Hace mucho rato no hay domingos soleados en Bogotá, es como si una nube se hubiera estacionado sobre la sabana. El de este 19 de junio no fue la excepción. Sobre el Movistar Arena las primeras gotas cayeron sobre las tres de la tarde. A esa hora ya empezaban a apostarse los primeros simpatizantes de Gustavo Petro. Tenían algo en común: ninguno pasaba los 25 años. Adentro ya sonaban las canciones de Pernett y Choquibtown.
Las gradas estaban vacías. Los periodistas apostados en sus puestos, presos en un lugar estrecho y el VIP petrista aparte, esperando a las primeras personalidades que llegaron: Álvaro Leyva, conservador de partido comprometido con los procesos de paz fue de los primeros en apoyar al candidato del Pacto Histórico; María José Pizarro, la hija del comandante máximo del M-19, el movimiento por el que Gustavo Petro, a sus 21 años, dejó todo por irse a enlistarse en sus filas; Iván Cepeda, gran batallador político desde el polo y tanbiem por su vida combartiendo un cáncer recurrente desde 2017 fue el primero en abandonar el VIP para acercarse a la prensa.
Otro que no se resistió estar aislado fue Roy Barreras. Vestido como si fuera un humilde padre de familia yendo a recoger las notas de su hijo. Los ojos vidriosos reflejaron, a las 4: 50 y con el 75% de las mesas escrutadas, la emoción que le daba la victoria inminente. Este periodista no se resistió y se acercó a Barreras y lo interpeló: "Roy, ganaron a pesar de usted". Jamás creí que Roy se descompusiera pero, en su momento de gloria, no quería que ningún impertinente le recordara que en la ultima semana, los videos difundidos por la Revista de Vicky Dávila, en la que mostraban la peor cara del camaleón político más impresionante de la Historia de este país, habían hecho que su jefe político lo guardara en una caja de naftalina. Pero ahí estaba victorioso, como lo había hecho con Uribe en el 2002, invicto y seguro en el palo que se había trepado.
A esa hora los medios anunciamos lo que era oficial: Gustavo Petro Urrego se convertía en el primer guerrillero de izquierda en ser presidente de este país. Ya lo había intentado en 2010, cuando quedó por detrás de Juan Manuel Santos, candidato de Uribe y de Antanas Mockus y su ola verde, en el 2012 se lanzó con éxito a la alcaldía. En 2018 fue el primer candidato de izquierda en pasar a segunda vuelta y sacar ocho millones y medio de votos. Cuatro años después, captó un inconformismo contra el uribismo, encarnado en Iván Duque, y un gobierno que sacó durante todo el 2019 y 2020, a pesar de la pandemia, a un pueblo enfurecido. Ese pueblo salió a votar masivamente y con mas de 11 millones de votos lo convirtió en presidente.
Por 724 mil votos se imponía a Rodolfo Hernández, el ingeniero bumangués de 77 años al que le costó su decisión de rehuir debates, plazas públicas y decir que lo querían matar e irse a Miami unos días antes de la segunda vuelta. Eso si, la emoción se desbordaba. En la puerta 2 y la puerta 6 del Movistar la multitud quería entrar al coliseo. La presentadora del evento tuvo que pedirle a la Guardia Indígena que reforzara la seguridad la gente se quería meter como fuera. La lluvia, lejos de apaciguar la alegría, inflamaba mas los ánimos. A las 6:11 de la tarde Petro llegaba al Movistar, minutos más tarde, a la 6:19, se habilitaron las puertas de acceso 2 y 6 del coloso para que entraran colectivos Lgbtiq.
Eso si, cuando anunciaron que llegó Francia Márquez al recinto el griterío fue absoluto. Desde la consulta el 13 de marzo, logrando 700 mil votos, esta niña que salvó a un río se convirtió en un fenómeno. La primera mujer afro en ser vicepresidenta es ya un símbolo de una campaña que buscaba a veces infructuosamente despegarse de figuras tan cuestionadas como Roy y Benedetti.
Adentro del Movistar había gente llorando. Mujeres de veinte años y ancianos de 90. La alegría no explotaba aún, se contenía, se tenía demasiada cercanía para entender lo que pasaba y para entender siempre hay que tener distancia. Mafe Carrascal se paseaba de lado a lado tomándose fotos con sus fans. Hace un año la influencer verde, abjuraba del petrismo y ahora sintió el triunfo con mas algarabía que la propia electa vicepresidenta.
Las gradas llenas gritaban " Si se pudo" a las 6:39 se leía el boletín numero 30 con el 99.9% decía que 11.277.960 colombianos le apostaron a Petro. Terminaba por fin una campaña de dos candidatos cansados que tenían como principal cualidad no formar parte de los clanes o familias políticas tradicionales.
A las 7:15 de la noche Petro seguía caminando a paso lento hasta la tarima del Movistar. Fiel a su estilo se dejaba desear. Los límites puestos por la misma organización del Pacto Histórico se derrumbaban. Hasta a un periodista como yo lo dejaron pasar. Acosado, desde el celular, espero al lado de Juan Fernando Cristo y un Cesar Pachón exultante, parado en una silla, por la primera alocución presidencial. Cristo no celebraba. Permanecía adusto al lado de Guillermo Rivera esperando por el nuevo presidente. Mientras tanto, victorioso, Gustavo Bolívar caminaba por entre una fanaticada que lo adoraba como a una estrella de rock.
Roy Barreras a las 7:26 de la noche se había escondido detrás del escenario, hasta allá lo fue a buscar Ariel Ávila, quien en estos últimos días demostró tener una capacidad de trabajo única, lo abrazó y se hablaron al oído, acaso sobre los rumores que afirmaban que los simpatizantes de Petro querían entrar como fuera al recinto. Era tanta la gente que incluso decían que Petro se iría a la Plaza de Bolívar a hacer una alocución.
He estado en este lugar muchas veces. La última viendo a Rubén Blades, jamás había escuchado esto por los grandes ídolos del Pop pero lo de Francia fue una locura. Entró primero que Petro, se nota que el recién elegido presidente está escuchando consejos y contrario a lo que pasó hace cuatro años le dio el protagonismo a su vice.
En la tarima, al lado de Francia, estaba Sofía Petro, vestida de camiseta roja y un pantalón negro que tenía una guacamaya grabada en hilo en su muslo. Francia no puede hablar, la emoción de las ya diez mil personas que la acompañaban no la dejaban mencionar palabra alguna.
Alejandro Gaviria, despelucado y hablando con un entusiasta admirador sobre Solaris, la obra cumbre de Stanilaw Lem, se sentó a hacer algo en lo que parece muy incomodo, la política. Y entonces Petro salió, acompañado de sus dos hijas y de Verónica Alcocer y lanzó su encendido discurso prometiendo que no habrá venganza pero nadie lo escuchó, estaban demasiado felices para entender razones.