Gustavo Petro afrontaba las elecciones regionales de este 29 de octubre con dos posibles escenarios sobre la mesa: si le iría mal o muy mal. Finalmente ha sido el segundo el que se ha abierto paso, confirmando el hundimiento de su imagen y de la herramienta política con que accedió a la presidencia de Colombia el año pasado, el Pacto Histórico.
El pésimo resultado de los candidatos petristas y la extraordinaria diferencia con que han vencido numerosos candidatos de la centro derecha por todo el país colocan al presidente y a su coalición en una situación crítica.
En Estados Unidos se utiliza la expresión lame duck (pato rengo o pato cojo) para referirse a los presidentes sin posibilidad de reelección. Quedan muy debilitados en esos tramos finales del mandato, sin legitimidad para tomar grandes decisiones y perdiendo cada vez más influencia social y política.
Todo el mundo está pensando ya en quién será el siguiente y poco toman en cuenta a quien todavía continúa en el cargo. Es la situación en que prematuramente ha quedado Petro, y no tanto ya por la imposibilidad legal de volver a presentarse en 2026 como por la imposibilidad material de ejercer hasta entonces un liderazgo sólido y de armar una opción continuista para esa cita.
Todos los que hemos podido participar en esta campaña hemos comprobado de primera mano lo ‘tóxico’ que resulta Petro. Su popularidad ha caído más de 30 puntos en un año, arrastrada por la parálisis de su agenda de gobierno, los escándalos en torno a la financiación de su campaña, los continuos cambios de ministros, sus devaneos sectarios y la incapacidad, en definitiva, de satisfacer la demanda de cambio que le llevó al poder.
Los colombianos votaron por algo distinto en 2022, no tanto por Petro y su corpus ideológico populista. Es esa coyuntura la que no ha sabido o no ha querido leer, la que ha propiciado su descenso exprés a los infiernos de la política y la que ha arrastrado este 29-O a todos los candidatos que eran percibidos como petristas.
En estas circunstancias, tiene prácticamente imposible cualquier vocación de perpetuarse a través de otra figura, así como de desarrollar una acción política firme en lo que le resta de mandato. No hay más que ver la reacción de su candidato en Bogotá, Gustavo Bolívar, afirmando que habrá que recoger los “pedazos” del Pacto Histórico para tratar de reconstruirlos.
Bolívar es el mejor ejemplo de la debacle del petrismo: incapaz de forzar una segunda vuelta, se vio barrido por Carlos Galán e incluso superado también por Juan Oviedo. Los resultados en las otras grandes ciudades de Colombia -Medellín, Cali, Barranquilla, Cartagena- y en la mayoría de departamentos han sido similares.
Solo hay que conocer un poco la historia para saber que ahora viene un proceso de búsqueda de culpables en el Pacto Histórico, con Petro en todas las dianas, y que las réplicas de este terremoto seguirán sintiéndose largo tiempo. Apenas 15 meses después de tomar posesión, el presidente actual es ya un ‘pato cojo’ y la pregunta que todo el mundo comienza a hacerse es quién será el candidato de la centro derecha que le sucederá en 2026.
*Periodista español y analista político internacional