¡Hagámonos pasito!

¡Hagámonos pasito!

"Aceptemos el reto, pongámonos en los zapatos de otros por un instante, intentemos imaginarnos su sentir y su miedo, ofrezcamos el ramito de olivo"

Por: Diana van Gompel de Romero
junio 15, 2021
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¡Hagámonos pasito!
Foto: Piqsels

Nací en Maracaibo, Venezuela, tres días después del golpe de Estado de Marcos Pérez Jiménez y compañía a Rómulo Gallegos. Siete meses después del vil asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en Bogotá. Diez años después mi familia vivía en La Habana, Cuba, y pude ser testigo, ya una niña mayorcita consciente, del recibimiento delirante a Fidel Castro en los primeros días del mes de enero de 1959 y de la huida del dictador Fulgencio. Batista. A veces pienso que ese “aire enrarecido” pudo haberme afectado. Sin embargo, hace 50 años, recién casada cuando vivía en Antejardín frente a la Universidad Del Valle, durante las “peloteras” protegía a los muchachos manifestantes que llegaban a nuestra casa saltando tapias y, al tiempo, salíamos a ofrecerles Kool-Aid y brownies a los policías antimotines.

Contemplo lo que sucede en Colombia, mi patria (por ser hija de payanesa de buena cuna, gente “de bien” que según me cuentan vivía en una casa ubicada en el lugar donde hasta hace pocos días funcionaba la Alcaldía de Popayán recientemente quemada y vandalizada) y siento dolor de patria. Pero ese dolor, intenso y abrumador, lo observo con impotencia al percibir la indolencia, la comodidad, el egoísmo de tantos pocos ante las necesidades, sufrimiento, desesperanza de tantos muchos. Los privilegiados nos hemos acostumbrado a la comodidad, a sentirnos buenos, a creer que somos más, a que nos “sirvan” y para algunos religiosos a creer que a los que sufren “por algo mi diosito los tiene allí!

Defendemos con pasión el derecho a la “protesta pacífica” quizás porque no tenemos nada de que protestar y resentimos cualquier cambio de rutina y, yo me pregunto, cuando un gobierno es sordo e indiferente, ¿en qué momento de la historia la “protesta pacífica” ha producido cambios?

No es gracias a protestas pacíficas que somos República de Colombia y no colonia española, no es gracias a protestas pacíficas que se hayan liberado los esclavos, no es gracias a protestas pacíficas que se evitó que Hitler dominara Europa y así muchos ejemplos.

Condeno la violencia y el vandalismo y condeno los miserables criminales que las fomentan con fines oscuros y aprovechan los reclamos de un pueblo para destruir y agredir.

Cuando la gente está satisfecha, tiene oportunidad de trabajo, salud, alimento, techo, educación no necesita protestar. Hoy, más que nunca, el mundo pide a gritos gobernantes honestos, realmente preocupados por el bienestar de los pueblos que lideran, dispuestos a escuchar sus voces, a conocer sus inquietudes, a crear los medios para la realización de sus sueños, a crear infraestructura, a integrar las clases de industriales, de empresarios, trabajadores, comerciantes, educadores y juventudes para entre todos lograr las soluciones que hagan de nuestro país un ejemplo de progreso social, industrial, y económico.

¡No se puede destruir lo que nos beneficia, la industria, las empresas, los comercios, los medios de transporte! Tenemos que combatir el odio y tender la mano con buena voluntad y con esperanza de construir y no destruir, de fomentar la paz y no la guerra, y de cambiar las armas por azadones volviendo los ojos a ese agro tan olvidado.

Ojalá podamos hacer a un lado nuestra “comodidad” y ser un poco más solidarios e intentemos ejercer nuestro deber y nuestro derecho al voto para no elegir ni a los de izquierda ni a los de derecha sino a personas capacitadas, honestas, pensantes, que quieran servir y que estén dispuestas a buscar y a ofrecer las soluciones necesarias para que todos los colombianos vivamos con dignidad.

Aceptemos el reto, pongámonos en los zapatos de otros por un instante, intentemos imaginarnos su sentir y su miedo, ofrezcamos el ramito de olivo, la bandera blanca, alternativas y opciones para encontrar soluciones, cada cual su granito de arena, escuchemos a los unos y a los otros con respeto y hagámonos pasito.

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