El planeta está saliendo de la cuarentena del mismo modo en que entró, a ciegas. Esta pandemia que trae atormentado el mundo entero, que nos ha llenado de miedos y que ha impuesto una nueva manera de vivir desde diciembre del 2019, parece estar cediendo ante las rígidas medidas adoptadas bajo las instrucciones de la Organización Mundial de la Salud - OMS.
Los países fueron cayendo uno tras otro en el inevitable contagio de un virus que nadie conocía y que irrumpió en una ciudad de la China para regarse como pólvora hasta los países más alejados. Inicialmente Occidente miró con desdén y con desinterés a Wuhán la ciudad donde apareció el primer caso de coronavirus. Para la mayoría de la población mundial ese nombre no significaba nada. Es más, creíamos que era una aldea y hemos venido a descubrir, gracias al covid-19 que es toda una metrópolis, con gran actividad comercial, edificaciones modernas y una población más grande que la de muchos países.
Desde los primeros días de enero ese nombre se ha repetido miles de veces. Primero con susto, segundo con admiración y ahora último, gracias a Donald Trump, mucha gente siente hasta rabia y odio porque se han dejado convencer de que el virus es producto de una conspiración de China contra Occidente. Pero cualquier sentimiento que tengamos, la verdad es que ya todos sabemos qué es Wuhan y no se nos olvidará nunca ese nombre.
La propagación del virus fue más rápida que la información sobre el mismo. Hemos ido aprendiendo en el doloroso camino de casi 5 millones de contagiados y más de 300.000 muertes. A cada uno de los países ha ido entrando el contagio como un visitante colado e inesperado. En cada país se ha recibido como mejor se pueda, algunos más preparados que otros, pero no porque supieran del virus sino porque ya tenían un desarrollo en salud superior. Aun así la pandemia los ha hecho sufrir como si fueran un país en vías de desarrollo. Ese ha sido el caso de Europa, el segundo lugar después de la China en ser epicentro de la enfermedad.
Y la situación de ignorancia sobre esta pandemia se ha repetido en todos los países, no importa que se llame Gran Bretaña, Italia, Alemania o El Salvador, Ecuador, Colombia. El coronavirus nos ha cogido a ciegas, tanto así que algunos políticos lo han subestimado llamándolo “gripita”. A cada uno de estos políticos el virus le ha pasado la cuenta y han tenido que admitir, a las malas, la orientación de la OMS, llamar epidemiólogos y entregarle el manejo de semejante problema al personal de salud. Pero aun así sentimos que seguimos dando palos de ciego.
Ahora ya no se trata de aceptar o no la llegada de la pandemia. Se trata de salir de la medida más difícil tomada para intentar que el contagio se hiciera más lento, la cuarentena. Y es que la pandemia no solo se ha traducido en muertes muy dolorosas si no que se ha convertido en una verdadera amenaza para la economía mundial. Miles de empleos se están perdiendo, millones de personas están a las puertas de la miseria y del hambre. Lo peor es que no hay recursos suficientes para contrarrestar esta nueva tragedia.
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Como se considera que el confinamiento preventivo obligatorio es el causante de la crisis económica, todos los países están viendo la forma de sacarnos otra vez a la calle
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Como se considera que el confinamiento preventivo obligatorio, como lo llama nuestro gobierno, es el causante de la crisis económica, todos los países están viendo la forma de sacarnos otra vez a la calle. Algunos van más adelante que otros. La ciudad de Wuhan, por ejemplo, ya recuperó su actividad económica. Italia, España y Alemania están abriendo sus negocios lentamente. Estados Unidos, epicentro en este momento del coronavirus, se debate entre abrir los negocios o salvar vidas. Y nosotros vamos por ese mismo camino, con el anuncio del presidente Duque de que, a partir del lunes pasado, algunas actividades económicas que hayan logrado establecer los protocolos de bioseguridad podían reiniciar. Y la gente se fue la calle a rumbear y a trabajar.
Es que las puertas en una avalancha no se pueden abrir un poquito porque se viene la montaña encima y termina entrando lodo por toda la casa. Eso es lo que parece estar sucediendo en este desordenado país donde la gente considera que si el presidente autorizó a algunos ya todos podemos salir. El susto es que se nos dispare la curva de contagios y entremos al tan tenido momento en que colapse nuestro sistema de salud.
Ojalá no estemos caminando con los ojos cerrados hacia el abismo.