilómetros de allí. Algunas vigas, y la parte de la carga que no era muy pesada, pudieron haberse transportado después de tocar fondo, metros o kilómetros, con las corrientes predominantes. El San José llevaba a bordo para su defensa, 64 piezas de artillería de bronce -62 cañones y dos morteros- y asimismo llevaba 69 cañones de hierro (40 según otra fuente documental) a forma de lastre en la bodega, para equilibrar el casco. Hasta la fecha tan solo se han podido identificar sobre el lecho marino 22 cañones de bronce.
¿En ese escenario devastador y trágico, que cobró casi 600 vidas, es posible entonces pensar que una parte del San José o de su carga esté dentro del área de la denuncia de Sea Search Armada en 1982 y, al mismo tiempo otra parte, el grueso de la nave, esté en las coordenadas denunciadas por MAC en el 2015? Dependiendo de la distancia entre las dos coordenadas y de sus ubicaciones con relación a las corrientes predominantes, sí es técnicamente posible. El galeón Nuestra Señora de Atocha lo hundió un huracán cerca de Cayo Hueso, Florida en 1622, dejando un amplio y rico campo de escombros de toda su carga: el lastre, cañones, esmeraldas, barras de plata, tejos de oro, etc., a lo largo de 16 millas longitudinales. La semana pasada encontraron allí una sola moneda de oro avaluada en US$98,000.
En épocas del presidente Gaviria, en los primeros días de junio de 1994, el doctor Fabio Echeverri, reconocido líder gremial en asocio con la empresa norteamericana Columbus America Inc., liderada por quizás uno de los más exitosos buscadores de tesoros de las épocas modernas, Tommy Thompson, rindió un informe a presidencia sobre el San José: durante 9 días revisaron el área de la denuncia de SSA de 1982 con un sonar de barrido lateral marca SeaMarc 1A. Este sonar era un equipo avanzado para la época, pero casi que obsoleto por los estándares de hoy, 40 años más tarde. El informe de Thompson fue contundente: no había ningún galeón visible dentro del área de la denuncia de SSA. Lo que no se hizo, y fue una lástima, fue un barrido con un magnetómetro, una especie de detector de metales submarino que permitiría determinar la presencia de objetos metálicos que pudiesen estar cubiertos por 300 años de sedimentos. Si piezas sueltas del San José están bajo el lodo y/o arena, el sonar de barrido lateral no los detectaría necesariamente, a menos que su perfil los delate. Lógicamente para 1994 el gobierno estaba buscando determinar la presencia de una nave casi entera, de grandes proporciones, luego el sonar de barrido lateral era el equipo indicado, pero si lo que se busca hoy es detectar algo que pueda estar enterrado, el magnetómetro es la herramienta precisa, asistido por un perfilador de subsuelo. ¿Es posible que existan objetos del San José, de la carga o partes de la nave en el área de la denuncia de SSA de 1982 que no fueran detectados por el sonar de Thompson en 1994? Sí es posible.
Sea Search Armada ha manifestado ampliamente que el fallo de la Corte Suprema colombiana del 2007 les fue favorable y que les corresponde el 50% del tesoro. Sin embargo, el gobierno colombiano ha asumido la posición de que al haber sido encontrado el San José en 2015 por MAC en diferentes coordenadas, por lo tanto, no está en la obligación de efectuar dicho reconocimiento.
Glocca Morra en 1982 señaló: “los objetivos principales, en grueso e interés se encuentran ligeramente al oeste del meridiano 76, y están apenas centrados alrededor del Objetivo A y sus partes existentes, que están localizadas en la vecindad inmediata de 76° 00' 20'' W y 10° 10' 19'' N”, según un reporte que fue acreditado por la Dirección General Marítima en 1982. Es muy diciente el lenguaje utilizado por la Glocca Morra en ese documento: “vecindad inmediata” pues dos de sus investigadores de cabecera, el Dr. Gene Lyon y Jack Haskins, dos de los más curtidos expertos en naufragios coloniales, fueron los que encontraron en el Archivo de Indias las claves de la localización del Atocha y sabían muy bien que el San José había sucumbido a una explosión y de su subsiguiente desintegración, dejando la nave y su carga dispersa en varias zonas. El argumento según el cual las profundidades no concuerdan, la de 1982 con la de 2015, esgrimido por el gobierno, es fácilmente descartado a la luz de que el San José no está en un solo lugar.
En el caso hipotético de que el 99% del San José estuviese en las coordenadas de MAC del 2015 y el 1% en las coordenadas de SSA de 1982, esa batalla legal la ganaría SSA, sin lugar a duda, “primero en el tiempo, primero en el derecho”. No se ha hecho publico el lugar o las coordenadas del descubrimiento y denuncia del pecio del San José encontrado por MAC en noviembre del 2015, pero sí sabemos que lo encontraron en una segunda área de búsqueda, pues el primer intento fue fallido. La primera área de búsqueda de MAC fue de 256 km² y la segunda de 1,511 km², ambas superpuestas con el área original de búsqueda de Sea Search en 1982. SSA ha esgrimido también el argumento que la tecnología de la época, hace 40 años, para determinar un posicionamiento en altamar no era tan exacta como es el GPS satelital actual. En eso tienen razón. La segunda área de búsqueda que solicita MAC en el 2015, y la cual se le autoriza, se sobrepone, no solo con el área de búsqueda de SSA en 1982, sino a las coordenadas de la denuncia original de SSA de 1982. Esa peligrosa proximidad hace que sea factible la tesis de que piezas del San José efectivamente estén en los dos sitios de las denuncias, al mismo tiempo, desafiando la creencia oficial según la cual el San José solo puede estar en un solo sitio. SSA ofreció, de forma transparente y conciliadora, ir al lugar de los hechos y verificar, pero esto nunca se hizo.
El diario digital INFODEFENSA informó el mes pasado que la Armada Nacional ha adquirido un robot submarino ROV marca SAAB modelo Falcon DR, capaz de bajar a 1,000 metros de profundidad “para contar con los medios idóneos con los que explorar el galeón San José.” ¿Por qué no se acepta el ofrecimiento de SSA y se coordina con ellos para verificar nuevamente el área denunciada en 1982, con equipos de última generación, con un magnetómetro y así despejar de una vez por todas quien descubrió el San José primero?