¡Hasta le peino los crespos a Cuadrado!
Opinión

¡Hasta le peino los crespos a Cuadrado!

Por:
junio 25, 2014
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Y lo digo con todo el cariño. Creo que para hacerle los crespos a nuestro crack hay que tener tanta paciencia y persistencia como nos lo ha enseñado por estos días nuestra Selección Colombia. Pero no me quiero referir a la parte técnica de la cual apenas sé como para entender el juego, porque crecí yendo al estadio a ver a Millonarios, el de épocas gloriosas. Mejor dicho, lo más cercano que tengo a lo técnico en los deportes es mi hermano Carlos, gran pluma como periodista del ramo. Quiero hablar de la Selección Colombia de James, de Cuadrado, de Teo, de Ospina, del chocoanísimo Jackson… La de todos esos maravillosos jugadores que son distintos no del alma (esa nadie nos la va a cambiar), sino del pensamiento, de la mentalidad… de la serenidad del ganador. Eso se lo debemos a Pékerman quien, como dicen en el argot popular, en cuestión de emociones tiene más fuerza un purgado, pero nos está dejando grandes lecciones.

Más allá del juego y de las fórmulas, hay algo que nos están enseñando con creces nuestros jugadores: liderazgo, trabajo en equipo, estrategia y madurez para asumir los triunfos, para encarar un proyecto que se llama Mundial de fútbol. Si lo miramos desde el punto de vista empresarial, están dando la milla extra, están trabajando como profesionales. Atrás quedaron las épocas en las que ya era mucho cuento llegar al mundial, porque nuestra mente educada perdedora se sentía inferior ante los grandes y así nos lo dictaba; así fuimos formados los colombianos. Expresiones como: “Es que antes llegamos a octavos”, “Esos europeos juegan mucho”, “Mucha gracia estar en el mundial”, “Siempre nos falta el centavo para el peso”. Culturalmente crecimos sin creer en nosotros mismos, sin valorar hasta dónde podíamos llegar, porque teníamos formación de perdedores. El asunto era tal, que cuando pasaba algo extraordinario nos atropellaba el triunfalismo y como en Batman y Robin, venían el ¡pow! ¡pum! ¡swack! cuando nos estrellábamos con la realidad de nuestros promisorios, capaces, pero agrandados jugadores. Ellos, hoy como comentaristas de importantes medios nacionales e internacionales, también están recibiendo la lección, pero la asumen callados. El hecho de que todavía vivamos de la gloria de haberle ganado a Argentina 5-0 como si hubiera sido ayer, o del gol de Freddy Rincón en Italia 90, son una muestra de eso. No es que quiera subestimarlos, no. Son hechos importantísimos y meritorios que deben seguir en el registro de nuestra historia futbolera, pero no podíamos quedarnos solo ahí. Y perdón por lo que voy a decir, pero parte de nuestro éxito se lo debemos al Bolillo, no por lo que hizo que es reprochable, sino porque aunque no fuera por el fútbol nos libró de seguir en las mismas. En su momento fue importante, hay que reconocerlo, pero como decía un tuitero: “No hubiéramos clasificado ni para Xbox” y, ¿saben por qué?, por la mentalidad chiquita que llevamos en la sangre. Eso ahí, qué pena, no hubiera cambiado. Hubiéramos seguido siendo los líderes de barrio, los chachos de la gallada del pueblo que se emborrachan, que hacen tiros al aire o que hacen escándalos, pero jamás los triunfadores que tenemos hoy dándonos glorias en Brasil con una pasmosa serenidad y madurez en todo. Tenía que venir un extranjero con otra visión, fogueado en mundiales, con mente de líder que les imprimiera autoestima, creer que de verdad son capaces y sobre todo —vuelvo al tema empresarial— no quedarse en la celebración del triunfo sino gozárselo, chulearlo (done) y pasar la página para el siguiente encuentro (next). Y a esto se suman unos muchachos bien educados, muchos trabajando en grandes equipos internacionales, fogueados, conocedores de la verdadera disciplina y literalmente millonarios —pero no fantoches—que hoy nos están enseñando a los colombianos cómo es que hay que vivir el fútbol. Ellos se concentran, actúan y llegan al objetivo con serenidad.

Mientras tanto, aquí hay que poner ley seca para que no se note tanto lo salvajes que somos. Diga usted en Twitter, como me pasó ayer, que hay que replantear el juego, que hay que corregir, que no estábamos jugando bien, para que vea lo que le empiezan a decir: No eche sal, ustedes los periodistas crucifican a los jugadores o si no miren lo que le pasó a Andrés Escobar… No, no, no, solo porque dije que había que rectificar lo planteado. Así somos de inmaduros y de triunfalistas; entonces no se puede decir nada ni se puede criticar en el buen sentido. Nuestros jugadores nos están enseñando a los hinchas; tienen bien interiorizado el discurso; están convencidos de su filosofía. Usted los escucha diciendo: ”Este fue un triunfo que compartimos y se lo dedicamos a Colombia, pero es un paso más dentro de todo lo que todavía hay por hacer”, como lo manifestó el osito de peluche de la selección,  James Rodríguez. Sí señores, es mi consentido. O como dijo hoy Cuadrado: “Todos tenemos distintos nombres pero un mismo apellido”. Por eso me ofrezco a peinarle los crespos a Cuadrado cada que lo necesite. Todos están para consentir. ¿Usted también se anima?

¡Feliz resto de semana y sigan disfrutando el mundial!

 

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