Habitantes de calle de Apartadó cuentan su historia

Habitantes de calle de Apartadó cuentan su historia

Son 30, pero para el municipio antioqueño solo existen 11

Por: Alejandra Machado
julio 23, 2015
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Habitantes de calle de Apartadó cuentan su historia
Fotos: subidas por autor

'La rola'
En Apartadó hay más de 30 habitantes de la calle. De estos, solo once pertenecen al municipio y se encuentran censados. No existen hogares de paso ni de rehabilitación. Hoy varios de ellos comparten un fragmento de su historia.

Nidia tiene 22 años, hace cuatro años que dejó su hogar en Belén de Bajirá para habitar las calles de Apartadó. “Comencé con la marihuana y luego conocí el bazuco, después de eso vivo en la calle”, así lo cuenta Nidia. En la calle la conocen como 'la rola', vive debajo del puente, y para sostenerse “ roba, pide y así”, explica Nidia.

Desde hace varios días Nidia tiene la sospecha de estar en embarazo, dice que sabe quién es el papá, y que en estos momentos él se encuentra preso en la cárcel El Reposo. Asegura que dependiendo de cómo salgan los exámenes va a cambiar de vida, porque siente que ya es tiempo y esta sería la oportunidad de hacerlo. “Yo sé hacer pulseras, así que me pondría a venderlas y a vender chicles, confites”, afirma Nidia.

'El Tuta'
Rafael, mejor conocido como 'el Tuta', es de Necoclí y vive en las calles de Apartadó desde hace dos años. “Mi hermana me echó, entonces me puse a andar mi calle”, dice Rafael. Se levanta a las 5:00 a.m. para buscar “el diario”, come por lo menos una vez al día, y su lugar favorito es la esquina de la iglesia del centro. Rafael tiene problemas para articular las palabras, además de una fuerte infección en sus pies; cuenta que ha ido dos veces al hospital y lo han atendido bien, aunque la infección persiste.

“Él es muy diferente, no tira vicio, no pide plata, él no conoce la plata. Se amaña mucho aquí porque nosotros siempre le colaboramos, porque no pide, por más hambre que tenga nunca pide. Él es especial y tiene esa lepra, se hace querer”, comenta Sergio, el dueño de un negocio vecino al lugar favorito de Rafael.

En el barrio Alfonzo López viven algunos de los familiares de Rafael. Él dice que si tuviera la oportunidad de cambiar de vida lo haría; nunca ha pedido ayuda al Estado, porque dice que no le da confianza.

Américo Rivas
Américo es un hombre de sesenta y dos años, en el 2004 se quedó sin trabajo y decidió venirse desde Riosucio, Chocó, para vivir en las calles de Apartadó, porque no tenía con qué autosostenerse. No tiene familia en el pueblo. Confiesa que si tuviera otra alternativa de vida la tomaría sin pensarlo dos veces.

“Ahora como hice unas vueltas ahí en la alcaldía me está viniendo un auxilio de 120.000 pesos pero cada dos meses. Con eso no me alcanza ni para pagar una pieza si quiera, ni para la comida, nada”, así lo afirma Américo. Y continua diciendo que para poder mantenerse le toca pedir comida, pasar hambre y dormir donde se pueda.

Muñeco
Muñeco es amigo de la mayoría de los habitantes de la calle. Cuando tenía catorce años su papá lo echó de la casa; probó la calle, robó, pagó cárcel dos veces, pero salió de la calle. “A mí me dicen la madre caritativa, porque yo mantengo pendiente de ellos. Yo sería capaz de darles comida a todos en una olla grande, pero que la gente me colabore, son cositas sencillas”, dice Muñeco.

“Alguna empresa o alguna entidad debiera darles la mano, decirles venga para acá, labore aquí; ellos son capaces, y así se librarían de otros problemas, como los robos. Además, debería haber un lugar donde ellos tuvieran comida todos los días y dormida”, así lo expresa Muñeco.

¿Qué se está haciendo por ellos?

Andrea Flores, secretaria de Inclusión Social del municipio, dice que la Secretaría de Salud realiza jornadas en compañía de la IPS brindando todas las ofertas institucionales. “Pero hay una limitante que es la falta de sisbenización, porque en su mayoría estos habitantes no son de nuestro municipio, sino que vienen de otras partes. Entonces para poder acceder a los beneficios deben estar sisbenizados”, según Flores. Dice también que la primera semana del mes de julio se realizó una jornada de salud a la que asistieron veinte personas, y añade que el trabajo con ellos se dificultó debido a que muchos de ellos no quisieron salir para ser atendidos.

Se tienen censados hasta el momento 11 personas de Apartadó que viven en la calle. “El problema con los habitantes de aquí es que las familias ya no viven en Apartadó, entonces no podemos hacer restitución de derechos. O sea, decirle a la familia que se haga cargo de su familiar”, precisa Flores, y añade que “en su mayoría ellos no quieren habitar una casa normal, su hábitat la reconocen donde viven en estos momentos, que es por el puente”.

Inclusión social no tiene comedores ni hogares de paso para los habitantes de la calle, simplemente sirven de vínculo con la fundación Carisma que se encuentra en Medellín. Es una entidad sin ánimo de lucro que acoge a los habitantes de la calle que se quieran rehabilitar. Flores concluye diciendo que “también se han articulado con la Diócesis. No se trata de obligar, se trata de sensibilizar y que ellos adquieran un cambio”, señala Flores.

Por otra parte, el sacerdote Fabio Carrillo de la iglesia Divina Eucaristía, afirma que al pedir ayuda al alcalde para el comedor que tiene la Diócesis, no obtuvo respuesta. “Esto incluso yo lo dije en una misa, que me contestó más esa mata que hay allá que el Alcalde. No sé cómo es lo social que ellos manejan, porque con los indigentes no quieren”, observa Carrillo.

A lo anterior Flores contesta que le parece extraño porque se han llevado a cabo jornadas de salud en conjunto con la Diócesis, y que en el tiempo que lleva como secretaria (un año) nunca ha visto una solicitud por escrito de la Diócesis.

El comedor para habitantes de la calle que tiene la Divina Eucaristía abre los martes y jueves a partir de las 7:30 a.m. para repartir alrededor treinta y cinco desayunos que son realizados gracias a la gestión de Pastora Jaramillo, una mujer de sesenta y cinco años, devota de su fe. “Yo tengo un señor que cada ocho días me da 40 mil pesos, no tengo que pedirle, él me los da. Y los de la carnicería, que son dos. Es carne de segunda, pero es carnita que una la guisa bien y la aliña, y sabe rico”, explica Pastora.

Hace dos años que el comedor está funcionando, desde sus inicios Pastora ha estado al frente del proyecto “Pastora es el motor, mantiene disque enfermita pero todos los días hace algo”, dice Carrillo. Pastora afirma que nunca han recibido apoyo del Estado, y que “cuando hay elecciones siempre vienen a ayudar, pero para sacar su beneficio, y a mí eso así no me sirve. Esto se hace para beneficiar a los habitantes de la calle, mas no a ellos”, así lo menciona Pastora.

Aunque en varias ocasiones las donaciones para el comedor no han sido suficientes, y a la Diócesis le ha correspondido aportar lo que falta, los planes a futuro, según Carillo, son abrir un hogar de paso y un comedor al que puedan ir con mayor frecuencia los habitantes de la calle. Lo que está claro para ellos es que de hacerse realidad este sueño será por donaciones de personas del común. Y “diligenciando por escrito a la Alcaldía”.

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