La semana pasada nos enteramos con horror del asesinato, cocido a puñaladas, de un muchacho norteamericano que trabajaba para la DEA, Agencia Antidrogras de los Estados Unidos.
Como sucede a diario en el desorden del tráfico, tuvo que tomar un taxi en la calle, seguramente porque no lo consiguió por teléfono. Y es que hay horas en que es absolutamente imposible conseguir trasporte en la capital y eso que estaba en uno de los sitios más “play” de Bogotá, el parque de la 93. A pocas cuadras de allí lo abordaron los hampones y cuando se resistió, simplemente lo mataron.
Menos de una semana después la policía identificó a los delincuentes, los capturó y ahora están listos para una extradición exprés. Con esto no le van a devolver la vida al muchacho, pero por habrá seis asesinos menos en las calles de Bogotá.
Muy doloroso que esto pase en nuestras ciudades. Hay que solidarizarse con cualquiera que tenga la desgracia de caer en estos malditos “paseos millonarios”, sea del origen que sea. También hay que reconocer que cuando las autoridades se ponen las pilas y se fajan a trabajar, hacen operativos estrellas.
Algo parecido sucedió hace poco con los ciudadanos españoles que secuestraron en la Guajira. Los rescataron con vida y detuvieron a una parte de la banda extorsionista.
Muy bien por nuestra policía, pero no deja de producir cierta molestia que no opere con la misma eficiencia, ni se genere el mismo interés del alto gobierno, cuando se trata de una persona colombiana, sin apellidos de alcurnia, ni distinciones de ninguna especie. Cuando el delito le sucede a alguien del común.
Muchos son los casos de burundanga, paseos millonarios y atracos callejeros que suceden a diario, no solo en la capital sino en todas la grandes ciudades de Colombia y a muy pocos se les presta atención. Ni la policía actúa, ni los hospitales atienden como se debe a una persona víctima de una intoxicación por escopolamina, ni se desarticulan pandillas dedicadas a estos delitos.
Lo digo con autoridad porque lo viví hace muy poco en mi propia familia. Pero basta con que ustedes pregunten, para encontrar que los rodean miles de casos que pasaron inadvertidos para las autoridades. Se hacen denuncias que sólo sirven para obtener el comprobante de la pérdida de los papeles y para volverlos a sacar en la Registraduría, los bancos, o el tránsito
La situación de inseguridad se salió de las manos. La gente desesperada ha empezado a preguntarse si es que hay que ser de la DEA o ciudadano español para que tengamos el apoyo de la policía, para que el gobierno ofrezca recompensas por los bandidos que a diario nos agreden o para obtener atención inmediata de las autoridades.
El bombo que se hizo con la “erradicación” de las ollas, fue solo eso, ruido, porque al parecer la delincuencia se movió de allí, se reacomodó y ahora anda dispersa por todos los rincones de nuestras ciudades.
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