Muchos se temen (y con algo de razón cuando recuerdan las amenazas electorales del candidato) que la inesperada victoria de Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos trae consigo automáticas deportaciones masivas de inmigrantes —indistintamente tengan o no tengan papeles—. Igualmente albergan el temor que Trump no solo va a cumplir su promesa de construir un muro que separe a los estadounidenses de los mexicanos y centroamericanos, sino que va a restringir de manera drástica toda inmigración hacía Estados Unidos, especialmente de América Latina, Asia y de los países árabes.
El autor de esta nota considera que dichos temores, especialmente sobre las deportaciones masivas, van a ser muy difíciles de poner en marcha por varias razones, siendo la principal de ellas que el día que Trump saque a patadas a los millones de inmigrantes de México o de cualquier otro país, la economía de Estados Unidos se desploma como un castillo de naipes.
Pretender reemplazar a estos inmigrantes
por mano de obra local es un ejercicio inútil
dado que dicha mano de obra no existe localmente
Principiemos por la agricultura, en donde más de ocho millones de mexicanos y dos millones de centroamericanos laboran. Esta mano de obra inmigrante está concentrada en el occidente de EE. UU., principalmente en California. En su mayoría los inmigrantes son trabajadores que prestan sus servicios en época de cosecha, muy en concreto en los sectores hortofrutícola y vinícola en donde la mecanización o es imposible, o tiene un costo prohibitivo. El dilema para Trump es muy sencillo: deportar a estos inmigrantes, generalmente indocumentados, haría que estos cultivos se pudran en la mata. El pretender reemplazar a estos inmigrantes por mano de obra local es un ejercicio inútil dado que dicha mano de obra no existe localmente. La deportación masiva no solo llevaría a la quiebra a centenares de miles de agricultores sino que forzaría a EE. UU. a tener que importar millones de toneladas de comida, importaciones innecesarias que es precisamente lo que Trump quiere evitar.
Por otra parte, están los millones de inmigrantes que desempeñan oficios humildes o de muy baja remuneración como son los lavaplatos en los restaurantes, los jardineros, los operarios de limpieza pública, los choferes de taxi, y los empleados y empleadas domésticos. Al no estar los gringos dispuestos a asumir estos empleos, y de quedarse, por dar cualquier ejemplo con la basura sin recoger, la reacción de los estadounidenses de mayores ingresos ante una eventual deportación haría tambalear a la administración de Trump.
Por último están los inmigrantes altamente calificados como aquellos que trabajan en Silicon Valley y en el sector de la salud. Muchas de las compañías en el sector de la alta tecnología; y en los hospitales y Centros de investigación médica no serían viables sin la cooperación de centenares de miles de científicos y profesionales de muy alta calificación, provenientes principalmente de China, Europa Oriental y la India, que prestan sus servicios en estos sectores. El restringir drásticamente la entrada de estos inmigrantes pondría seriamente en duda el liderazgo de Estados Unidos en un campo estratégico como es la tecnología y la salud.
Finalmente está el sector de educación en donde centenares de miles de inmigrantes prestan sus servicios como profesores y docentes, administrares y personal de apoyo, por no hablar de estudiantes. Restringir a estos inmigrantes puede llevar a centenares de instituciones educativas a cerrar las puertas, precio que difícilmente puede el país asumir.
La estrategia de Trump, tan mal intencionada como equivocada,
de culpar a los inmigrantes de todos los males
era básicamente para cautivar votos de ingenuos y resentidos
La estrategia de Trump, tan mal intencionada como equivocada, de culpar a los inmigrantes de todos los males que aquejan a EE.UU. era básicamente para cautivar votos de ingenuos y resentidos. El pretender construir un muro en la frontera con México, muro que sería una burda copia del infame ‘Muro de Berlín’, llevaría a Trump a convertirse en el hazmereír del mundo. Una vez instalado en la Casa Blanca, Trump se va a dar cuenta que la mayoría de sus necias promesas electorales no tienen asidero en la realidad y dichos juramentos van a terminar es en los anaqueles del olvido.