¿Les pasa a ustedes, tal y como me sucede a mí, que cada despertar en nuestro país es una especie de déjà vu? En otras palabras, es como si día a día le diéramos vueltas al mismo círculo vicioso de la violencia, la inseguridad y las malas noticias.
Hace unos años nos vendieron el proceso de paz con las Farc como la panacea, como la solución a todos nuestros problemas. Muchos se tragaron ese sapo, tal y como antes ya otros tantos se habían tragado el del proceso de desmovilización de las autodefensas.
Poco o nada ha cambiado. Siguen las muertes, los secuestros, las extorsiones. Regresaron los confinamientos a poblaciones enteras y las amenazas a los empresarios. Y con todo esto regresa el miedo, la incertidumbre, las ganas de salir corriendo para evitar una tragedia.
Día a día que camino Colombia me encuentro con estos sentimientos que no me son ajenos. No tengo necesidad de vivir un episodio violento para saber lo que se siente cuando de un momento a otro ves que todo por lo que luchaste en la vida está en riesgo. Me pongo en los zapatos de tantas personas con las que converso y me lleno de una profunda tristeza.
Hoy, Antioquia tiene a dos de sus municipios en una penosa situación de inseguridad. Argelia y Nariño están en medio, de acuerdo a la información oficial, de la ofensiva del Clan del Golfo como retaliación a los operativos de la fuerza pública contra la minería ilegal, y ¿qué hace el gobierno?
Poco o nada sería la respuesta, pero no seamos injustos, digamos que hacen lo ordinario, citar a un consejo de seguridad, ofrecer recompensas, aumentar por unos días los operativos del Ejército y la Policía. No obstante, no elegimos a los gobernantes para que hagan simplemente lo que tienen que hacer sino para que vayan más allá, para que hagan lo extraordinario.
Necesitamos a los gobernantes más en la calle y menos en el escritorio. Necesitamos que escuchen más a las comunidades y menos promesas. Necesitamos que les den soluciones reales y no paliativos que se anuncian solo para el titular de prensa.
Churchill decía que “nunca se debe dar la espalda a un peligro amenazante y tratar de escapar de él. Si se hace eso, se duplica el miedo, pero si lo enfrentas de inmediato y sin titubear, el miedo se reduce a la mitad”, por ello solucionar los problemas de seguridad en Colombia es un imperativo que no da espera. El tiempo se agotó.
La indignación que nos causa la violencia es un sentimiento de décadas que infortunadamente seguimos cultivando, no obstante también somos testigos de la indolencia de muchos y la ineficacia de las autoridades. Es el momento de cambiar nuestra perspectiva y juntos hacerle frente al enemigo común. No más incertidumbre. ¡Estamos listos!