Cuando viaje el presidente Gustavo Petro a China, debería aprovechar y pedirle al partido comunista chino que gobierna a esa nación desde Pekín, la legalización de la cocaína en el país asiático, teniendo como base el discurso pronunciado por el mandatario colombiano en la 77 Asamblea General de la ONU el 20 de septiembre, para saber qué le responden; pues parece que la legalización del narcotráfico, únicamente la buscan los comunistas en los países occidentales de acuerdo al marxismo cultural.
Porque acorde al programa del marxismo cultural, legalizar la droga, les corresponde a los países occidentales, pues naciones como China, no lo permitirían, o sea que con la legalización de la droga se pretende menoscabar los valores occidentales, mediante una receta que no es asumida a nivel mundial. Pero además para utilizar bien la visita a Pekín y ser coherente con su discurso en la ONU, el presidente Petro puede pedirle al gobierno de China, que no utilice más los combustibles fósiles, causantes del calentamiento global, igualmente para saber qué responde Pekín sobre el asunto; recalcando que China es el mayor país contaminador de la atmósfera con sus emisiones de CO2.
Importantes políticos de lo que llaman izquierda, plantean que el narcotráfico no es una causa de la violencia en Colombia, sino un efecto, de igual manera lo ha esbozado el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, cuyo nación ha tenido anualmente, cerca de 31 mil asesinatos a manos de las mafias narcotraficantes, porque en primer lugar ese flagelo es un delito internacional y como cualquier negocio obedece a la ley de la oferta y la demanda, así que frente a una situación de violencia como la que vive Colombia en varias regiones por causa del narcotráfico, no puede haber romanticismo, puesto que ese delito genera también exclusión social.
Como cualquier otro delito con los que conviven las sociedades, el narcotráfico se aumenta o disminuye de acuerdo a las circunstancias, y sólo se acabará hasta que la humanidad le tenga una solución de fondo, dado que es bien conocido que los delitos económicos no sólo se cometen por necesidades apremiantes de los transgresores, sino que además la avaricia por el dinero está presente en muchos de ellos, como siempre ha quedado plenamente demostrado; de manera que en la lucha contra el narcotráfico a lo máximo que puede aspirar el país es a reducir de manera notable los cultivos de coca, igual a como ocurrió hasta el 2010, situación que fue alterada con los diálogos de La Habana, que impulsaron a que las áreas sembradas de coca se quintuplicaran.
No hay que olvidar que las guerrillas marxistas a comienzos de la década de los 80, tomaron al narcotráfico como otra forma de lucha y que por ello se acuñó el término narcoguerrilla de la que también hizo parte el M-19, evocando esas bandas armadas a los bolcheviques de principios del siglo XX en Rusia que no sólo cometían actos terroristas, sino que tenían casas de lenocinio para financiar la “revolución”, de suerte que cuando se habla de narcotráfico es muy difícil tirar la primera piedra.
Así como el narcotráfico aumenta la exclusión social en Colombia, sería bueno que el presidente Gustavo Petro de acuerdo a su proyecto de paz total nos informara ¿en qué medida el conflicto político militar generado desde la década de los sesenta del siglo pasado por las guerrillas marxistas para la toma del poder, aumentó la pobreza? En vista de que ese conflicto le ha podido costar al estado y a la sociedad cerca de 400 mil millones de dólares, recursos que hubieran servido para reducir las necesidades económicas de millones de colombianos durante todos estos años.
Otros factores externos que recaen en la violencia del narcotráfico en el país, son los carteles de otras naciones, especialmente los mexicanos, que como en cualquier negocio y en este caso ilícito, les exigen a los productores de cocaína colombianos el abastecimiento requerido para cumplir con la demanda, lo cual es un factor que incrementa significativamente la violencia.
También hay que agregar que el narcotráfico le produce al sector financiero internacional gigantescas ganancias, que están en el orden de cientos de miles de millones de dólares anuales, que no van a dejar de ganar de buenas a primeras; de modo que las tesis izquierdistas sobre el narcotráfico como efecto y no como causa, hacen parte de sus aspiraciones políticas que con una táctica aparentemente cándida le busca dar soluciones a un problema mundial, por ahora insoluble, en donde Colombia es solamente una parte, que resiste diferentes formas de violencia acarreadas por el narcotráfico.
En Colombia la mayoría grupos políticos que hacen parte del Pacto Histórico que gobierna con Gustavo Petro, le ha tenido al tirano cubano de Fidel Castro (1926-2016) una reverencia inocultable, resaltando que el déspota isleño hace algunos años, siguiendo la cartilla marxista leninista en donde todo vale para combatir al enemigo, hizo exaltación al narcotráfico, diciendo: “Así como el opio sirvió para las guerras coloniales en Asia. Entonces nada más justo que los pueblos devolvamos esa acción como venganza histórica”, lo que demuestra que el narcotráfico no ha sido ajeno de ninguna manera al accionar de grupos armados comunista durante el conflicto armado en el país.
No sirve acudir a unas conjeturas simplistas sobre el fenómeno del narcotráfico en Colombia, pues ello hace parte de una postura demagógica en una nación en donde desde hace más de 50 años el flagelo de la droga ha permeado diferentes sectores de la vida nacional, causándole inmensas tragedias a la población, financiando al paramilitarismo y a las guerrillas comunistas por décadas.
Por lo tanto la solución al flagelo del narcotráfico, que ha sido la causa de la propagación de diferentes conflagraciones con sus dramáticas consecuencias para la población colombiana, sólo es posible con la cooperación consciente de la comunidad internacional, y el gobierno nacional debería de cambiar su formulación romántica sobre el asunto, que ha expresado en diferentes escenarios internacionales.
Por: Ariel Peña