En el siglo que vivió nunca cambió sus rutinas. A las tres y media de la mañana don Olimpo estaba en pie cada día para tomar el carro que conducía su hijo rumbo al municipio de Mosquera en donde está la fábrica de Ramo. Su casa siempre fue la misma austera vivienda en el barrio Minuto de Dios que le regaló don Rafael Molano, el dueño de la empresa, como premio a su invento culinario que logró junto a los químicos Pedro Perezón y Álvaro Iregui y que se coló desde entonces en el menú diario de los colombianos. Su pequeña oficina, desde donde vigiló con esmero la transformación de su Chocoramo en un esparcible con el que los Molano quieren competir con la italiana Nutella.
Doscientos cuarenta millones de unidades de Chocoramo se hacen en un año. Una máquina se encarga de bañar de chocolate el ponqué Gala. La tecnología del siglo XXI hace ver la repostería como una tarea demasiado fácil, algo que no ocurría en 1925, cuando a los siete años Olimpo veía a su madre, Evangelina Gómez, trasnochar para tener listas las dos docenas de mantecadas que vendía en la panadería que tenía en Jericó, el pueblito ubicado a 3.100 metros en las montañas de Boyacá. Viéndola trabajar pudo desentrañar los misterios de la repostería y acaso fue allí en donde aprendió la misteriosa fórmula con la que un frágil pedazo de torta podía resistir el baño de chocolate caliente.
Duró veinte años confinado en las cocinas, amasando y destazando tortas, merengones y milhojas. Con la explosión de la segunda guerra mundial empezaron a llegar pasteleros de Alemania, Italia y Francia. De ellos aprendió los secretos que lo transformarían en la década del setenta en uno de los cocineros más importantes y reconocidos de Colombia. Pero de esto todavía le quedaba recorrer un buen trecho. El 9 de abril de 1948 era la fecha en la que Olimpo creyó que su vida le daría un vuelco por cuenta de un trabajo que don Rafael Molano , quien era directivo de Bavaria, le iba a ofrecer. Desde la una y media de la tarde, el centro de Bogotá se había convertido en un escenario de guerra a raíz del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán. Impotente, Olimpo tuvo que resignarse a ver como un incendio de furia cambiaba para siempre el centro de Bogotá con lo cual la cita quedaría pospuesta veinte años.
En 1968, con cincuenta años a cuestas y una experiencia reputada en los restaurantes Palace, Alférez Real y El Planeta, que figuraban entre los más reconocidos de la ciudad, Olimpo se reencontró con Rafael Molano quien, sin dudarlo, le ofreció entrar a la amplia nómina de Ramo, una empresa que había fundado en 1950.
Fue don Olimpo quien se ingenió la receta del bizcocho Ramo cubierto de chocolate que cinco años después, por iniciativa de Rafael Molano jr, lo pusieron en el mercado con el nombre de Chocoramo. Su larga esbeltez y su bigote completaron la imagen que se volvió famosa en televisión en el programa de Gloria Valencia de Castaño Feliz cumpleaños amiguitos en el que Olimpo Lopez aparecía como el chef. En 1988, cuando Bogotá cumplió 450 años, Olimpo hizo un inmenso ponqué para los 35 mil capitalinos que se dieron cita en la media-torta. A finales de los ochenta la creatividad de López, lejos de apagarse, se encendía aún más creando los postres gansito y las galletas lecheritas.
La fórmula de Chocoramo es el secreto mejor guardado de la empresa. Dicen que esta reposa en una caja de seguridad en Estados Unidos. No es para menos, Chocoramo da el sesenta por ciento de las ventas de Ponqué Ramo. Ese fue el gran legado que le dejó Olimpo López a su empresa y a Colombia.