Una frase que debe suprimirse de los votos matrimoniales. Las tradiciones sociales y religiosas han contribuido a los feminicidios en el mundo entero.
El feminicidio está aquí para quedarse y solo si tenemos suerte, creamos esperanza y comenzamos a actuar, en unas dos generaciones disminuirían las estadísticas.
Desafortunadamente, muchas mujeres han contribuido a esta situación, más que lamentable, una vergüenza para la humanidad, cuando madres han posicionado a sus hijos por encima de sus hijas, empoderándolos ante una sociedad cómplice y acostumbrada a mirar para el otro lado y a permitirse a afirmar que “¡ella se lo buscó!”
No existe fórmula mágica actualmente para evitar los feminicidios, porque difícilmente la ley pondrá tras las rejas al asesino en potencia por simples amenazas. No existen suficientes policías para cuidar a cada mujer que se siente amenazada.
La única posibilidad de lograr una real disminución de esta atrocidad en muchos años dependerá de la rapidez con la que las mismas familias, incluyendo padres, madres, abuelos comiencen a enseñarle a sus hijos, desde que nacen, especialmente con su propio ejemplo, además de directrices específicas, que el ser humano se respeta y, con especial atención, a la mujer.
Esta labor igualmente deberá ser el objetivo más importante de los maestros y las instituciones educativas. Nada de lo que se enseñe o se aprenda contribuirá a construir un mundo mejor si el respeto por el ser humano no está presente.