El Partido Liberal colombiano está crisis ideológica. Encandilados por el afán de conseguir beneficios burocráticos y electorales la mayoría de sus actuales miembros han abandonado las históricas causas rojas para buscar la bendición del gobierno neoconservador de Iván Duque. Sí, estos señores no están preocupados por defender las tesis libertarias, sino por rendirle pleitesía al ejecutivo nacional.
Esto resulta aún más triste en las regiones. Allí el partido ha pasado a ser un simple dispensador de avales: se acredita la candidatura de todo aquel que dice tener unos votos sin importar su concepción de Estado y de sociedad. No cabe duda, urge en Colombia un movimiento que defienda de verdad el ideario liberal, una nueva corriente política que se oponga a las ideas retardatarias y excluyentes, que sea abierta, reflexiva, crítica, progresista, tolerante.
Se necesita en la arena democrática una expresión ideológica que le haga honor al ser humano, a la libertad y a la fraternidad. Un liberalismo con sentido social que se oponga al radicalismo, al autoritarismo y al populismo, que tenga presente los siguientes presupuestos:
- Las armas del Estado son para proteger la libertad y la vida de los ciudadanos, no para violarlas. Debe garantizarse el derecho a vivir y a morir con dignidad.
- Hay que defender la división de los poderes públicos, el sistema de pesos y contrapesos, la oportunidad de elegir y ser elegido, la rotación en los cargos de elección popular y los mecanismos de democracia directa: las consultas populares, los cabildos abiertos, la revocatoria del mandato, la protesta, la acción de tutela.
- El diálogo y la deliberación pública son los instrumentos idóneos para resolver los conflictos sociales e históricos.
- Un verdadero liberal debe apoyar la eutanasia, el aborto médico, la dosis mínima, la reflexión sobre la legalización de las drogas, la libertad de cultos, el medio ambiente sano, las comunidades indígenas como sujetos de derechos, la separación entre el Estado y las iglesias, el matrimonio igualitario y la adopción igualitaria.
- El emprendimiento individual es la fuente para generar bienestar social y económico. Hay que valorar la creatividad y los esfuerzos de la gente.
- No hay que oponerse a la globalización de la economía, sino más bien abrirse a los mercados internacionales, pero garantizando la protección social de los trabajadores, el empresariado nacional, los recursos naturales y el patrimonio cultural.
- La propiedad privada debe respetarse, promoverse y democratizarse, pero comprendiendo que tiene unas restricciones sociales y ambientales.
- Sin caer en el paternalismo ni en el asistencialismo, el Estado debe intervenir para reducir la pobreza, garantizando el acceso a la educación, a la salud, a la recreación, a la vivienda y al trabajo.
- Un liberalismo que no se oponga de manera radical e insensata a la privatización de los servicios públicos, pero que reflexione siempre sobre la calidad y el costo de la prestación de los mismos y los derechos de los ciudadanos.
- Hay que leer a estos liberales: John Stuart Mill, John Rawls, John Maynard Keynes, Émile Durkheim, Isaiah Berlin y Norberto Bobbio.
El Partido Liberal camina hacia un abismo, va vestido de azul cielo, con la mano firme en el corazón y la mirada hacia el frente. Está deslumbrado con un poder efímero, con un poder que otra ideología maneja. Tal vez es el momento justo para que nos encontremos los verdaderos libertarios que están dentro y fuera de la política. Ante tanto populismo de izquierda y de derecha que anda en el ambiente, las ideas liberales pueden surgir como una tercera vía que inspire confianza, moderación y transformaciones. El pueblo debe agitar estas tesis, el pueblo debe trazar su propio destino.
¡Liberales de toda Colombia, uníos!