En un mes de protestas han sido capturados 23 extranjeros, y 42 fueron conducidos por participar en actos vandálicos; la mayoría de ellos son venezolanos, además de una alemana y otra mujer peruana. Las autoridades también han recolectado información de inteligencia que confirma el financiamiento de actividades proselitistas a través de una fundación cubana en Colombia y de colectas de dinero realizadas en Chile, el que ha sido destinado para sostener algunos puntos de bloqueo en el Valle del Cauca. A esto se suma, que hace dos semanas, la Unidad Nacional de Migración rechazó la admisión a territorio colombiano del líder socialista Argentino Juan Gabrois, integrante de la Misión Internacional de Solidaridad y Observación de Derechos Humanos, luego de negarse a que sus documentos fueran revisados, mientras adujo que el motivo de su ingreso al país tenía como objetivo realizar veeduría a las manifestaciones públicas. Es irrefutable, adicionalmente, la concurrencia y el protagonismo de inmigrantes venezolanos en acciones de saqueo y vandalismo, así como el pago de sumas de dinero para mantenerlos en los ¨puertos de resistencia¨.
Estas cifras y hechos, reafirman brotes de injerencia extranjera en las protestas, son a primera vista simples muestras, visibles y perceptibles que han documentado y procesado los organismos de inteligencia y las autoridades judiciales; porque el verdadero fondo y la más peligrosa influencia externa en la coyuntura que afronta la nación, tiene su origen en el núcleo duro de la Internacional Socialista, que no es un sofisma, tiene carne y hueso, avanza con pasos de gigante con la convergencia de los movimientos políticos, sociales, intelectuales, ideológicos, económicos, ambientalistas y armados de la extrema izquierda mundial. Ya pasaron por varios países, siguen en otros, y Colombia está en sus cuentas, en las prioridades de su agenda; y su desafío es mayor, al ser la única democracia de la región que no han podido conquistar y qué mejor oportunidad que el pasado electoral, el desorden del presente y el futuro cercano, todo conjugado en atractivo bocado de cardenal que sabrán no desperdiciar.
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Los tres grandes interrogantes se circunscriben a lo siguiente: ¿para dónde vamos?, ¿nos convertiremos en una Venezuela?, ¿está el denominado castrochavismo detrás de todo esto?
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Los tres grandes interrogantes sobre la injerencia extranjera en Colombia se circunscriben a lo siguiente: ¿para dónde vamos?, ¿nos convertiremos en una Venezuela?, ¿está el denominado castrochavismo detrás de todo esto? El primero, es la pregunta del millón, en un país como el nuestro, donde los escenarios cambian abruptamente, la incertidumbre embarga a la gente, la polarización ocasiona impotencia y desconcierto, y el presente se mueve al vaivén de la irracionalidad, la hostilidad, la agresión y el vandalismo. Un presente nunca antes visto en la historia reciente de la nación y que exige como único camino seguro para restablecer la normalidad, el ejercicio contundente y sostenido de la autoridad, que no se deje amilanar por la ola de presión internacional, ni distraer por la campaña sistemática de denuncias infundadas. La protesta vandálica busca hacer trizas la seguridad para conquistar el poder, esta es su estrategia, la táctica es negociar lo inaccesible, mantener el caos.
Respondiendo al segundo interrogante, difícilmente Colombia se convertirá en una Venezuela. No existe duda que ante el asomo inminente de un panorama como el del vecino país, la nación casi entera, se unirá para resistir ante semejante debacle. Los únicos nacionales que quisieran vivir en un régimen como el cubano o el venezolano, son aquellos que nacieron, crecieron y se reprodujeron en el núcleo duro de la Internacional Socialista y del Comunismo, porque esta es su lógica, su habitat, su esquema mental, y no la del resto. En Colombia, jóvenes y estudiantes que hoy parecen disfrutar espontáneamente una especie de primavera árabe, colocando en riesgo su futuro profesional, su vida y libertad, anclados en los llamados ¨puertos de resistencia¨ o en la denominada ¨primera línea¨, serán los primeros en huir de un país donde los efectos de una dictadura solo promete hambre y pobreza, que ya está dando muestras de su modelo de ¨democracia¨ y que comenzó con la destrucción en la que nos tienen inmersos. Y aunque falta mucho trecho para que nos conviertan en una Venezuela, las señales no se pueden ignorar, por lo que, el paso inmediato, es avanzar participando con liderazgo activo en la defensa de los principios democráticos y de apoyo a la autoridad e institucionalidad legítima.
Y finalmente, para quienes se preguntan si el castrochavismo está detrás de todo esto; la respuesta es Sí, pero no se imaginen a Raúl Castro y a Nicolás Maduro ocupando su tiempo para ordenar bloqueos en Colombia; su inteligente demagogia y hábil diplomacia es la amalgama del núcleo duro de la Internacional Socialista, escenario de trascendencia, influencia y decisión del libreto a seguir en cada país. Allí acuden los máximos exponentes de la izquierda socialista, comunista y armada del mundo, y claro de Colombia, algunos de los cuales lo hacen abiertamente, otros clandestinamente y muchos camufladamente. Aquí está la respuesta al interrogante: el fantasma del castrochavismo en cuerpo ajeno.