Hablando de ratas
Opinión

Hablando de ratas

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abril 11, 2015
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La mendicidad puede convertirse en un lucrativo o inquieto negocio tal como se ve en la obra de teatro La ópera de tres centavos de Bertolt Brecht, en donde sale a relucir claramente una duda que desde que existe el servicio bancario es completamente vigente: ¿Quién roba más, el que roba un banco, o el que funda un banco?

Veo mes a mes los extractos de la cuenta de ahorros y los débitos que allí ocurren por esto, aquello y lo de más allá y lo más etéreo, mientras me entero de la vida de Bonnie y  Clyde,  famosos ladrones de bancos, y mi duda sigue. ¿Banqueros o ladrones de bancos?

Pero no nos detendremos en esta inquietud, ya que este artículo pretende hablar de otro tipo de ratas.

Como las ratas que salen despavoridas cuando ocurre un robo. Es que el susto para los pobres animales no debe ser poco al ver entrar al establecimiento o vivienda a gente armada y con pasamontañas o mínimo una camiseta que anclada en la nariz impide ver el rostro de los malos diciéndole a todos manos arriba.

Los malos siempre entran a los sitios, vienen de fuera y quien está adentro se suelen pegar unos sustos de espanto. Hasta las ratas se asustan.

Salvo cuando los de adentro y los de afuera resultan ser del mismo equipo. Como cuando el dueño del banco entra a su propio banco para robarse a sí mismo; o cuando el dueño del apartamento irrumpe en su interior a las tres de la mañana con bazukas y ruido dispuesto a saquear con todo lo suyo.

No parece lógico y, sin embargo, es completamente lógico. Siempre y cuando los de adentro no sean los auténticos dueños de lo de adentro. Me explico dentro de este poco claro relato. Que es entendible que haya robo o saqueo cuando el malo es ajeno al sitio en donde ocurren las maldades.

Exactamente a lo contario de lo que ocurre con lo público en Colombia. Se ven informes y estadísticas, quejas y reclamos, columnas y respuestas oficiales y solo queda el asombro y la perplejidad.

El cuento de que aquí se roban hasta un hueco se queda en pañales. Más de la mitad de los contratos públicos son simpáticos concursos en donde solo hay un contratante, o son varios en familia simulando amplitud y sana competencia o son convocatorias con exigencias tan complejas que solo uno es el postulante y a la vez ganador.

Y es el robo de los de adentro hacia adentro, sin ratas que salen espantadas ante el ruido causado por la rotura de vidrios ni juez que conozca del caso. Es el saqueo de los trillones de millones de billones que tienen las alcaldías y las gobernaciones y los ministerios y las cientos de entidades públicas, por todo el país, de forma desvergonzada y nada siniestra.

Todo esto es “algo” que está a cargo de decenas de entidades que se llaman “rías” y que todas bailan al mismo sonsonete.

Algún día llegará al día.

… y hablando de…

Y hablando de paces y marchas y transmilenios y ministros del Interior tan serios y tan puestos y tan ochomiles, pues que qué bueno que eso de la paz ande tan avanzado y que el santo padre de Roma venga a bendecirnos con el beneplácito de la reina del universo que dicen es colombiana.

Creer o no creer, ahí  parece que radica la cosa.

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