Durante los años 2000 a 2005, la organización islamista Hamas despachó decenas de adolescentes palestinos a inmolarse en Israel con el único objetivo de asesinar civiles. Niñas y niños que apenas despuntaban a su vida adulta, eran adoctrinados, les ponían un cinturón de dinamita y las enviaban a Israel a matarse matando.
Esa fue la razón que llevó a Israel a construir el muro que desde entonces ha evitado la penetración de terroristas suicidas, con el resultado de dificultar la vida diaria de los residentes palestinos de Cisjordania. La jauría enfurecida de siempre nunca acusó a Hamás por la muerte de los adolescentes enviados al suicidio sino a Israel por defender a sus ciudadanos a través del muro, que antes de 2004 no existía. Al mismo tiempo centenares de miles de palestinos que trabajaban diariamente en Israel perdieron sus empleos y el sustento que por años habían tenido debido al terrorismo suicida.
En 2007, Hamás expulsa a la Autoridad palestina de Gaza, tras combates de dos días que dejaron más de dos centenares de operativos de El Fatah muertos y convierte la franja en un territorio desde el cual se ataca a Israel con cohetes. El resultado fue el bloqueo que Israel impuso a Gaza para minimizar en la medida de lo posible la llegada de sofisticados misiles a la franja. El bloqueo no existía antes de 2007 y desde entonces se convirtió en caballito de batalla.
Las operaciones militares que Israel se ha visto forzada a realizar en la Franja de Gaza en defensa propia han sido aprovechadas por Hamás para rescatar su relevancia. Las víctimas civiles que causan los enfrentamientos las usan de propaganda para mostrarse como los “defensores de los palestinos”. Los cadáveres son convenientemente acomodados frente a las cámaras de televisión para generar “máximo efecto”. Hamás construye su infraestructura terrorista mimetizada dentro de la población civil, escuelas, mezquitas, hospitales, campos de refugiados y casas de habitación, en clara y patente violación del Derecho Internacional Humanitario. Esta situación coloca a Israel en una situación sumamente compleja de tener que eliminar los peligros y riesgos a su seguridad, camuflados dentro de la población civil palestina.
La realidad, monda y lironda es que Hamás está solo. Los países árabes se cansaron de una organización que cada cierto tiempo inicia una conflagración con Israel. Los pocos gobiernos que se solidarizan con Hamás, de palabra, incluyendo los Evos y los Maduros, son en su mayoría aquellos que apoyan incondicionalmente al régimen genocida de Al Assad en Siria con sus 180 mil muertos, entre estos, 15 mil niños. Gobiernos europeos, asiáticos, americanos y africanos han reaccionado hasta ahora con prudencia y entendimiento frente al accionar de Israel.
Hamás se opone al Estado Palestino. Su objetivo es la aniquilación de Israel, algo que no va a lograr, por lo tanto su única estrategia es seguir victimizando a la población palestina, sin importar el costo. Hamás es consciente de la reacción que produce un enfrentamiento con Israel, de las víctimas civiles, de la “indignación” que genera contra el Estado Judío, al único que se le puede negar su derecho a la defensa.
La operación “margen protector” concluirá en algún momento con una tregua y Hamás proclamará la “victoria” que, de acuerdo con su filosofía, ya logró. Vuelve a tener relevancia en el campo palestino, pone contra la pared al presidente de Palestina Mahmud Abbas, el premier turco Erdogán - cuya política exterior en Medio Oriente ha sido un rotundo fracaso - vuelve a vomitar su prosa incendiaria contra Israel, Qatar trata de arrebatarle a Egipto su rol natural de mediador, calles y plazas del mundo se llenan de manifestantes enardecidos, varios dando rienda suelta a su antisemitismo velado y por encima de todo, los palestinos vuelven a ser víctimas, el principal nutriente de la ideología y accionar de Hamás.