Acabo de asistir hace un par de días al concierto de lanzamiento de los dos volúmenes de la obra musical del maestro Hans Federico Neuman, que investigara para sus tesis de Maestría y Doctorado en Cuba la pianista cubana radicada en Barranquilla Yamira Rodríguez.
Neuman fue un gran músico barranquillero, compositor, pianista, historiador musical, poeta y traductor de los italianos D’Anunnzio, Ungaretti, Cardelli, Montale, y también de alguna poesía de Shakespeare. Gran difusor de la música, primero en Bogotá desde la Radiodifusora Nacional de Colombia, y luego en Barranquilla desde la emisora de la Universidad del Norte, ese oficio le permitió labrarse un extraordinario y vasto conocimiento y un amplio gusto musical para difundir lo mejor de las músicas del mundo en sus diferentes programas radiales.
Fue hombre sensible y culto, pedagogo extraordinario, otra de esas inteligencias silenciosas del Caribe colombiano que riñen con la fama ruidosa y la caricatura habitual del costeño. Su dilecta amiga, la poetisa barranquillera Meira Delmar, lo recuerda de este modo: “Para calificar su nada común talante no sé dónde hallar la palabra precisa, la que mejor defina su inclinación al recato de su riqueza espiritual, esa actitud de casi pedir perdón por ser poseedor de tantas dotes. ¿modestia? ¿sencillez? No. Era mucho más que eso. ¿Serenidad quizás? Podría ser. La serenidad del que, siendo grande, no se da por enterado de su grandeza”.
Autor de una selecta obra para piano, para voz y piano, para orquesta, para grupos de cámara y para coro, toda esta música es prácticamente desconocida en Colombia, de allí la importancia de estos libros que recogen este valioso acervo musical para hacerlo accesible a las nuevas generaciones de colombianos que hoy transitan por los diferentes claustros de formación musical en el país, y que hasta ahora no disponían de toda esta literatura musical plena de extraordinarios valores estilísticos y profundos alcances conceptuales interpretativos y compositivos.
Es probable que la vida musical de Barranquilla, para la época de su formación académica en la ciudad, los años de su gran amigo y maestro Pietro Biava, en los que buena parte de los músicos de la Orquesta Filarmónica de Barranquilla que dirigía Biava, y de la que Neuman llegó a ser pianista titular y director asistente, hacían parte también de la legendaria orquesta Emisora Atlántico Jazz Band, sembraran en él ese espíritu ecléctico y diverso que los especialistas quieren ver en sus obras en las que su pensamiento musical pendula entre el más elevado clasicismo hasta cierto nacionalismo discretísimo que hacen enmarcar su obra en un amplio espectro, en el que, sin embargo, la influencia de lo popular y folclórico, por ejemplo, es prácticamente inexistente.
Es necesario aclarar que todo ese amplio universo referencial de su poesía, de su música, de su interpretación pianística y de su trabajo de difusor y pedagogo es el resultado de un personal desafío disciplinario forjado en la asunción autodidacta del aprendizaje. Neuman fue desde muy joven un admirable pianista acompañante que protagonizó memorables conciertos al lado de importantes figuras solistas que pasaron por la ciudad en los años 30, 40 y 50. Que sólo recibió clases de una pianista que le consiguió su padre cuando muy joven dio muestras de su gran talento en el teclado; y más tarde cuando en la Escuela de Bellas Artes realizó sus estudios curriculares de música hasta recibirse bajo la tutela del maestro Biava. Esa fue toda su preparación formal. Pero fueron sólidas bases sobre las que él agregó por sí mismo un edificio musical exquisito y cultísimo hecho de fina introspección, grandes autores de la literatura, grandes autores musicales de todos los tiempos, el oficio de la traducción, y ante todo largas horas en el piano afinando su espíritu para la interpretación de su instrumento y para desarrollar su pensamiento compositivo. Mismo que Yamira Rodríguez recoge y entrega en este par de libros.
El concierto fue una maravillosa demostración del gran valor de aquella obra reactualizada la noche del 12 de noviembre en el teatro de bellas Artes de Barranquilla, en donde el propio Neuman tantas veces estudiara, enseñara y se presentara en los años en los que fue estudiante, profesor y luego director cuando le tocó reemplazar a su maestro Biava.
La pianista y compiladora escogió con acierto un repertorio que serviría para ilustrar las calidades de Neuman en cada una de sus áreas. Por limitaciones de espacio sólo destacaré la excepcional belleza y magistral interpretación del Salmo 118 a cargo de las voces de Zeidy Bornacelli, Patti Bonomo y Miriam Pantoja (interprete original de muchas de sus obras acompañada en su momento por el propio Neuman); las canciones (artísticas como gustaba llamarlas Neuman) La Piedad que pasa y Rumbos Estelar a cargo de la soprano Laura Saldarriaga; y el Rondel con arreglo especial del maestro Alberto Carbonell para orquesta de cámara, piano y voces. Todas ellas con Yamira Rodríguez al piano.
Una gran noche. Un gran acto de justicia.