Gustavo Petro me ayudó a salir de las drogas

Gustavo Petro me ayudó a salir de las drogas

En el libro 'Un día antes', un hombre cuenta que durante 15 años estuvo sumido en las drogas. En 2016, el hogar de paso Bakatá, iniciativa de Petro, fue salvavidas

Por: Víctor Manual Perdomo Pérez
mayo 31, 2022
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Gustavo Petro me ayudó a salir de las drogas
Foto: Cortesía

Una referencia a la toma de la Calle Bronx

Considero que ya va llegando el día en que se dé a conocer el testimonio de la oscura vida de un hombre que durante aproximadamente 15 años estuvo en medio del mundo más bajo de las calles de la Capital de la República de Colombia y en el que su lugar de mayores tinieblas fue la denominada calle del Bronx en Bogotá D.C.

Fui afectado en mi salud física y mental en las travesías por las ollas del Barrio Las Cruces, del Barrio san Bernardo más conocido con EL SAMBER y finalmente en las de El Bronx, pero aún puedo escribir y llevo una vida funcional como contador. Gracias a la Providencia y a las políticas sociales de la administración Petro y Peñalosa pude salir.

 

29 de enero de 1980

Llegué a Bogotá desde Teruel, Huila, el 29 de enero de 1980 donde me enganché a las drogas y fui tratándolas más a fondo desde el 2001, año en que empezó mi verdadero infierno. La palabra 'masoquismo' se queda corta en su acepción para el suplicio propio de esa desenfrenada vida -vidorria-, en medio de la prostitución, el crimen y el consumo sin control de estupefacientes. Las autoridades de acuerdo a la Constitución, son permisivas con el consumo (cada quien se mata como quiere, o "libre derecho a la personalidad"), pero muchas veces facilitan el comercio que es ilegal en las ollas, lugares públicos, parques, porque el soborno compensa unos sueldos bajos y unas necesidades grandes en el gremio de los verdes.

Cuando del Samber paso en forma definitiva a ser habitante de la calle -del Bronx- (quizá fue esto en 2013), empiezo a notar una deficiencia visual producto de cataratas en ambos ojos, que para 2016 se volvieron crónicas, dejándome prácticamente ciego. Descuido. Obviamente esto fue producto de la pérdida de la autoestima que ya empezaba a ser latente en mí: mi salud física ya no era importante,  prevalecía la adicción, abortando en muchas ocasiones los tratamientos médicos como una actitud autodestructiva.

 

Así fue la antesala del 28 de mayo de 2016

Un día antes de la toma del Bronx (el 27 de mayo de 2016), me interné por decisión propia en el Centro de Atención Transitorio (CAT) de la Secretaría Distrital de Integración Social de Bogotá. La noche anterior descansé plácidamente en el hogar de paso Bakatá (que no es el hotel de lujo del mismo nombre), el cual aún atiende unos 200 habitantes de calle por día.

Fue inaugurado de forma personal por Gustavo Petro Urrego, alcalde de Bogotá, quien en su paso por la alcaldía se destacó por ser el gran protector de la clase más vulnerable del Distrito, reuniéndose con los habitantes de calle en no pocas ocasiones y conocer más a fondo su problemática social; a Gustavo, esta columna, pues le estoy y le estaré altamente agradecido por mi recuperación total, gracias a sus programas de salud física y mental con los cuales fui recuperado, no teniendo otra posibilidad de tratamiento por mis medios.

Fui atendido por los mejores institutos oftalmológicos del Distrito; también en el Hospital Centro Oriente, el Hospital de Engativá y finalmente en el Hospital de Suba, donde me fue practicada la cirugía que me devolvió la vista en ambos ojos; y con un esfuerzo de año y varios tratamientos, me recuperé de mi adicción a las drogas.

 

La primera noche en el CAT

La noche de mi primer día en el CAT fue muy plácida después de haber estado muchos días y noches, al sol y al agua, en las calles de Bogotá y en la incertidumbre de si amanecería vivo en las del Bronx. Mi decadencia era tal que pasé de ser contador auxiliar del Ministerio de Hacienda, a pernoctar bajo máquinas tragamonedas, de las que también me hice adicto. Perseguía un premio real de Póker, que me gané en varias ocasiones con la suerte del principiante y bajo el influjo negativo que yacía en este lugar.

La Real por la 10, me dio un premio de $50.000 pesos (una fortuna para un adicto), que utilizaba para hacer fiesta durante al menos 12 horas, en donde podía comer un combinado de drogas de $1500 pesos y una porción de "ponqué" -no muy ácido- de $200, entregado en papel periódico previamente extraído de la basura y entregado a los caseteros por los recicladores adictos del Bronx, quienes al igual que yo, pasaban la noche en las mismas condiciones. De pronto compraba una cerveza o una gaseosa y esa era mi forma de paliar el hambre. La suma también me servía para tener varios ratos de intimidad con prostitutas adictas, pagando lo que llaman, “un parche de $2000”, que quiere decir: una habitación descuidada, con una cama sucia a medio tender y consumiendo unas cuantas bichas (bazuco) o bolsas de “Gancho Mosco” que era la base de mi preferencia como de la gran mayoría. Mosco, era el cartel que había desplazado a “Homero”, el proveedor de consumo generalizado (y otros como Manguera, América, Escalera y Nacional, por citar solo algunos).

Esto fue un par de años antes de una guerra interna entre carteles, que llevaría a complejizar el estado de las cosas.

Para estas ‘amigas’ el pago consistía en un efectivo de 2.000o 3.000 pesos y el consumo por igual de un par de bolsas, nada más. Esta política social debe extenderse si somos humanos, llegue quien llegue a la Presidencia.

Un día antes (como muy seguramente será el título del libro testimonial que estoy escribiendo) me protegí en el CAT al haber tomado la decisión definitiva de realizar el proceso de rehabilitación que logré en un lapso de 23 meses, terminando el primero de mayo de 2018, con una recuperación sentida y vivida, 3 meses antes, donde bajo permisos estrictos empecé a laborar inicialmente como entrenador en la Escuela de Fútbol S. S. COLONIA F.C., de mi amigo y casi un hermano, Helmer Antonio Silva, quien también como subdirector de Control Interno de la Agencia Nacional del Espectro del MinTIC, fue quien me dio todo su apoyo para empezar de nuevo. Así volví a hacer los primeros pinitos de la retoma de mi ejercicio como contador público titulado (me gradué en La Salle en 1997), profesión que obviamente había tirado a la basura de La Calle del Bronx por unas cuantas papeletas de bazuco.

El 28 de mayo de 2016, mi despertar en el CAT fue alertado y acelerado a las cinco de la mañana, con la llegada masiva de por lo menos 500 ciudadanos habitantes de calle provenientes del Bronx tras la toma bien conocida y sorpresiva por parte de las autoridades. Sonará algo fascista, pero estoy muy agradecido de que ese evento haya ocurrido, porque también coadyuvó para que no tuviera ningún tipo de ansias de volver al infierno. La Biblia tiene un aforismo que dice: “volverás como el perro al vómito”, y esa es la maldición del adicto.

La Providencia me tenía protegido en el lugar en donde debía seguir para recuperarme totalmente y hoy en día estar ejerciendo de nuevo y a plenitud mi profesión.

La convivencia ese día fue tensa por el hacinamiento. En el transcurso de esa misma fecha por lo menos el 80% de ellos decidieron volver a la calle. ¿Impresionante, no? El habitante de calle está tan acostumbrado a tener por techo el cielo y por paredes los cerros, que ya que no consiente ni resiste el encierro; no admite disciplina, ni órdenes que coartan su libertad.

Colofón: Creo que no está bien que haya promoción de las drogas blandas en un país cuya salud mental es frágil. Según el Dane, más del 50% de nuestros hogares son disfuncionales (muchos serán funcionales en lo económico, pero no en lo afectivo). Somos analfabetas emocionales y estamos sumidos en una cultura autolesiva, con un cultivo de actitudes autodestructivas.

Tomar la droga y hacer de ella una religión o promocionarla como una moda, deja ver lo imbéciles que podemos llegar a ser, y lo faltos de empatía hacia nuestros semejantes. La droga debe ser legalizada para acabar con el negocio que representa (si se legaliza, bajan los precios y se arruinan las empresas que las producen), pero necesitamos una reeducación para saberlas diferenciar. Sí, hay diferencia entre recreación, espiritualidad y adicción.

No es conveniente en este medio -que es frágil- tenerlas para el autoconocimiento o la diversión, cuando hay otras maneras. Pero esto suena a moralización, cada quien verá qué hace.

P.D: Estos son algunos apartes del libro que estoy terminando de escribir sobre mi testimonio de vida: Un día antes

 

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