Beirut siempre será un lugar lleno de sorpresas y de gratos encuentros. A la entrada del campo de refugiados palestinos de Burj El Barajneh, conocí a Hassan. Nuestra conversación empezó con la noticia del momento: la actual huelga de hambre que más de 1 600 palestinos en las cárceles israelíes.
A los típicos saludos de bienvenida que suelen dar los árabes, se suman las tazas de té y las preguntas por un país lejano llamado Colombia, que asocian con Shakira y con Pablo Escobar. Pero rápidamente Hassan matiza: “Eso es lo que dice la prensa, así también mienten sobre nosotros los palestinos. Los medios de comunicación son el arma más peligrosa de este mundo”.
"Los medios de comunicación son el arma más peligrosa de este mundo”
En 1948, cuando Israel expulsó a cientos de miles de palestinos de su tierra, el abuelo de Hassan salió hacia el sur del Líbano, donde vivió un par de años, para después radicarse en este campo de refugiados. Aquí nació Hassan hace 49 años, y de aquí mismo salió hacia Libia, junto con su familia, durante la guerra civil del Líbano, pues en 1982, el ejército israelí bombardeó su casa.
Hassan insistía en nuestra charla más en el dolor ajeno que en el propio. Me mostró primero las fotos de algunos prisioneros, sus historias, me habló de sus familias, hizo las veces de traductor para hablar con otros palestinos que llegaban por turnos al sitio de reunión con motivo de la situación de los prisioneros.
Me habló del líder Marwan Barghuti, condenado a cinco cadenas perpetuas; de Karim Younis, el palestino que lleva más tiempo en las cárceles israelíes: 34 años, y de Ahmad Sa'adat, quien en 2011 participó en otra huelga de hambre. Hassan me recuerda que Israel no los reconoce como lo que son: prisioneros de guerra, según el derecho internacional.
Prisioneros palestinos
Por presión mía, volvemos a su propia vida. En 2006, Hassan y sus vecinos sufrieron de nuevo los bombardeos de Israel, sus casas se movían con cada bombazo y recuerda que vio caer edificios como si fueran torres de naipes. Israel, me dice, nunca distingue entre civiles y combatientes, así como no lo hizo en el otoño de 1982 cuando apoyó a la milicias maronitas en el genocidio contra miles de civiles palestinos en el campo de refugiados de Chatila, también aquí en Beirut.
Hassan insiste en que las condiciones de vida de los palestinos en los campos de refugiados son muy limitadas y los jóvenes tienen aquí pocas esperanzas. Le duele Siria, me dice que no quiere juzgar aquello, pero que es su deber como árabe y como musulmán ser solidario a ayudar a todos los sirios que llegan por miles al Líbano, sin siquiera preguntar si están en contra o a favor del gobierno de Bashar Al-Assad. Con dolor me dice que “Siria no aprende de nuestra tragedia”, refiriéndose al pueblo palestino.
Los hijos viven con su exesposa en Suecia.“Allá hay muchos parques donde pueden jugar sin miedo”.
Solo al final consigo que hable de él, me cuenta de sus dos hijos: Khalil y Yusef quienes viven con su exesposa en Suecia. Ella viajó porque allá vive su hermana, pero a él le negaron la visa. De esto hace ya tiempo. Me dice que la ama, que no la culpa de nada, que es una buena mujer y que ella merece una mejor vida que estar en un campo de refugiados. “Allá hay muchos parques donde mis hijos pueden jugar sin miedo”.
Aquí le queda una familia, me dice. Es activista desde muy joven, como toda su familia, como su papá y su mamá. Pero no es un activista adscrito a un partido sino a una causa. Me dice que no es de Fatah ni de Hamas, ni de la Jihad ni del FPLP, es ante todo palestino; a veces discute con otros por las agendas de los partidos políticos, pero reconoce que todos ellos son sus hermanos.
Antes de irme me aclara que no tiene problemas con los judíos sino con los sionistas, de hecho me confiesa que su primer beso fue con una judía, al comienzo ella pensó que como era árabe de pronto iba a hacerle daño, me va expresando todo esto mientras ríe.
Me coge del brazo y alarga la despedida un poco más para volver al tema del comienzo: los miles de palestinos encarcelados por Israel, una de las tantas injusticias que a la comunidad internacional poco o nada le importan, enfatiza en eso y apura otro sorbo de té.
PD: video de mi primera visita a Beirut (2011)
Fotos: Víctor de Currea-Lugo