Como abrebocas de su presentación anoche en el marco de Barranquijazz, el jueves tuve la oportunidad de hablar para un nutrido público con esta artista brasilera hermosa, sincera e inteligente, intérprete de una de mis músicas preferidas: la bossa nova.
Son ya 35 años de carrera artística los que cumplió esta cantante y pianista que ahora regresa a Barranquilla después de que en sus inicios visitara nuestra ciudad en 1984 acompañada por el famoso Zimbo Trío. Está en la madurez de su vida y su cerrera y sigue consagrada como una de las más grandes figuras de esa música y en posesión de esa calidez y encanto especiales que sabe reclamar para su interpretación la poesía y la sutileza de un género como la bossa nova.
Nació en Belem do Pará en 1960 y en 1981 se mudó para Río de Janeiro. Estudió dos años de medicina pero muy pronto supo que aquello no era lo suyo. Ha cantado música de muy diversos compositores brasileros, desde la mismísima Chiquinha Gonzaga pasando por Gonzaginha, César Camargo Mariano, Oscar Castro Neves, Tom Jobim, Joao Donato, Francis Hime, Milton Nascimiento, Carlos Lyra, Roberto Menescal, Martinho Davila, Paulinho Da Viola, Aldir Blanc, Ivan Lins, Djavan, Guinga, Marcos Valle, Renato Russo, Joao Bosco, Flavio Venturini, Nilson Chaves y Vital Lima, entre muchos otros, de antes y de ahora, pero que en todo caso referencian lo que podría llamarse las matrices de una cultura sonora de su país.
Se inició en los festivales de música brasilera —hoy ya extintos— en donde Aloysio de Oliveira, productor, músico y compositor, que ya conocía su música, la recomendó al guitarrista y productor Roberto Menescal y este la llevó a la casa discográfica PolyGram y allí comenzaría su trayectoria a comienzos de los años 80. Su carrera internacional comienza en 1983, con la grabación de su primer disco y sale al año siguiente para América latina a impulsar ese trabajo, pero lo hace con una de las formaciones más prestigiosas en su momento: Zimbo Trío.
Años más tarde se presenta en un festival de festivales en Brasil donde ratifica ya una preferencia del público y un nombre, y en el 86 viaja por primera vez a Japón acompañada de Roberto Menescal, con quien regresó después en muchas ocasiones, especialmente a cantar en el gran concierto de los 50 años de la Bossa Nova, en una presentación para más de 50.000 personas.
Vendría después un provechoso viaje a Estados Unidos con Ivan lins, el Carnagie Hall y luego Europa y otras partes del mundo, donde lo importante fue vivir el gran fervor que tiene en los públicos internacionales de cualquier lado la música brasilera en general, y en particular la Bossa Nova, que conserva en la memoria y en el corazón de grandes públicos una inusitada vigencia.
En 2012, a raíz del disco No. 17 de su carrera, titulado Raíz, para rendir homenaje a su tierra paraense, concedió una entrevista para la revista G1 al periodista Henrique Porto, en la que decía lo que en nuestra conversación ratificaba: que consideraba la música de hoy como exótica y bizarra, porque todo el mundo podía hacer todo lo que le diera la gana sin tener criterio para cosa ninguna. Y que lo que un día fue bueno ya no lo era más. Y que las cosas que son más descartables son las que tienen más visibilidad.
Dice, además, que hoy por hoy el Internet ha dado más libertad a las personas. Cada quien en este planeta puede hacer hoy música, poesía, video, discos, ser periodista… ¡Puede hacerlo todo! Al punto que ella siente que no hay necesidad de tener talento ni madurez porque el juzgamiento de cualquier trabajo va a ser el fruto de un juicio subjetivo de las personas que tú conoces. Son pequeños nichos donde todo se puede. Y en donde ya no se sabe qué es verdad y qué es lo que va a perdurar. Y agrega: “Por el hecho de ser una red planetaria se perdió el control de aquello. Y por otro lado, la gente puede tanto que al final no puede nada”.
Así es Leila Pinheiro. Una artista consagrada a su voz, a su piano y a su música, con posturas críticas y francas con lo que le rodea. Una que reconoce que a sus 35 años de carrera ha tenido tiempo de errar y comenzar de nuevo, de acertar y de nuevo errar. Agradecida con un trabajo que la ha llevado por sitios del mundo que jamás imaginó. Una artista que está en paz con su música haciendo sólo lo que quiere, para lo cual abrió un sello discográfico propio que se llama Takaká Music. “Y esa libertad es fundamental para crear. Así, si el año que viene dijera que no quiero hacer más nada entonces puedo parar. Porque sí.”