Llevaba en su sangre la irreverencia de las mártires de la revolución comunera, así como Domitila Sarasty, Dominga Burbano, Manuela Cumbal y Josefina Obando. Adriana Fernanda Benítez fue también marcada por el sino de la muerte trágica y de la consecuente inmortalidad.
Transcurría el año 2000. Ella era estudiante de noveno semestre de Economía en la Universidad de Nariño. Con el coraje como bandera, con su sagacidad como capital y con un estudiantado ávido por la materialización de sus derechos como ejército, supo librar grandes luchas.
Su voz y sus cánticos aún retumban en los pasillos de la Udenar, pero sobre todo en corazones en los que aún flamea la llama del amanecer libertario. Adriana trabajó por las madres cabeza de familia en barrios marginales de Pasto, luchó incesante contra el entonces denominado "Plan Colombia", encabezó la movilización general contra el incremento de las tarifas del bus urbano y fue en su momento la líder indiscutible del Movimiento Radicales Libres.
Adriana sobrepasó sin reparo la frontera entre las palabras y los actos. Supo cumplir cabalmente aquel postulado de Simón Bolívar: "El que abandona todo por ser útil a su patria no pierde nada y gana cuanto le consagra".
Tal vez ello fue lo que llevó a que el paramilitarismo, al mando de Carlos Castaño, firmara su sentencia de muerte, la misma que fue cumplida por Harold Veira López (alias Motosierra) el 14 de octubre del año 2000 en la Plaza de Nariño, después de participar en un acto con madres comunitarias.
In memoriam de Adriana Fernanda Benítez Perugache, la Flor de la Universidad de Nariño.