En una carta sobre justicia y debate, firmada por más de 150 pensadores e intelectuales, entre ellos Noam Chomsky, se respalda una tesis sobre el progresismo actual definiendo que: “El libre intercambio de información e ideas, la savia de una sociedad liberal, está volviéndose cada día más limitado. Era esperable de la derecha radical, pero la actitud censora está expandiéndose en nuestra cultura".
Pues bien, esta afirmación nos abre la puerta a una cruda realidad que está viviendo Colombia y sus connacionales en el exterior: un arranque temprano de campaña a las presidenciales, con un incremento sustancial de violencia y polarización jamás visto, incluyendo el año electoral 2017-2018.
En contexto
Así como en Colombia se están viviendo momentos álgidos en el acontecer político, sobre todo este 20 de julio, cuando se irrumpió con una candidatura alternativa a la presidencia del Senado de la República, en cabeza de Iván Marulanda, rompiendo todos los esquemas del modelo clientelar colombiano, que asumió la cuota de Cambio Radical en la candidatura de Arturo Char como un hecho cierto.
A partir de allí, la avalancha y el matoneo de activistas de la Colombia Humana al senador Jorge Enrique Robledo, antes de la emisión del capítulo 7 de Matarife, ha sido el modelo estructural con el que se realizan a nivel mundial ataques a personas que tienen un pensamiento diferente al de este sector político colombiano.
Ver: Matoneo de fans de serie Matarife contra senador Jorge Robledo
Los hechos hablan por sí mismos
Tenemos la certeza que los activistas de la Colombia Humana son muy trabajadores. Se reúnen y estructuran sus procesos, generan contenido de pensamiento crítico, entre muchas cosas. Eso es digno de admirar, ya que es un trabajo voluntario, sin ningún tipo de retribución alguna. Lo condenable es que se junten para tratar mal a la gente, la menosprecien por tener ideas diferentes y atropellen la dignidad del contrincante político. De hecho, en el editorial del diario El Periódico de Barcelona se resaltaba lo siguiente:“No tiene nada de progresista condenar cualquier visión diferente y promover vetos y boicots que pretendan acallar discusiones”.
Hemos visto en los últimos 2 años el auge irrefrenable de la intolerancia y las represalias a las que hemos tenido que aceptar como parte integral de los dos extremos políticos. Esta situación no es ajena a la comunidad colombiana residente en el exterior, toda vez que siendo Barcelona el “fuerte apache” de la más dura línea petrista en la diáspora salgan de aquí las más duras represiones a los que pensamos diferente.
No se puede aceptar desde los extremos que hay mil y unas diversas formas de ver la vida, la política, la salud pública, la educación y la forma de relacionarnos con nuestros diferentes. Ha sido la violencia en redes sociales el único marco regulatorio para expresar, pero más para imponer, una serie de ideas que muchas veces se salen de contexto y el sentido común.
Cuando desde la alternativa se llama a acuerdos y a convocar a debates con calibre, con altura, con respeto, lo único que se reciben son palabras de una violencia tan extrema, que no permiten el más mínimo dialogo.
Cuando se convoca a un debate amplio, abierto, nunca salen. Se esconden. No contestan el teléfono. No asisten. Eso solo significa que carecen de argumentos para debatir, para que, con altura de miras, veamos a una Colombia en paz con justicia social, pero también con el respeto, la dignidad por el contrario, y la validez de que se puede dialogar siendo diferentes.
En ese sentido, yo espero que Iván Marulanda, junto a Angélica Lozano, Gustavo Bolívar, Jorge Robledo y Luis Fernando Velasco (que, valga decirlo, ha sido uno de los mejores presidentes del esta corporación en el periodo que le correspondió), sean un ejemplo de cómo se puede transformar al país con concertación, debate, ideas y respeto.
Sin embargo, no espero nada más que una violencia absurda en estos próximos dos años tempraneros electoralistas. Tampoco espero nada de un gobierno como el de Duque indolente y que no gobierna; de un Senado que no legisla para la gente; y de un país y su diáspora con incertidumbres y repleto de supuestos “influencers” que solo incitan a la violencia.