En 1905, el mundo arrojó a un personaje particular: Jean Paul Sartre. Un hombre que no dejó a nadie indiferente, ícono del pensamiento francés. Creció en una familia acomodada y fue criado por sus abuelos, uno de ellos Premio Nobel. Formado por profesores privados, luego de concluir su bachillerato comenzó su educación superior de filosofía en la Escuela Normal de París. Desde entonces publicó textos, justo cuando conoció a quien sería su amiga y compañera: Simone de Beauvoir. A partir de 1929, cuando terminó de prestar su servicio militar, se dedicó a la enseñanza filosófica. Desde 1932 empezó a interesarse seriamente por la fenomenología. Y entre 1933 y 1935 realizó estudios de posgrado en Berlín y Friburgo. Luego, retornó a París donde escribió La trascendencia del ego. Más adelante, en 1936, publicó La imaginación y en 1938, su primera novela, La náusea.
Al declararse la Segunda Guerra Mundial fue inmediatamente movilizado donde prestó servicio militar en la unidad de meteorología, en Nancy. En junio de 1940 fue hecho prisionero y trasladado a Alemania, donde leyó profundamente la obra Ser y tiempo de Martín Heidegger. En 1941 fue liberado. Volvió a Francia, donde estuvo en un frente de resistencia antinazi hasta 1944 cuando París fue liberada. En 1943 publicó su obra magistral El ser y nada, ensayo de ontología fenomenológica, tratado que generaría un movimiento que predeciría la vida intelectual francesa hasta finales de los años 80, el existencialismo.
Debemos detenernos aquí porque es donde está uno de los aportes fundamentales de Sartre, un diálogo profundo y crítico con todo el pensamiento anterior, desde Descartes hasta Hegel, Heidegger y Husserl, donde la conciencia es siempre conciencia de alguna cosa, es decir, el ser en sí, es lo que es, la total inmediatez de las cosas consigo misma, idéntico así mismo, la conciencia es separación, es decir, espontaneidad, libertad. Una definición de algo es su esencia pero en el hombre no existe una esencia, se construye, el ser del hombre depende de las elecciones que haga, sus condiciones materiales, la sociedad que lo rodea. La libertad está inmersa en la conciencia, por consecuencia el hombre está condenado a ser libre, es responsable del mundo y de él, dado que es, lo que es, por lo que otros hicieron con él. Al no dejar de elegir se expone al fracaso, en la angustia se comprende la libertad original. Todas las acciones son libres, cuando digo no puedo hacer esto o aquello, debería decir, elijo no hacerlo.
Al analizar la temporalidad, el hombre siempre huye del ser que fue hacia el ser que será, somos construcción continúa, somos temporalidad. En años posteriores escribiría El existencialismo es un humanismo. Un hombre hecho para muerte, quien comprende que la muerte es la imposibilidad de todas las posibilidades. Este pensamiento es una filosofía liberadora. En 1945 fundó Tiempos modernos con su amigo Merleau Ponty, una de las revistas más importantes de la posguerra. Presentó obras teatrales, entre ellas A puertas cerradas. En 1964 rechazó el Premio Nobel de Literatura, por el contrario aceptó asumir la presidencia del tribunal Russell, en Estocolmo, para juzgar a EE.UU. por los crímenes en Vietnam. En 1968 lideró junto a estudiantes el famoso Mayo francés. Dejó de escribir por una hemorragia detrás del ojo sano, había perdido uno a los tres años de edad. Desde allí siempre estuvo junto a él su compañera Simone de Beauvoir, pensadora francesa, precursora del feminismo.
La filosofía de Sartre trae consigo un debate histórico, sin embargo dentro de su cadena de elecciones que muchos consideran malas, tiene algo vigoroso, humano, que uno puede palpar. Su figura debe ser recuperada con el tiempo. El siglo XX quedó indudablemente marcado por Jean Paul Sartre. De hecho, pienso tener una frase que resume lo mencionado, es de un intelectual, el cual respeto mucho de origen colombiano, su nombre es Estanislao Zuleta: “Hay dos cosas que no se pueden obligar a un hombre, pensar y amar: esos son los límites infranqueables de la libertad”.
La reflexión más linda es entender que somos seres finitos con una posibilidad inamovible como la muerte. De nuestras elecciones depende uno mismo y el mundo, por antonomasia esa responsabilidad es inalienable, intransferible, de ahí qué está realidad sea nuestro producto. El hombre del mundo terrenal debe elegir bien, con razón, siempre consiente que la transformación del mundo está en nuestras manos. En el plano fáctico recuerda la premisa marxista: no solo se trata de comprender el mundo, sino de transformarlo.
El concepto de libertad se ha modificado a lo largo de la historia, por ejemplo, en el siglo XV y XVI quien emitía el paradigma de libertad era la Iglesia católica, todo bajo el manto de los cánones, en román paladino, bajo sus leyes. A finales siglo XVIII, la revolución francesa establecería la materialización del concepto de libertad con la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano.
El siglo XX, tiempos del ardor supremo del debate fenomenológico y existencial, se pone en la mesa de debate al ser, rompiendo esa tradición en el campo de la filosofía donde su centro era lo abstracto. También fue el siglo de las dos guerras mundiales, era necesario hablar del ser. E. Husserl inicia este movimiento con su tesis sobre la fenomenología transcendental desarrollando algunos conceptos heredados de Brentano como la intencionalidad y objetos intencionales, en los cuales, las vivencias hacen referencia a los objetos. Años después en Alemania, antes del ascenso de Hitler al poder, Martin Heidegger —criticado mucho por su supuesta cercanía al III Reich— construiría los cimientos de un pensar no metafísico con su obra cumbre: El ser y el tiempo. El hombre se vuelve el epicentro de análisis, estableciendo una crítica en torno a las formas del sujeto, avasalla a quienes se dedicaron al estudio óntico —de los entes— y no ontológico, afirmando que la esencia del ser está intacta al no brindarse un estudio objetivo, dirigiendo la mirada a ente humano. Estas ideas maravillarían al joven Sartre, influyendo notablemente en su forma de ver el mundo: “El hombre está condenado a ser libre; porque una vez es arrojado al mundo, es responsable de todo lo que haga".
Es evidente que el hombre es responsable de su esencia, en esa angustiosa búsqueda de respuestas concretas, necesarias en el mundo del pensamiento, forjarían una época espléndida. Su filosofía es más profunda y maravillosa esto es solo una invitación.