Las monarquías hoy son comparables con enfermos terminales. Tienen que desaparecer inexorablemente. Ya nadie besará anillos, ni agachará cervices, ni harán genuflexiones a las que estaban acostumbrados estos ilustres y reales parásitos, buenos para nada. Son ladrones, estafadores, alcohólicos, viciosos, promiscuos y para rematar camanduleros, vivían haciendo sus fechorías, porque “si dios las permite estamos en la obligación moral de hacerlo”.
Las inmensas mayorías del mundo actual -creo y confío- jamás soportaríamos tamaña ofensa a la dignidad del género humano. Ahora nada raro tiene que vengan nuevamente a Pasto, que ya lo intentaron, o a Cartagena de Indias- tan goda que el equipo de fútbol se llama REAL CARTAGENA- y algún sectario, cavernario y retrógrado proponga restaurar la monarquía de verdad, no decorativa si parásita, sino con todo los hierros. Porque sí que hay godos, hasta en la universidad pública.
El régimen de Franco, antes, durante y después de la guerra civil, dicen que fue un intento de reconquista. Pero afortunadamente en cuanto se murió ese viejo malnacido, dejó en su trono a Juan Carlos de Borbón, hoy prófugo asilado en Arabia, papá del actual Felipe VI, tanto o más bruto que él, que como buen Borbón, fue la delincuencia monárquica por antonomasia. Pasaron siete años y afortunadamente llegó Felipe González del partido socialista obrero español (1982-1996) que es el presidente de corte social que más tiempo ha ostentado el poder y rescató a España del atraso y de la pobreza, después de esos treinta años de oscurantismo y aislamiento retrógrado del dictador de marras, cuyas violaciones a derechos humanos y persecuciones a los opositores del régimen, forjaron historia peor que la de sus antepasados. Miles de fosas comunes claman por poder salir a flote. Hoy los reyes en general, están relegados a robar recatadamente, por constitución son intocables, pero lejos de ser lo que fueron, “ reyes de un imperio en donde no se ponía el sol”