Con su exagerado hablar gomelo, el pobre director del Dane, Juan Daniel Oviedo, solo refleja inmadurez, complejo de inferioridad, necesidad de aceptación, más propia de un adolescente, e incluso que ha viajado relativamente poco (au-delà de la France, où il a fait des études/más allá de Francia donde cursó estudios).
Como funcionario y por tanto figura pública le sentaría bien aprender a matizarlo, pues en un país con tan profundas brechas sociales como Colombia (brechas que las mismas estadísticas del Dane confirman) en amplios sectores llega incluso a resultar chocante.
El hablar gomelo de un individuo, cualquiera que sea, refleja su necesidad de ser aceptado en círculos sociales que considera importantes, una actitud más propia de adolescentes y jóvenes inmaduros que apenas están terminando de moldear su personalidad.
A medida que una persona adquiere madurez e incluso tiene oportunidad de viajar a otras regiones u otros países se da cuenta de lo absurda que es la pretensión de diferenciarse de los demás, de evidenciar su supuesta condición social con el hablado.
Si un gomelo rolo, por ejemplo, viaja fuera de Colombia muy pronto se da cuenta de que ese hablado supuestamente distintivo deja de tener sentido en México, Perú, Chile, Argentina, España, Bolivia o cualquier otro país de habla hispana.
De hecho mucha gente que solía hablar más gomela en su adolescencia o temprana juventud, y luego tiene oportunidad de estudiar o trabajar en el exterior automáticamente aprende a matizar su acento y lo vuelve más neutral, consciente de que ese hablado gomelo originario no le sirve de gran cosa fuera de Colombia.
Así que, a fin de cuentas el hablar gomelo del director del Dane solo demuestra el carácter más bien provinciano de alguien que no ha salido de su pueblo, Colombia, y por tanto no ha asimilado la enriquecedora experiencia de haber entrado en contacto con otras culturas hispanohablantes.
Cabe anotar que este fenómeno no es exclusivo de Colombia y lo anterior aplica también para los fresas en México, los pijos en España, los chetos en Argentina y Uruguay, o los pitucos en Perú y Bolivia, entre otros.
