El pasado 29 de diciembre, el Centro de Pensamiento Libre (CPL) convocó a Sapiens a un grupo de expertos que revisaron los hechos más relevantes del año 2022. El programa tuvo como analista principal a la científica Brigitte Baptiste, quien es bióloga y docente colombiana.
Ella es una mujer transgénero que ha dedicado buena parte de su vida a viajar por Colombia estudiando su megadiversidad. Además, es una de las científicas más importantes del país y un referente en temas de biodiversidad y funcionamiento de los ecosistemas. Por esta razón, abordó uno de los temas más relevantes de la actualidad colombiana: la reforma agraria.
Durante la entrevista hizo gala de la fama que la precede, realizando adicionalmente análisis de las ponencias con un agudo sentido de concreción y una sindéresis que permitió a todos entender con mayor claridad lo expuesto. Esto con un fino sentido del humor y un gran desparpajo. Nos deleitó con su ponencia.
El tema de la reforma agraria está detrás de gran parte de las afugias que hemos venido padeciendo los colombianos desde hace más de 50 años, si no más, porque se trata del tema del acceso a la tierra con perspectivas no solamente de producción de alimentos, sino todo lo que está asociado con ella. Esto es los modos de vida de la ruralidad, el manejo de los paisajes silvestres y de la biodiversidad, asociada obviamente con esta misma ruralidad y los conflictos que se derivan de la exclusión o inclusión de distintos actores en la gestión de la rural.
Este es un tema recurrente, que se ha venido siendo discutido ampliamente, casi por cuatro generaciones académicas. Así mismo, está detrás del conflicto armado, del asunto de la seguridad alimentaria e indudablemente de la sostenibilidad. El tópico es muy relevante, viene forjándose en este gobierno desde el 2022 y va a tomar forma ojalá en el año 2023.
Es algo que puede ser muy renovador y esperanzador, en la medida de que se está trabajando desde varios frentes en el proceso de ajuste de la gestión de la ruralidad. Una parte a partir del cumplimiento de los acuerdos de paz firmados hace ya seis años, los cuales quedaron un poco en veremos, dado que no tuvieron el respaldo que muchos hubiésemos querido, pero que están vivos y tienen un potencial muy grande.
¿En que sentido? En el de crear una ruralidad distinta, una ruralidad equitativa y una ruralidad llena de bienestar. Sí, una ruralidad donde la población que está asociada con la producción de alimentos, el cuidado del ambiente y del territorio tenga como mínimo condiciones equivalentes a la de los habitantes urbanos en términos de acceso a la salud y a la educación, ingresos monetarios y otro tipo de indicadores de bienestar.
Entonces podemos pensar que están sobre la mesa todas las fichas que se han venido planteando en los últimos años, que tienen relevancia y que están asociadas con este proceso de reforma agraria. Por supuesto que sigue habiendo muchas preguntas, toda vez que una reforma agraria no es como la pensábamos en los años 60 o 70.
No se trata únicamente de lo relacionado con la distribución de la tierra y el acceso del proletariado rural a los medios de producción, sino del planteamiento de una nueva manera de relacionamiento con los ecosistemas, las ciudades y el comercio global; que son asuntos delicados que habrá que ir desempacando poco a poco.
La buena noticia es que se va viendo que se están considerando mucho de estos aspectos de manera integral, pues no solamente se está pensando en la reforma agraria desde el sector agrario y de la producción. También se contempla como un elemento fundamental de la superación de la pobreza, la búsqueda de la soberanía alimentaria, la restauración o conservación de los ecosistemas, la transformación de los cultivos de uso ilícito, y la seguridad ambiental.
Así pues, existen muchos componentes de la reforma rural como se está planteando actualmente que sí se pueden abordar durante el 2023 y que nos permitirían construir un país completamente distinto. Por ello es importante que se esté hablando a fondo este tema, que se esté pensando en la integralidad y finalmente que haya en la mesa elementos como la bioeconomía, la economía verde y los procesos de transición energética.
Entonces, la reforma rural realmente acoge muchos de los retos que nos deben llevar hacia un país más sostenible, más equitativo, más participativo y más democrático. En el siglo XX, varios gobiernos trataron de abordar esta temática sin éxito. Ese fue el caso de Alfonso López Pumarejo en 1936 y Alberto Lleras Camargo en 1961.
El principal obstáculo ha sido el temor a perder los privilegios asociados con la tenencia de la tierra y especialmente con la acumulación de tierras; porque esta da espacios para acceder a créditos, definir procesos productivos, y controlar el uso del agua, la fertilidad de la tierra y los servicios ecosistémicos. Así pues, la propiedad o el acceso a la tierra es un elemento central en la distribución de poder, por lo que hay una lucha de intereses importantes en torno a ella que proviene desde la colonia.
Esto tiene que ver con el acceso a la tierra de los indígenas, de las comunidades afro y de los campesinos; situación que nunca ha sido comprendida o trabajada de manera integral, y que se ha convertido en un cuello de botella. Por eso es que es tan importante en estos momentos la participación del presidente de Fedegan tanto en las conversaciones de paz como en el proceso de definición de tierras y de la ganadería en Colombia. Lo anterior es uno de los componentes de la historia de inequidad y de asimetría en el acceso a la tierra.
Entonces ahí encontramos muchos elementos positivos que han sido reconocidos por el gremio de los ganaderos como componentes para las apuestas agroecológicas, el relacionamiento con la vida silvestre, el bienestar animal y la participación de la mujer, que son algunas vertientes que vienen creciendo en los últimos años y definiendo una lectura distinta. Ahí encontramos tanto el obstáculo como la posibilidad, que cada vez se va abriendo más, para que en un futuro podamos hablar de una Colombia sostenible (hasta aquí la ponencia).
El panorama presentado por Brigitte nos llena de optimismo y nos hace pensar en la viabilidad de que Colombia pueda llegar a ser una potencia mundial en la producción de alimentos, como lo ha manifestado Cecilia López (ministra de Agricultura), y que de la mano de ese desarrollo y de la redistribución equitativa de las tierras productiva se pueda consolidar por fin la paz en nuestros campos.