No es el mejor momento para ser tibios. Es más, lo diré desde ahora: mi voto tiene nombre y será el mismo por el que voté en el 2018, Gustavo Petro. Sarmiento Angulo y sus dos empleados, Álvaro Uribe e Iván Duque, en su afán por acabar con la clase media, no nos dejan otra alternativa. Son los banqueros o nosotros. Es una inmoralidad votar por Fajardo y, leer el entusiasmo que despierta en Daniel Samper Ospina Alejandro Gaviria, me da para bajarle el pulgar al verdadero candidato profesor. Entonces queda Petro, el magistral Petro, el que es capaz de explicar en un hilo en su twitter por qué los tres mandatos de Uribe han servido para potenciar aún más la riqueza de los bancos y empobrecer a los colombianos de a pie. Claro que es un gran intelectual, tiene el país en la cabeza, pero, ¡qué mala persona que es!
Toda la mala leche, la que lo ha terminado alejando de sus amigos más cercanos, se refleja en su red social favorita. No puede ser que no le dé pena destilar su mala leche porque el partido Dignidad, del inmaculado Jorge Enrique Robledo, obtenga la personería jurídica del CNE mientras a él le toque mendigar toldo en la UP porque no le queda de otra ya que, en una medida absolutamente arbitraria e injusta, el mismo Consejo Nacional Electoral le hubiera cerrado las puertas a su Colombia Humana. Sin necesidad Petro metió estos dos trinos:
Sus Levys –nombre técnico con el que se conoce a sus barras bravas- están felices en esta tarde de miércoles mandándole sus más recalcitrantes madrazos a uno de los pocos baluartes morales que tiene la izquierda colombiana. Obviamente acusan a Robledo de querer dividir, lo señalan, como los seguidores de Stalin hicieron con Trosky, de traidor a la causa, de agente infiltrado del uribismo. La calumnia es uno de los credos a los que se aferran los millones de fieles que tienen las iglesias petristas y uribistas en redes sociales. No es la primera vez que Petro pela el cobre.
Sí, vamos a votar por Petro a sabiendas de su machismo. Con el prontuario que exhiben tantos precandidatos del Centro Democrático, que Petro y sus Levys sean machistas parece un delito menor. Ya saben, en esta democracia de mierda toca votar por el menos peor. Pero, ya entrado en gastos, hurguemos en la herida pues. En la noche del domingo 17 de junio del 2018 Gustavo Petro reconoció la derrota con el candidato uribista. Ángela María Robledo realizó un trabajo de obrera durante los meses en los que fue su fiel candidata a la vicepresidencia. Petro, sumergido en lo que parece ser un principio de autismo, olvidó darle las gracias a la dirigente quien tuvo que pasar por la pena de decirle “quihubo Gustavo, ¿no me vas a dar las gracias?” y él pues tuvo que tomar el micrófono y reconocer, a regañadientes, su error deliberado. Meses después entró en conflicto con la abogada cucuteña Maria Mercedes Maldonado Copello, baluarte del petrismo y eficiente y leal secretaria de hábitat y planeación mientras Petro fue alcalde. El vergonzoso respaldo de Petro a Hollman Morris en las elecciones a la alcaldía del 19 la hizo abjurar de la Colombia Humana. Obviamente Robledo y Maldonado han sido víctimas de los furiosos Levys quienes no bajan de feminazis a las dos valiosas políticas. La basura petristas le ha salpicado también a Francia Márquez quien cometió el pecado imperdonable de establecer alianza con Ángela María.
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Los senadores son pragmáticos, si una nulidad como Hollman sacó 400.000 votos en Bogotá ¿Cuánto podrá sacar Barreras en Bogotá y Armandito a la alcaldía de Barranquilla?
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Es un caudillo. Una fuente le reveló en su momento a La Silla Vacía “Tiene una visión de la política que le permite borrar las humanidades. Trabaja en política, no en hacer relaciones humanas. Él no tiene amigos”. Y miren, por eso sus aliados más cercanos en este momento, Gustavo Bolívar y los impresentables Roy y Benedetti llegaron hace poco. Por cierto, qué peligro estos dos últimos. Los senadores son pragmáticos, si una nulidad como Hollman sacó 400 mil votos en Bogotá ¿Cuánto podrá sacar Barreras en Bogotá y Armandito a la alcaldía de Barranquilla?
Son muchos los amigos que se le han quedado a la vera del camino a Petro. Daniel García-Peña, su jefe de campaña en las elecciones presidenciales del 2010, renunció en plena alcaldía, en el 2012, en una carta que decía en uno de sus apartes: “Un déspota de izquierda, por ser de izquierda, no deja de ser déspota”. Su compañero del M-19, Antonio Navarro Wolf, renunció tres meses después de ser nombrado su Secretario de Gobierno en la alcaldía alegando “motivos personales”. Carlos Vicente de Roux y Jorge Rojas también se suman a la larguísima lista de amigos a los que Petro terminó desilusionando.
Sabiendo lo anterior reafirmo mi intención de votar por Petro, no me queda de otra. Pero fanático no soy. No pertenezco a ninguna iglesia. Sé de sus defectos. Pero, como perteneciente a la clase trabajadora –la clase media en Colombia es una entelequia, si me echan de mi trabajo volveré a ser un pobre, no tengo renta- votaré por el que le convenga a mis intereses. Y el hecho de que Petro no esté en la nómina de Sarmiento Angulo lo hacen superior a cualquier de los muñecos que saque Uribe.
