Así nos tienen Juanpa y sus áulicos con el cuento del proceso de paz: hasta la coronilla. Así se dice de los temas, o la gente, o los discursos tan gastados y repetitivos, tan cansones y fatigantes como para no querer más cuentas con ellos.
La paciencia se agotó hace rato, hace años para ir más precisos, como lo deja saber la opinión pública —cualquier cosa que ella sea— cada vez que la consultan los encuestadores.
Solo por la exigente tarea del periodista nos hemos leído las dos páginas que El Tiempo le dedica este domingo a De la Calle, contestando las mismas molidas preguntas que le hace Gossaín, a quien no se le agotó la paciencia sino la imaginación. Todo lo mismo. Más de lo mismo y de aquello, de lo sustantivo y esencial, nada.
¿Cuándo nos dicen si las Farc están dispuestas a dejar las armas y a someterse a las leyes colombianas, en igualdad de condiciones con los otros 47 millones de habitantes de este pobre país?
Lo demás es carreta o paja, pura paja como la gente del común dice. Pues nada. Seguimos con el sonsonete de la “dejación” de artefactos para matar, que cada día aumentan las Farc, valdrá recordar.
Ese sometimiento a la Ley que todos respetamos, con gusto o sin gusto, implica entregar esos juguetes malditos. La base del Derecho Moderno está en el reconocimiento del monopolio del Estado en la tenencia de armas ofensivas. Por ahí debieron empezar Juanpa y su hermanito Enrique, cuando se reunían en secreto con estos bandidos. Y cinco años después, miles de horas de declaraciones, arengas, discursos después, centenares de muertos después, miles de barriles de petróleo en los ríos después, millones de extorsiones después, miles de niños reclutados después, miles de minas sembradas después, vamos en lo mismo. En que no se sabe si las Farc entregan o no las armas y si como cualquiera de nosotros se someten a las autoridades, están dispuestas a cumplir las leyes vigentes y a responder por sus actos ante los jueces, también como cualquiera de nosotros.
Para ser precisos, esto que llaman el “proceso” no ha empezado todavía. Estamos en sus fatigantes, deprimentes, irritantes prolegómenos. No han empezado a hablar de lo que toca.
Y mientras tanto, estos criminales se enriquecen fabulosamente con sus negocios asquerosos, en cuantías descomunales. Se hacen más temibles con su capacidad terrorista, causan más daños, emocionales, sicológicos y materiales. Este es un país aterrorizado, en el que las autoridades se limitan a amenazar a las víctimas con terribles penas, si cuentan que están amenazadas, si comparten su inquietud, si protestan y revelan la verdad, en una palabra.
Si, mientras tanto. Mientras tanto dejamos pasar la bonanza petrolera, que se la robaron unos cuantos partidos de la “mesa” sin que nos dejara otra cosa que tristezas. Creamos el monstruo de un Estado inmenso que no sirve para nada. Organizamos el triple déficit Fiscal, de Balanzas y de Cuenta Corriente, que nos lleva a parecernos a Venezuela o a Grecia. Y pospusimos todas las urgencias nacionales, la solución de todos los problemas reales, el enfrentamiento de todos los desafíos y el aprovechamiento de todas las oportunidades.
La seguridad anda peor que nunca, como la gente, que es la que sufre su ausencia, lo repite hasta el cansancio.
La industrialización quedó pospuesta para cualquier día de estos y nos encargamos de hacerla literalmente imposible.
La educación es de más pobre calidad, como lo demuestra cualquier examen al que nos sometemos. Le subimos el sueldo a los dirigentes de Fecode, mientras la formación es nula y la enseñanza paupérrima. No hay una escuelita nueva, salvo en los discursos del Presidente y la Ministra.
La salud ha retrocedido dramáticamente. No hemos visto que se inaugure un hospital nuevo, y los viejos se caen a pedazos. La medicina preventiva no tiene espacio y los tratamientos se siguen manejando al ritmo enfermizo de las tutelas.
El empleo juvenil es el peor de América, y no nos comparamos con el mejor de los mundos. Peor que en Bolivia o Paraguay, o en Ecuador o Venezuela. ¡Qué horror!
El campo está arruinado, víctima de las invasiones y las amenazas, en lo único que este Gobierno es fecundo. Y viene la Reforma Agraria integral, como la de Chávez, Castro y Maduro. Y por supuesto, con los mismos efectos.
El poder judicial está en el colmo de su desprestigio. Los partidos políticos son res nullius. La corrupción campea a sus anchas y la gente no cree. No cree sino en las Fuerzas Militares, víctimas de la peor ofensiva moral y judicial que se recuerde.
Todo eso pasó, mientras tanto. Mientras nos ponían al oído el ruido de esta catarata de mentiras y tonterías. Por eso estamos ¡hasta la coronilla, carajo!