Los logros alcanzados en la respuesta contra esta pandemia mortífera del coronavirus, en particular en lo que atañe a la vacuna pandémica más prometedora, anunciada y publicitada por las empresas farmacéuticas y biotecnológicas Biontech, Pfizer y Moderna, nos permiten ver con optimismo el futuro del mundo y confiamos en que, después de la inmunización de todo el planeta en el año 2021, este nuestro universo supere esta crisis actual. A pesar de los considerables esfuerzos y los importantes logros, sigue habiendo obstáculos considerables a la hora de su aplicación efectiva. Salen a la superficie las ambigüedades, contradicciones e indeterminaciones surgidas.
Son muchas las cosas que aún desconocemos. Hay muchas preguntas sin respuesta. ¿Quién debería regular el acceso a las vacunas?, ¿se está haciendo lo suficiente para controlar las actividades de los intermediarios ilegales?, ¿cómo imponer restricciones masivas a quienes se niegan a vacunarse o quién debe vacunarse primero? Una vacuna experimental contra el COVID-19 trae buenas noticias, sin embargo, también lleva consigo deberes y responsabilidades especiales, riesgos y obligaciones en todos los aspectos relacionados con la calidad, la aplicación del principio de cautela ante la incertidumbre científica, la seguridad del abastecimiento para nuestros ciudadanos y monitorear la efectividad.
Los retos que enfrentamos son ingentes; no obstante, no debemos dejarnos vencer por el pesimismo o por algunos grupos que lanzan campañas para aterrorizar a las personas, a veces con escaso fundamento. Es hora de mirar la otra cara de la moneda y la necesidad de abordar una serie de problemas y aspectos no resueltos, que abarcan desde el aumento de la capacidad de fabricación, producción y suministro de vacunas y las campañas de vacunación en curso y su duración hasta el número de empleados y pacientes que serían considerados como primera y segunda prioridad para recibir la vacuna. Esto abre una caja de Pandora llena de preguntas sin respuesta: ¿cómo las vacunas se pueden distribuir a todo el mundo de manera justa?, ¿se garantizará la seguridad del abastecimiento y efectividad de la competencia en el mercado?, ¿cómo acumular las propias reservas de vacunas, para su utilización en vacunaciones de urgencia o preventivas o cómo garantizar que se mantenga la temperatura necesaria (la denominada cadena del frío) —el sistema de refrigeración necesario para las vacunas— en las zonas más afectadas?
Por eso creo que es necesario desarrollar un sistema internacional regulatorio riguroso que garantice la efectiva aplicación de las reglas, porque cada uno de estos factores presenta una serie de retos jurídicos y prácticos, y crear, en el marco de dicho sistema, una red de institutos científicos de investigación y laboratorios y otras organizaciones que trabajan en el ámbito de la comunicación científica al gran público, incluso preparar a las administraciones nacionales y a la sociedad. En resumen, debemos elaborar un plan de gestión de vacunación completo y específico a escala internacional, regional, local y nacional.
El patrón parece ser el mismo en todas partes, especialmente en lo que respecta a la estrategia de información y comunicación acerca de cuál es la vacuna adecuada para las personas expuestas al virus (usted o nosotros), particularmente si existen afecciones por las que la vacunación se deba retrasar o suspender (un cambio mutacional), que deben ser atendidas y plantea otras nuevas. Como es bien sabido por todos, las personas que más necesitan protección, como los ancianos y las personas con sistemas inmunitarios comprometidos (como las personas que se someten a quimioterapia), no fueron reclutadas. Significa que las conclusiones extraídas sobre la eficacia de la vacuna pueden no aplicarse directamente a las personas excluidas de los ensayos, en especial porque actualmente sabemos poco sobre la eficacia de esos medicamentos y casi nada de sus efectos secundarios.
Es cierto que aún desconocemos si la composición de las vacunas debe darse a conocer sin reservas a todas las partes interesadas o si deben estar disponibles los resultados de los estudios realizados, inclusive sobre la importantísima presencia del seguro de responsabilidad civil concertado por el propietario de la vacuna (de la explotación de acuerdo con las normas que adopte la autoridad competente) para cubrir las eventuales responsabilidades indemnizatorias a cargo de la administración pública correspondiente. A ello se añade el hecho de no existir una evidencia científica sólida de que sea eficaz como tratamiento y que puede aliviar o curar el virus, que también es una preocupación no solo para las personas y todos los países directamente afectados sino también para la comunidad internacional en general.
Más aún, levanta la interrogante de si produce una respuesta inmunológica y si es segura para que la personas lo tome. Me preocupa que la evidencia científica que respalda esta vacuna antiviral sea incompleta. Inclusive si una vacuna ampliamente disponible resulta eficaz, aceptado por todas las partes interesadas y basado en pruebas científicas sólidas acerca de la efectividad y seguridad lo bastante alto de aumentar la inmunidad contra el virus y protegerse de este, infelizmente, no son muchos los Estados que están preparados para cumplir esas necesidades con cargo a sus fondos nacionales. Necesitamos celebrar un debate transparente y sincero sobre esta cuestión, para no crear falsas expectativas, en especial para los ciudadanos y para los países en desarrollo más pobres y necesitados.
No podemos pasar por alto la necesidad urgente de la información, la transparencia y la sensibilización pública, la financiación y la ayuda económica a los países que la necesitan y para que el suministro de las vacunas sea lo más rápido posible y se distribuyan de forma igualitaria y justa. Sería una auténtica desgracia que la falta de recursos nos impidiese responder a estas solicitudes de los países. Las vacunas deben compartirse, no solo por razones humanas, sino porque hacerlo reducirá el sufrimiento en general. Así pues, quienes abogan por las "vacunas populares" como "bienes públicos globales", dejan abierta la cuestión de si el mercado debe tomar las decisiones que tengan un impacto sobre nuestra salud o de si la salud mundial y el derecho universal a la salud es un asunto que trasciende el éxito económico de los fabricantes o de los monopolios privados de salud como las patentes, en cuyo caso a todos no interesaría frenar el brote lo antes posible. No podemos ahorrar en este terreno. Una actitud egoísta ante esta epidemia mundial sería totalmente contraria al espíritu de la Carta de las Naciones Unidas; es contraria a la moral política más elemental.
Consideramos positivo que se procure invertir tendencias para superar el chovinismo nacional y facilitar fondos de emergencia, pues ahora debemos estar unidos; no hay justificación jurídica para que ciertos fabricantes de vacunas no se muestren para nada solidarios con los países que no pueden hacer lo mismo. La carrera sin sentido para acumular reservas estratégicas para limitar la pandemia, la cantidad de dosis de las que dispondrá cada país y los acuerdos que se establezcan ya sea a nivel bilateral o europeo/internacional con el fabricante de vacunas, demuestra una fuerte división de opiniones entre la población local y los Estados respecto al tema y esto es preocupante y exige una rápida y urgente intervención. En última instancia, solo cuando toda la población estará vacunada se puede determinar la eficacia exacta de una vacuna. Es fundamental acelerar el ritmo de producción de vacunas, pues evidentemente esto será decisivo para limitar la pandemia.
Toda esta situación de total indefensión e impotencia ha sido muy difícil para el mundo entero; la paranoia de la pandemia ha quitado unos recursos vitales a otros problemas sanitarios. El virus nos ha recordado que nuestro bien más preciado, la salud, está en función de la salud de las demás personas y una pandemia exige la inmunización de todo el planeta. La segunda y tercera oleadas de la pandemia, y quién sabe cuántas más vendrán seguirán suponiendo una seria amenaza para la estabilidad y el crecimiento económicos mundiales, la cohesión social, las economías ya frágiles y la consolidación de la democracia. Incluso si la situación de salud mejora y se estabiliza en el futuro próximo, como se espera, al desarrollar una estrategia sostenible de carácter multisectorial para combatir el virus, la pandemia seguirá teniendo un impacto negativo en 2021. Lo que, es más, nos asolará durante la próxima década como resultado de las medidas adoptadas para combatir el virus chino, y esto exige actuar en varios frentes en un plazo razonable. Hoy, sin embargo, tenemos fe. Amén.
Nota
En el debate sobre la estrategia de vacunación adecuada, está ganando terreno la opinión de que quienes han sido vacunados deben disfrutar de ciertas ventajas, por ejemplo, en términos de viajes, acceso a determinadas instalaciones o en el lugar de trabajo. En mi opinión, no deberíamos discriminar a los ciudadanos sin el requisito del comprobante de vacunación con respecto a los que han sido vacunados contra la enfermedad. “Las críticas de la vacunación obligatoria son proclamadas por asociaciones que se defienden de toda referencia sectaria y que se sitúan en el terreno de la libertad individual y críticas de la eficacia y del efecto secundario de las vacunas”. The Times, por otro lado, cree que es bueno que el gobierno británico quiera apoyar a las empresas que exigen a los clientes que presenten pruebas de vacunación: Si una vacuna efectivamente obstaculiza la transmisión, sería mucho más antiliberal obligar a los dueños de negocios a ponerse en riesgo ellos mismos, su personal y sus otros clientes… Serán necesarios un estrecho seguimiento y un debate profundo y abierto sobre los aspectos favorables y desfavorables de la vacunación obligatoria.