Colombia está ad portas de elegir nuevo presidente, como lo lleva haciendo sin interrupción desde 1958 cuando se pactó el Frente Nacional que refrendó el plebiscito del 57 y acordó cómo la élite bipartidista, clasista y excluyente se repartiría el poder político y burocrático del Estado alternadamente cada cuatro años entre liberales y conservadores, dejando por fuera a quienes no pertenecieran a su clase o a uno de sus partidos políticos. Eso quiere decir que en los últimos setenta años solo han gobernado liberales y conservadores.
Han pasado setenta años desde que la oligarquía bipartidista lanzó irresponsablemente al país a una vorágine de violencia aquel 9 de abril de 1948, tras haber instigado desde su postura más reaccionaria el crimen de Jorge Eliécer Gaitán, histórico líder popular y de masas, demostrando con ello su aporofobia, el odio clasista por los más pobres.
Crimen político que llevó a que se exterminaran absurda y horrendamente liberales y conservadores de base por una bandera partidista, dando origen a lo que se conoce como la "Violencia" o guerra civil no declarada en que se convirtió aquel sangriento enfrentamiento fratricida entre colombianos. Ese odio a los pobres y entre ellos mismos se transformó en una larga confrontación armada que parece no tener fin.
Cuando tomaron conciencia de la vorágine que consumía al país y sus gentes decidieron apagar el incendio que habían provocado y para controlarlo se inventaron un pacto de élites que les permitiera conservar el poder y modernizar la democracia más antigua del continente. Ese pacto lo armaron en 1957 y lo llamaron Frente Nacional, y consistió en que los dos partidos se turnarían y repartirían el poder presidencial y los cargos burocráticos durante dieciséis años así: Alberto Lleras Camargo, liberal (1958-1962); Guillermo León Valencia, conservador (1962-1966); Carlos Lleras Restrepo, liberal (1966-1970); Misael Pastrana, conservador (1970-1974).
Sus descendientes o delfines de la política, hijos de presidentes y políticos que heredaron el poder, siguen gobernando y aspiran seguir haciéndolo, si no los vence esta vez la ola de cambio que crece cada día y tiene la opción de elegir libre y conscientemente el primer presidente no bipartidista, Gustavo Petro de Colombia Humana.
Sin embargo, la violencia en Colombia aún no ha sido superada, como tampoco sus orígenes y causas, por más que el presidente Juan Manuel Santos, delfín de la oligarquía, haya firmado un acuerdo de paz y desarmado a las Farc, y se haya dedicado al final de su mandato a viajar por el mundo y los grandes foros internacionales diciendo que entrega un país sin violencia y sin Farc, cuando lo que está haciendo es acabando de entregar la soberanía y comprometiendo la nación con tratados y convenios internacionales, como el ingreso a la Organización para el Tratado del Atlántico Norte (Otan), un bloque militar que busca ejércitos mercenarios para que pelee sus guerras de conquista en el mundo; y el ingreso al club de los países ricos como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde), que primero debieron ser refrendados en una consulta al pueblo.
No le sirvió de nada el premio Nobel de la Paz que le otorgaron en Noruega, ni la diplomacia al actual presidente Santos para impedir el asesinato de los más de doscientos líderes sociales y ex guerrilleros durante los dos últimos años, ni tampoco para rechazar la abierta injerencia gringa en los asuntos internos, pidiendo en extradición tras un montaje burdo, a los jefes de las Farc con los cuales pactó un acuerdo de paz.
El país tiene grandes problemas por resolver, como la extensa y extrema pobreza, la violencia y los brotes de guerra que cobra vidas diariamente, el desempleo galopante, la precariedad y mala calidad en la salud, el problema agrario y el desplazamiento de millones de familias, la hambruna en ciudades y regiones remotas que cobra miles de vidas de niños y adultos, la falta de oferta de estudio y empleo para millones de jóvenes, el acelerado deterioro ambiental y la economía extractivista, el cáncer de la corrupción que se roba los dineros públicos, y así una larga lista de problemas que no han sido resueltos, vienen de atrás y tienen como responsable principal a la élite bipartidista que ha gobernado.
Tampoco es cierto que Colombia se debate en una sola disyuntiva como la de guerra o paz, aunque es una de las más importantes de la coyuntura que atraviesa el país. También se debate entre corrupción o restauración moral, continuismo o cambio, bipartidismo obsoleto o renovación democrática, Colombia Humana o inhumana, política para la vida o para la muerte, sociedad de derechos y libertades o de retrocesos y autoritarismo.
Algunas de estas disyuntivas se definirán en esta segunda vuelta electoral. Ya están definidas las dos fuerzas que se enfrentarán. Del lado del decadente bipartidismo liberal-conservador, la vieja política responsable del estado actual de cosas y de los grandes problemas del país, se encuentran atrincherados en la caverna Duque-Uribista quienes espantados por la idea del cambio y la Colombia Humana, han usado el poder del Estado para su bienestar y beneficio exclusivo.
Este bloque lo dirigen los últimos jefes del obsoleto sistema bipartidista, que hoy se viste con diferentes ropajes. El Centro Democrático que fundó el en sus inicios liberal Álvaro Uribe, buscando librarse de la crisis que hoy los tiene con pánico estrés, y que lo llevó al poder presidencial por 8 años; el partido de la U que creó una alianza de liberales con Juan Manuel Santos, descendiente de Eduardo Santos (presidente 1938-1942) para llevarlo al poder los últimos 8 años; Cambio Radical, partido fundado por liberales que fundó Germán Vargas Lleras, aspirante presidencial en primera vuelta, nieto de Carlos Lleras (presidente 1966-1970) y descendiente de Alberto Lleras Camargo (1958-1962); Andrés Pastrana, conservador e hijo de expresidente frentenacionalista Misael Pastrana (1970-1974); César Gaviria, expresidente liberal (1990-1994) que entregó los pocos principios que quedaban de ese partido; Alejandro Ordóñez, el exprocurador que usó más la biblia y el púlpito que la Constitución para ejercer su cargo; Viviane Morales, exsenadora liberal que persigue los derechos y conquistas de diferentes grupos con una biblia mientras en la otra sostiene la Constitución; y así una larga lista de exparamilitares, exfuncionarios condenados y encarcelados.
Del lado del cambio democrático, el progresismo, el humanismo y la esperanza están los Verdes y el Polo Democrático, así como un amplio y creativo movimiento nacional de ciudadanos libres integrado en su mayoría por jóvenes, que han decidido mayoritariamente sumarse a la propuesta de la Colombia Humana que tiene como candidato a Gustavo Petro.
Esa es la gran alianza popular y democrática que ya es cambio en Colombia, y que ganó una gran fuerza con la decisión ética y el voto decidido de reconocidos líderes y lideresas como Claudia López, Antanas Mockus, Ingrid Betancur y un amplio y prominente grupo de influyentes intelectuales, artistas, economistas y personalidades, demostrando la inutilidad e ineficacia del voto en blanco en esta contienda electoral, haciendo que esta ola crezca como un tsunami que barrerá con el continuismo, enterrando el bipartidismo que ha condenado al país y los más pobres a padecer miseria, pobreza, exclusión y violencia a lo largo de estos últimos setenta años.
No se trata de ser triunfalistas, existe el acuerdo, la alianza y el movimiento por el cambio en Colombia, que anuncia mucha unidad y consciencia de lucha para este 17 de junio de 2018, el 2019 o para el 2022.