Nos quieren meter ahora en la inútil discusión de si debemos o no, convocar una Asamblea Nacional Constituyente o un referendo a nombre de la tan “cacareada” paz, que se negocia en La Habana. Santos dice que no a la constituyente, si al referendo. Uribe que sí a una constituyente y no al referendo. El vice que sí pero no, y los parlamentarios que no pero sí.
En el 91 se redactó la Carta para cambiar a Colombia y lo único que hemos cambiado es esa misma Carta, de la que queda tan poquito que ya no se puede leer de corrido porque tiene más enmiendas que artículos.
Soy uno de los que no entiende qué tendría de bueno una nueva constituyente, como no sea para hablar y hablar de grandes soluciones y seguir en lo mismo. De eso ya tuvimos suficiente hace 24 años en una experiencia pródiga en ideas y entusiasmo. Cómo será que nos tragamos el cuento de que la Constituyente era el Camino; ha resultado ser un camino culebrero, con minas que estallan por doquier.
No quisiera escuchar más de esos comentarios que defienden las constituyentes y afirman que son buenas. ¿Para qué? Son muy buenas diría yo porque a cada quien le dan lo suyo, cada niño sale con su paleta para que la chupe a gusto hasta que se le acabe. Así fue la del 91, que le dio contentillo a mucha gente: a los narcos, por ejemplo, con la prohibición de la extradición. Ahora tenemos narcos y extradición, aunque en la carta se quería acabar con ambos.
Se le dio contentillo a la rama Judicial y ahora muchas personas quisieran acabarla o reducirla y otros fortalecerla con más Cortes y períodos más largos para los magistrados.
Se creó la figura de la vicepresidencia y se prohibió la reelección y, ahora, sobra la vicepresidencia, se aprobó la reelección y hace una semana se volvió a eliminar. Se creó el Consejo Nacional Electoral, la Defensoría y las Gobernaciones por elección popular y hoy quisiéramos saber para qué sirven cada una de ellas.
Se crearon partidos para las minorías políticas y circunscripciones electorales para las minorías étnicas y hoy los unos son verdes y los otros están verdes.
Se sacó al Sagrado Corazón del texto constitucional pero no hemos logrado desprendernos de funcionarios rezanderos que anhelan restablecer una teocracia inquisidora. Se revocó el Congreso pero hemos elegido durante dos décadas y media Congresos cada vez más malos que también serían deseables revocar. Se prohibieron los auxilios parlamentarios pero se han creado miles de formas para repartir la mermelada.
Podría seguir y seguir analizando los avances de la Constituyente para llegar a la conclusión de que todo cambió en el papel, pero casi nada en la realidad. No seamos ingenuos, si convocamos otra Constituyente las cosas no van a mejorar. Eso no sirvió para nada, una nueva solo serviría para que se reencauchen aquellos que están por fuera del juego: parapolíticos, exguerrilleros o ex cualquier cosa que no funcione.
Una nueva Constituyente le dará otra vez contentillo a todo el mundo y el país ahí, sin salida. Eso sí, los causantes del desastre quedarán felices haciéndonos creer que han hecho grandes cosas. No sé si al final los colombianos salgamos debiendo cualquiera de estas dos ideas, a quienes como hoy en La Habana, hace unos años en el Caguán-Caquetá también afirmaban que el camino para “la patria en paz” era vía constitución o referendo.
Será el pulso político de este año, definirá la agenda electoral para más de uno el 25 de octubre, eso sí, haciéndonos creer…
@josiasfiesco