Haití fue la colonia más próspera y rica del continente americano, pero la devastación de la guerra de la independencia, donde se quemaron las principales ciudades y haciendas, y se arrasaron las principales casas comerciales y las primeras industrias, fue trágica. Además, las medidas políticas y económicas que tomaron sus primeros gobernantes que se declararon emperadores, monarcas y dictadores en el siglo XIX de aislarse del mundo y prohibir la inversión extranjera, entre otros factores ligados a una endémica tradición de corrupción, asonadas militares, golpes de Estado y fragilidades instituciones, llevaron a la ruina y el caos al estado haitiano.
Por lo tanto, su desarrollo económico y agrícola se rezagó al no tener acceso a nuevas tecnologías como consecuencia del aislamiento que impidió la incorporación a un mercado internacional en evolución. Haití históricamente ha sido un estado fallido e insolvente que ha perdido la capacidad de poner en marcha políticas públicas eficientes para cambiar su rumbo económico y social del país. Su crisis económica no es un asunto nuevo, es un problema que data del siglo XIX y sus vicisitudes financieras han sido tan agobiantes que en la primera década del siglo XX Alemania amenazó con una invasión militar para recuperar los recursos de varios empréstitos.
Las rivalidades políticas entre las élites negras y mulatas han tenido consecuencias desastrosas sobre su economía y su desarrollo. Desde su independencia el poder ha estado al vaivén de las disputas por su control entre estas dos élites. Después de la caída de la dictadura de Jean Pierre Boyer, en 1843, se vivió una profunda inestabilidad política por las revueltas populares. Sin embargo, durante más de 60 años hubo un dominio de la élite mulata en el poder y desde finales del siglo XIX hasta 1915 una férrea hegemonía de la élite negra.
Haití es un país que ha sido postrado y condenado a la miseria y el atraso por las rivalidades de sus élites que han controlado el poder político y económico. Ambas élites han saqueado y robado al estado haitiano con el mismo rasero. Sus rivalidades e intereses sirvieron de coyuntura para propiciar la invasión de Inglaterra en 1872, la intervención de Alemania en 1897 y las ocupaciones de Estados Unidos de 1915 a 1934 y en 1994.
A partir de la invasión norteamericana en 1915, retornaron al poder los mulatos hasta 1946. En todos estas intervenciones e invasiones han jugado roles determinantes los intereses de ambas élites de acuerdo a las coyunturas políticas internas y externas.
El fin de la ocupación norteamericana en 1934, luego de 19 años de invasión, marcó el comienzo de otra etapa de encarnizadas pugnas políticas y étnicas. Aquel poder de la élite mulata naufragó cuando el dictador Elie Lescot (1941-1946), profirió medidas draconianas en contra de los negros que generaron protestas que precipitaron su derrocamiento.
Cuartelazo que permitió el ascenso al poder Dumarsais Estimé (1946-1950), dictador de la élite negra, que corrió la misma suerte que su antecesor por su política segregacionista. Idéntico destino corrió luego el sátrapa Paúl Magloire (1950-1956), quién fue depuesto por las inconformidades de la élite negra promover el avance de la élite negra. Finalmente, por las exclusiones del poder fue derrocado por la élite mulata. En ese corto período hubo diferentes presidentes provisionales, entre ellos, Daniel Fignolé, que solo duró 19 días en el poder y fue fulminantemente derrocado en un golpe militar.
Esa inestabilidad política surgió la dictadura de Francisco Duvalier, Papá Doc, en 1957, un tirano que se aprovechó de los disentimientos raciales de los negros que lo consideraron su líder para luchar contra la hegemonía mulata, pero que terminaron llevando al poder a un tirano y que instauro una dictadura y cleptocracia que gobernó 29 años, durante los cuales implantó un régimen cruel y despiadado que torturó, desapareció y asesinó a miles de haitianos con sus escuadrones de la muerte llamados Tonton Macoute.
En 1971, tras su muerte asumió el poder su hijo, Jean-Claude Duvalier, conocido como Baby Doc, quien gobernó hasta 1986 al terminar derrocado por un golpe de Estado. Desde la caída de Duvalier en 1986 hasta 1990, en cuatro años hubo siete presidentes. En 1990, fue elegido Jean Bertrand Aristide, el primer mandatario elegido democráticamente en la historia del país, en 1991, seis meses después fue derrocado por Raúl Cedras, quien ejerció el poder hasta 1994. Conclusión, después de la caída de la dictadura de Duvalier Haití ha tenido más de 20 presidentes. Por las disputas por el poder entre las élites negras y mulatas solo siete presidentes han concluido sus mandatos, dos en el siglo XIX, tres en el siglo XX y dos en este milenio René Préval y Michel Joseph Martelly, quien entregó el poder democráticamente al mandatario asesinado Jovenel Moïse. Conclusión: todas las intervenciones de las potencias en suelo haitiano han contado con el apoyo de sectores políticos y económicos de las dos élites de acuerdo a las coyunturas políticas internas y externas.