Quien pudiera haber pensado hace 3 meses que la campaña presidencial colombiana iba a irse tan lejos de los temas fundamentales que el país quiere que le solucionen y terminara convertida en un burlesco cotilleo para que los votantes elijan entre si es conveniente o no tener un presidente borracho o un presidente pichador.
El bochornoso reportaje a la exsenadora Merlano puso en vitrina pública sus amoríos con el candidato Alex Char. Hasta ahora ninguna de las feministas ha salido a defender a Katia Nule, la ultrajada esposa del exalcalde de Barranquilla (que por cierto es hermana de los Nule del otro cuento). Sin embargo, me temo que el episodio y la manera habilísima como lo manejó Char le ha aumentado su imagen, y sus votos, dentro del machista pueblo colombiano que honra en silencio a un bacán como ese y se identifica orgullosamente conque sea el próximo presidente porque todas las cualidades pueden provenir de su virilidad.
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En este país, que ha sido borracho y pichador, se acepta lo segundo pero se reacciona condenatoriamente contra la posibilidad de un presidente borracho
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En cambio, el malhadado video que muestra al candidato favorito, Gustavo Petro, echando un discurso en Girardot en evidente estado de alicoramiento, es decir borracho, les puede haber puesto los pelos de punta a los poquitos alfiles o asesores que quizás tenga (el país ni los medios los conocemos) pero sobre todo, hará carrera por el despeñadero del desprestigio. Y no exagero. En este país, que ha sido borracho y pichador, se acepta lo segundo pero se reacciona condenatoriamente contra la posibilidad de un presidente borracho. Del alcohol hay muchos que han podido salir como Lleras Restrepo que dejó de beber cuando se posesionó y solo aceptó jugo de guayaba los cuatro años de gobierno y otros que lo disimularon muy bien como los López, padre e hijo, siempre y cuando el wiskie fuera regalado.
Yo sabía, como quizás muy pocos colombianos, que Petro es de estricta formación y actitudes leninistas y que desde hace unos meses para acá ha adoptado poses de esfinge y miradas serenísimas como si ya hubiese sido elegido o fuera un emperador romano. Pero lo que no sabíamos casi nadie, era que levantaba la copa y menos que no tenía ayudantes ni segundos distintos a Gustavo Bolívar que lo pudieran atajar para que no echara discursos en medio de semejante rasca. El haber tenido la humildad de reconocer que sí estaba borracho no lo disculpa de la irresponsabilidad porque las perras no las olvidan los que las presencian. Las pichadas si porque son en la intimidad.