El acceso a la Jurisdicción Especial para la Paz por presuntos vínculos con el paramilitarismo es un derecho que no solo el excongresista Merheg tiene después de varios años de ser prófugo de la justicia, sino la sociedad entera, muy particularmente la risaraldense, por ser la única oportunidad que tenemos para conocer del doloroso episodio de la parapolítica en el capítulo Risaralda. Será en la sala de reconocimiento de verdad, de responsabilidad y de determinación de los hechos de la JEP, donde sabremos si la cercanía del exsenador a la estructura de alias Macaco, denunciada por personajes como alias Don Berna, Ernesto Báez y Rasguño, son ciertas o falsas.
Como abogado valoro el recurso judicial que abre la JEP y creo en la utilidad que representa para la reconciliación nacional que los actores de la guerra, que necesariamente se confunden con los de la política, se presenten a esta instancia y nos ayuden a entender mejor nuestro pasado reciente. Poco debe preocuparnos la impunidad, la amnistía o las penas alternativas de las que pueda disfrutar este político si resultasen ciertas las imputaciones en su contra. Lo importante, es que, de ser cierto, extraigamos de esta historia la lección de que la política es un bien público que debemos proteger y no volvamos a permitir que siga quedando en manos de quienes son capaces de venderle el alma al diablo en su búsqueda por el poder.
La verdadera preocupación de muchos radica en el retorno de Habib a la política regional, estar en cuerpo ajeno como es su caso, no es lo mismo que estar en carne y hueso, porque tendrá cómo poner en práctica su reconocida temeridad cuando de emprender un objetivo se trata. Los risaraldenses que presenciamos la jefatura que ostentó de la política en el departamento en la década pasada, antes de evadir la justicia y de heredarle la curul a su hermano, observamos impotentes lo que con su carisma, personalidad arrolladora y su inagotable chequera le hizo a las costumbres políticas regionales.
La irrupción de Merheg en 2002 como congresista dio inicio a la época de las campañas multimillonarias y ostentosas que desconocíamos hasta entonces en el departamento. Como recordarán algunos, no había poste de energía sin pendón y la ciudad nadaba en vallas; tampoco olvidamos como algunos de los mal llamados líderes empezaron a estar en las nóminas de los candidatos porque al parecer la vocación comunitaria dejó de ser voluntaria para convertirse en un “trabajo”. Hasta ahí, un hilo muy delgado, pero no ilegal, no obstante, la compra de votos sin que sea un invento de él se hizo descaradamente. Denuncié esta espantosa práctica por parte de miembros de su campaña el 10 de marzo de 2002, fecha de las elecciones al Congreso en las que salió elegido el debutante senador. La denuncia que jamás prosperó la guardo como recuerdo.
Según algunos analistas, el exsenador Merheg viene con apetito retroactivo de poder, quiere recuperar el tiempo perdido y ya pusieron a rodar la idea de un sueño incumplido: elegir a su esposa gobernadora de Risaralda o alcaldesa de Pereira, una dama que, aunque no tiene culpa ni responsabilidad alguna, resultaría ingenuo desligarla de los intereses de la casa Merheg. Otros candidatos de sus entrañas que pasarían a ser el plan B, ya están en campaña hace rato.
Frente a este riesgo, no podemos perder de vista que el señor Merheg le apostará a acrecentar o, por lo menos, a conservar el poder local que tiene, que no es poco: un gobernador y varios alcaldes (algunos en la cárcel), incluyendo el de la humillada y saqueada Dosquebradas y una porción importante de la administración municipal de Pereira son prueba de su poderío y su vigencia.
Se necesita de la negligencia, de la desidia y de la cobardía de todos nosotros para que se salga con la suya, sea esta la oportunidad para respondernos si el voto de opinión y tanta indagación política no es más que un lujo que nos damos en las elecciones nacionales porque no conocemos los candidatos, ni tomamos café con ellos, ni se meten a nuestras cocinas, ni se van a fingir que viven en nuestros barrios como lo acostumbra Habib. O por el contrario, es esta la oportunidad para demostrar que es una decisión consciente y civilista la de derrotar ese pasado vergonzoso, esas viejas prácticas políticas, de dignificar y construir una nueva idea de lo que es y debe ser el ejercicio del poder, porque si es así, entre ciudadanos, empresarios, organizaciones sociales, partidos políticos y políticos decentes que son muchos, debemos hacernos barricada para impedir una amenaza que se llama Merheg. Los conservadores de verdad, colonizados hacen más de una década por los otomanos tienen mucho por hacer.