¿Hacia una eventual biopolítica digital?

¿Hacia una eventual biopolítica digital?

"Se hace cada vez más urgente una política digital de datos bien definida que pueda proteger los intereses colectivos sin invadir la esfera de los datos privados"

Por: Carlos Viloria Anton
mayo 04, 2020
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¿Hacia una eventual biopolítica digital?
Foto: Pixabay

El año pasado un suceso paso inadvertido. BlueDot, una inteligencia artificial encargada de alertar posibles brotes de enfermedades infecciosas en los humanos, emitió una alerta temprana sobre posibles casos de una “neumonía inusual” en la ciudad China de Wuhan. La alerta fue emitida el 31 de diciembre del año 2019, dos meses antes de que la Organización mundial para la salud (OMS) emitiera el estado de emergencia mundial por el ya identificado con nombre y apellido Covid-19 (Naude, 2020, P. 2). ¡Premonitorio! No hace falta decirlo. Ya con la pandemia en plena efervescencia, nos llega desde la misma Wuhan otro suceso: la ciudad epicentro del Covid-19 reporta cero casos de personas hospitalizadas por el mortal virus (ver). Lo que conecta uno y otro suceso no se cimienta en que ambos se refieran a Wuhan; más sí que ambos, directamente para uno e indirectamente para el otro, posean como telón de fondo el papel de la tecnología en esta crisis sanitaria.

China en particular y Asia en general lo supieron desde un principio: la pandemia del Covid-19 era algo serio. Los países orientales no recurrieron a hostias sagradas ni algún tipo de intervención divina para hacerle frente al virus, más la mezcla entre ciencia y tecnología, junto a una política sanitaria rígida, fueron los ingredientes esenciales del bálsamo para aplacar al virus. Entre la reunión tripartita de estos tres elementos destaca uno nuevo que debuta en el control de pandemias: la tecnología, en particular las inteligencias artificiales y el big data. Las cifras hasta ahora respaldan la unión de estos tres elementos; hoy día, China en particular y Asia en general, se alzan con la corona en materia de contención del virus, mientras los países occidentales, con sus cifras alarmantes, luchan en una mortal carrera diaria por ver quien tiene el menor número de muertos y contagios (Ver).

Si, la eficiencia de los orientales es incuestionable y resulta elocuente por si misma; pero también se ha de admitir que es un mecanismo igualmente eficiente como regulador poblacional, una biopolítica en el sentido total de la palabra, aunque no en el más puro de la misma, pues ya en estos países opera una biopolítica distinta, mutada, actualizada: una biopolítica digital. Así lo confirma el filósofo coreano Byung Chul Han (2020) “…para enfrentarse al virus los asiáticos apuestan fuertemente por la vigilancia digital. Sospechan que en el big data podría encerrarse un potencial enorme para defenderse de la pandemia. Se podría decir que en Asia las epidemias no las combaten solo los virólogos y epidemiólogos, sino sobre todo también los informáticos y los especialistas en macrodatos.”

Ante aquel panorama, los países occidentales parecieran no querer enterarse; prefieren quedarse sobre terreno conocido, al menos a primera vista. Contraponer modelos de respuestas sanitarias orientales y occidentales no es más que avivar las dicotomías que siempre han existido en una mitad y la otra del mundo. En efecto, los modelos de respuesta sanitaria occidentales fueron artos diferentes a los orientales, cosa que recalca muy bien el mismo Chul Han (2020) al afirmar sobre la situación europea: “Parece que Europa no puede controlar la pandemia (…) Los cierres de fronteras son evidentemente una expresión desesperada de soberanía. Nos sentimos de vuelta en la época de la soberanía. El soberano es quien decide sobre el estado de excepción. Es soberano quien cierra fronteras. Pero eso es una huera exhibición de soberanía que no sirve de nada.” Renglón seguido concluye, más convencido del mecanismo sanitario oriental que del occidental “Al parecer el big data resulta más eficaz para combatir el virus que los absurdos cierres de fronteras que en estos momentos se están efectuando en Europa.”

Las radiografías hechas hasta este momento de las sociedades orientales y occidentales en medio de la crisis sanitaria, ejemplifican de manera bastante acertada lo que filósofos como Michel Foucault y Gilles Deleuze llamarían sociedades disciplinarias y sociedades de control. En efecto, las sociedades disciplinarias gestionan de manera eficaz a una población por medio del poder disciplinar, actuando sobre el sujeto, fabricándolo. Como si de una línea de montaje se tratase, su conducta es moldeada, enderezada en el mejor de los casos, paso a paso por medio de indicaciones precisas en estricta vigilancia, siempre teniendo al alcance de los ojos el látigo disciplinario del castigo en dado caso de resistencia (Foucault, 2001, P. 195). Lo llamativo de estas sociedades estriba en que tienen como valor fundamental y mayúsculo el encierro, el confinamiento de los sujetos en instituciones como fábricas, escuelas, hospitales. En el estado de crisis sanitaria actual, este tipo de sociedades se ve reflejado en occidente; se controla cerrando fronteras y confinando a la población; se vigila por medio de autoridades expectantes ante toda aquella persona que viole el confinamiento; y se castiga por medio del aparato jurídico.

Si quisiéramos hacer aquello mismo con las sociedades orientales, tendríamos que situarlas como sociedades de control. En contraste con las sociedades disciplinarias, este tipo de sociedades se cimientan sobre las bases del control continuo (monitoreo) y la comunicación instantánea. Aquí los encierros y confinamientos se tornan obsoletos, simplemente carecen de sentido en este tipo de sociedades, más el fetichismo por los datos de los sujetos monitoreados solo crece más y más, un datismo en estado puro. Los datos se hacen extremadamente valiosos al punto de que un sujeto es visto como un mercado, un banco repleto de información fresca para recopilar (Deleuze, 2005, P. 118).

Solo basta ver como en tiempos de pandemia países como China y Singapur utilizan el big data y la inteligencia artificial como regulador poblacional. Hangzhou, ciudad China, implemento un sistema semafórico para regular la movilidad de sus habitantes. A cada habitante se le otorgaba un código QR sanitario que podía variar en tres diferentes colores; si una persona recibía un código de color verde podía moverse libremente; si en cambio recibía uno amarillo debería hacer una cuarentena de siete días; y si por lo contrario una persona llegase a recibir uno rojo la cuarentena seria de 14 días (Ver). Asimismo, singapur posee una app que lanza constantemente un código cifrado que comparte con otros teléfonos. Si una persona llegase a ser identificada como contagiada por el virus, la persona en cuestión, podría decidir si comparte o no esa información. Si así lo hiciese, el App le informaría a toda aquella persona que pudo estar en contacto con el contagiado para que tome las medidas sanitarias adecuadas (Ver).

No hay que denigrar de ningún modo a la inteligencia artificial y al big data. Ciertamente son armas poderosas en tiempos de pandemia. Véase el caso de como una inteligencia artificial creada en China ayuda a identificar casos de Covid-19 leyendo placas pulmonares en aproximadamente diez segundos, cosa que le tomaría a los médicos de forma manual más o menos 15 minutos (Mcall, 2020, pág. 167); o aquel otro caso en donde se planea la utilización de “chats bots” alimentados por medio del big data que podrían dar recomendaciones sencillas a la población para prevenir el virus, a la par de brindar consultas virtuales a las personas que presenten síntomas leves asociados al virus, aligerando así la carga de los médicos en los hospitales (Wei Ting, Lawrence , Dzau, & Wong, 2020, P. 460). Satanizar una tecnología que puede hacer este tipo de cosas resulta cuanto menos incoherente.

En buenas manos el big data y la inteligencia artificial generan resultados muy positivos. Pero esto no los exime de tener siempre latente ese porcentaje de peligrosidad en el fondo. Se hace cada vez más urgente una política digital de datos bien definida que pueda proteger los intereses colectivos sin invadir la esfera de los datos privados. La urgencia solo incrementa mas cuando sabemos que estamos ad portas de que dos gigantes de la tecnología como Google y Apple diseñen en conjunto un sistema que podría recoger datos de los teléfonos móviles con el fin de monitorear mas de cerca al virus (Ver). Las sociedades de control se encuentran en procesos de migración. Ya España presenta su propia aplicación para luchar contra el Covid-19 (Ver) mientras América latina ya empieza a evaluar y analizar sus oportunidades de digitalización (Ver). No deseamos en ningún momento que este articulo sea motivo de alarma, mas si que despierte la reflexión en las mentes de los que lo lean. Incitamos aquí a hacer un parto socrático de ideas y reflexiones sobre nuestro momento presente, así podremos evitarnos mayúsculos dolores de cabeza en un futuro, uno donde quizá, no tengamos el mismo margen de maniobra.

Referencias

Chul Han, B. (22 de Marzo de 2020). La emergencia viral y el mundo de mañana. El pais. Obtenido de https://elpais.com/ideas/2020-03-21/la-emergencia-viral-y-el-mundo-de-manana-byung-chul-han-el-filosofo-surcoreano-que-piensa-desde-berlin.html

Deleuze, G. (2005). Posdata sobre las sociedades de control. En C. Ferrer , El lenguaje libertario. Antologia del pensamiento anarquista contemporaneo (M. Caparros, Trad., págs. 115-121). La plata, Argentina: Terramar. Obtenido de http://www.fondation-besnard.org/spip.php?article2947

Foucault, M. (2001). Vigilar y castigar. . Mexico D.F: Siglo Veintiuno Editores.

Mcall, B. (2020). COVID-19 and artificial intelligence: protecting health-care workers and curbing the spread. The Lancet Digital, 2(4), 166-167. doi:https://doi.org/10.1016/S2589-7500(20)30054-6

Naude, W. (2020). Artificial Intelligence against COVID-19: An Early Review. IZA Discussion Paper No. 13110. Obtenido de https://ssrn.com/abstract=3568314

Wei Ting, D. S., Lawrence , C., Dzau, V., & Wong, T. (2020). Digital technology and COVID-19. Nature medicine, 26, 459-461. doi:https://doi.org/10.1038/s41591-020-0824-5

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