En 1977 las organizaciones afiladas a la federación sindical UTRECOL (Unión de Trabajadores Colombianos del Espectáculo y la Comunicación), conjuntamente con ACOTV (Asociación Colombiana de Televisión) sindicato que agrupaba a los trabajadores del desaparecido Instituto Nacional de Radio y Televisión (INRAVISION), proclamaron octubre como el mes del artista colombiano. Lo anterior, buscando principalmente la dignificación de una profesión en donde solamente se veía por parte del Estado los “homenajes póstumos”. De la misma manera, persiguiendo la seguridad social de los trabajadores del arte, especialmente en el tema pensiones, que sigue siendo una quimera, incumpliendo los artículos 70 y 71 de la Constitución Nacional que ordenan estímulos a personas que ejerzan esa actividad.
Las organizaciones internacionales UNESCO y OIT reconocen que los artistas son trabajadores y que los Estados les deben brindar la protección social requerida. Así pues, en el mes del arte nacional colombiano, como también se le denomina de acuerdo a la ley 881 de 2004, se debe reflexionar profundamente sobre la difícil situación social y económica de la mayoría de exponentes de nuestra cultura que han dedicado su vida en favor de las expresiones musicales, escénicas, plásticas y literarias, entre otras. Debe materializarse la pensión de los artistas al llegar a la edad de jubilación. Esto, con los recaudos de la estampilla Procultura y recursos públicos, beneficiando si es posible a la totalidad de creadores y gestores, ya que esto sería un acto de elemental justicia, subrayando que el Congreso de la República tiene la palabra.
El arte y la cultura jamás deben de estar al servicio de regímenes totalitarios como el fascismo, el nazismo y el comunismo, quienes los han utilizado para sacar provecho político abyecto, ignorando su condición libre, independiente, creativa y espontanea. Estos no se pueden convertir en apéndice de partido o movimiento político alguno, pues la manipulación burocrática rastrera rompe con el encanto de la belleza en la expresión espiritual artística que busca la comprensión, la tolerancia y la hermandad entre los pueblos, aspirando a un mundo mejor, contrario a la dictadura y la violencia practicadas por el marxismo-leninismo que envilece a las naciones.
Aunque el arte y la cultura han sido en muchas ocasiones doblegadas por el mercantilismo desde hace siglos, no se puede ignorar su condición libertaria, mostrando de manera nítida la estética como una expresión noble del ser humano que añora la felicidad mediante la generosidad de su creación. Al igual que el científico, el artista al realizar su obra le da a las personas alegría y bienandanza.
La monserga comunista acerca de que todo tiene su sello de clase es una invención para engañar incautos, ya que hay que reiterar que las clases se encuentran en los animales y plantas. Los seres humanos somos únicos e irrepetibles y lo que existen son niveles socioeconómicos. Por lo tanto, el arte y la cultura no son patrimonio político de nadie, ya que la libertad es su condición sagrada, porque su humanismo le trae esperanzas a la tierra al repudiar con su acción creativa a la xenofobia, el racismo y la homofobia, lastres que todavía desgraciadamente persisten en algunos lugares del planeta, pero que tendrán que superarse mediante el trabajo de la ciencia, el arte y la cultura.
No está por demás recordar que la inmensa mayoría de las organizaciones sindicales del arte, la cultura y el espectáculo en el país se encuentran afiliadas a la Confederación General del Trabajo (CGT), entidad de tercer grado que siempre ha dado muestras de solidaridad con los trabajadores de un sector que ha sido olvidado por los gobiernos, pero que aspira más temprano que tarde lograr sus reivindicaciones, comenzando por la dignificación de su profesión mediante la seguridad social, acorde con quienes han sido los mejores representantes de la identidad nacional, que indiscutiblemente son los artistas.