En mi niñez, no conocía en lo más mínimo las dinámicas electorales, políticas y económicas del país. Como cualquier pequeño me la pasaba jugando en las calles del barrio santa fe en el centro de la ciudad de Bogotá.
Llegué al mundo de la política cuando arribé a grado décimo —curso en el cual se empezaba a dictar economía y política—. Rápidamente, en compañía de la precaria situación económica que estaba viviendo, me di cuenta de lo importante que era la política en el país y más aún el cambio urgente que ha necesitado y que sigue necesitando.
Lo que mucha gente no entiende es que, en mayor o en menor medida, la política afecta a todos y a cada uno de los habitantes de la nación, por lo que su papel o su pensamiento frente a este tema es de nula importancia, siendo una de las razones por las cuales hay un alto grado de abstinencia a la hora de ir a las urnas.
Otro motivo que veo de mayor relevancia en este aspecto es la confianza o el enraizamiento que tiene el pueblo respecto a las instituciones políticas y estatales, pues si solamente se mira el escenario político del país desde la muerte de Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948, se entenderá rápidamente el pesimismo y el malestar general que hay en la mayoría de la población colombiana, convirtiéndola, a mi modo de ver, en la razón de mayor peso para justificar el alto grado de abstinencia.
Poco a poco, conforme ha ido transcurriendo el tiempo, he entendido en la grave situación en la que está el país. Pobreza, desigualdad, discriminación, ignorancia, fanatismo, etc., hacen parte del panorama nacional desde la colonialidad y en el cual erróneamente se ha pensado que una nueva constitución o cambiarle el nombre al país, sería una verdadera transformación.
Ese tema de que el colombiano es alguien aguerrido y luchador, solo se ve en el ámbito personal en la medida en la que se trata de salir adelante como sea en medio de esta situación, ya sea mediante un emprendimiento ingenioso o lavando platos en un restaurante. Ahora bien, en el ámbito colectivo, esto de plano no existe, siempre se ha vivido con profundas divisiones que no han hecho más que quitarle progreso, respeto y unidad al país.
Desde el asesinato de Gaitán, empezaron a salir algunas personalidades que sin duda alguna hubieran representado un inevitable cambio para el país, como es el caso de Luis Carlos Galán, Carlos Pizarro, Jaime Garzón y los representantes de la Unión Patriótica en cabeza de Jaime Pardo Leal. Digo hubieran porque, como lo dictan los fríos y escalofriantes sucesos históricos, también fueron asesinados cuando empezaban a representar una gran amenaza para las elites políticas y económicas del país.
Sin embargo, hay alguien que todavía vive y que sin duda representa un inminente cambio para el país, su nombre es Gustavo Petro.
Petro es una persona a la cual le he seguido el paso muy de cerca y, si bien ha cometido errores como en cualquier carrera política, tiene algo invaluable: seguir con sus convicciones intactas y con el amor a su patria. Es alguien que entiende completamente el panorama nacional y no solo eso, sino que además sabe cómo solucionar las problemáticas actuales, como el cambio climático mediante la transición hacia las energías renovables, la desigualdad mediante la gratuidad de la educación y la derogación de la ley 100, etc.
Hay quienes lo excluyen de consultas “alternativas”, calumniando a Petro con su discurso de “no polaricen”, cuando se sabe que ellos son los que dividen y no aceptan la unión nacional que tanto ha propuesto Petro para derrocar a la derecha que nos ha gobernado desde finales del siglo XX.
Es tan bajo el nivel que tiene el debate nacional sobre lo que es Gustavo Petro, que siempre lo asocian al comunismo y al socialismo, cosa que denota la profunda ignorancia que sigue incrustada en las bases de la sociedad colombiana. Petro siempre ha hablado de transformar el capitalismo salvaje al que nos ha llevado la política neoliberal de la extrema derecha colombiana, jamás ha propuesto transiciones socialistas y mucho menos comunistas.
Es evidente que al representar un inminente cambio se representa también un riesgo, el cual pareciera que mucha gente no está dispuesta a tomar, simplemente por un conformismo y una ignorancia que está en el ADN de muchos colombianos, así como el hecho de seguir votando por quienes les roban para volver a hacerse elegir posteriormente, entrando así, en un círculo vicioso.
Un día cualquiera, me encontraba escuchando un audiolibro de la traducción en español de Be Fearless: 5 Principles for a Life of Breakthroughs and Purpose de la presidenta de la junta de National Geographic y directora ejecutiva de Case Impact Network, Jean Case. En dicho libro, Case hace énfasis en el riesgo como factor de un cambio que evidentemente puede ser para bien o para mal, lo cierto es que, generalmente, cuando hay una buena proyección, los resultados serán mayormente positivos que negativos, ganando confianza y valentía por la senda de dicho cambio, pero lo que es mejor es que ese riesgo puede representar en justas medidas, una mejoría exponencial de alguna situación en específico.
Case postula algunos ejemplos recientes y otros no tanto. Uno de estos ejemplos fue el de Elon Musk, el cual apostó a una compañía privada de vuelos espaciales e interplanetarios, llamado SpaceX. Este proyecto le ha traído excelentes resultados, pues se ha vuelto el segundo hombre más rico del mundo, claro está, luego de asumir múltiples riesgos. Ahora el otro riesgo que está dispuesto a tomar Elon Musk, es la inversión multimillonaria para financiar el proyecto marte, en el cual se busca que personas del común puedan viajar al planeta rojo hacia 2030.
Ahora bien, para tomar una ejemplificación en el ámbito macro/publico, Case menciona al expresidente de EE. UU., John F. Kennedy, el cual asumió el riesgo de prometer al pueblo americano que en la década de los 60´s ya la NASA tendría lista el proyecto apolo 11. Esto sin duda tenía una viabilidad neutra, por lo que no era tan seguro que fuera a ser exitoso. Sin embargo, esto constituyo la primera vez que el hombre pisó la luna, ejecutando una acción antológica sin lugar a dudas.
Esto es lo que se esperaría en Colombia, que no se extienda el tiempo para un cambio que pasará tarde o temprano, pero que sin duda nos evitará más catástrofes de las que hemos pasado durante todos estos años. Nadie asegura que Petro lo vaya a hacer excelente, pero al representar un riesgo considerablemente calculado, es más lo que podemos ganar que lo que podemos perder, teniendo en cuenta la devastadora pandemia y el pésimo gobierno para gestionarla que hemos tenido que sufrir.
Si realmente se quiere un cambio en este país, se necesitan dos cosas. En primer lugar, se debe renovar el Congreso, cumpliendo la propuesta del representante a la Cámara, David Racero, por la cual se busca que por lo menos 55 senadores y 86 representantes a la cámara sean alternativos y así poder obtener mayorías en el congreso.
Por último, necesitamos elegir a un presidente que represente el cambio junto a la rama ejecutiva y legislativa en el 2022, es decir, elegir a Gustavo Petro, quien es el único que, actualmente, representa el verdadero cambio.
Entre tanta confusión y negatividad, lo único que no se puede perder es la confianza y la perseverancia para lograr un verdadero cambio que nos ayude a progresar como país, quitándonos de encima la elite política que nos ha torturado desde décadas. Tengo esperanza de que con Petro de presidente pueda ver en mi juventud el comienzo del cambio en el pensar, en el accionar y en el ejecutar desde el gobierno hasta el ciudadano del común, para empezar a aportar cuando sea una persona más estudiada y me gane la confianza de mis futuros electores, porque para allá vamos.
