Apátrida, mal vecino, paranoico, xenofóbico. Esos fueron algunos de los epítetos que le lanzaron al expresidente Álvaro Uribe cuando comenzó a advertir sobre la amenaza castrochavista que se cernía sobre Colombia. Infortunadamente, el exmandatario aró en el desierto pues muy pocas bolas les pararon los colombianos a esos llamados.
Pues el tiempo le ha dado la razón al exmandatario y los colombianos nos hemos venido a percatar desde hace unos meses de que ese peligro es real. Ojalá no sea demasiado tarde.
La amenaza catrochavista en Colombia tiene nombre propio: Gustavo Petro. Desde que llegó a la Presidencia este exguerrillero ha venido aplicando el manual que implementaron en Venezuela primero Hugo Chávez y luego Nicolás Maduro.
El modelo de gobierno que le gusta a Petro es el castrochavista: un estado gigante con un control total sobre la economía y un presidente/emperador que acapare todo el poder. Petro ha tratado de mantener oculto al Napoleón que habita en su interior, pero es tan poderoso ese tirano, que con frecuencia se le sale. Como cuando le dijo al entonces fiscal Barbosa que era su subalterno porque él era el Jefe del Estado. Imagino a Petro soñándose con su coronación en la Iglesia de Lourdes de la mano de Verónica, la Josefina del Sinú.
El modelo de gobierno que le gusta a Petro es el castrochavista: un estado gigante con un control total sobre la economía y un presidente/emperador que acapare todo el poder
Todas las reformas que impulsa el gobierno Petro tienen la misma motivación: ampliar el control estatal y llevar al mínimo la participación del sector privado en los asuntos estatales.
El manejo que Petro le ha dado al tema de la elección del nuevo fiscal ha sido totalmente castrochavista. Ha presionado de una forma grotesca al máximo tribunal de justicia del país, la Corte Suprema, para que elija cuanto antes al sucesor de Barbosa. Y de las amenazas explícitas a los magistrados pasó a la intimidación física.
Porque esos miembros de la supuesta guardia campesina que intentaron tomarse la sede el Palacio de Justicia no lo hicieron de forma espontánea. Lo hicieron por orden de Petro o de algunos de sus lacayos. Poco le importó a Petro que esa agresión le recordara al país el holocausto del Palacio de Justicia de 1985, originado por el M-19, el movimiento del cual emanó el actual Mandatario.
Al presidente también le importa un pito que la Constitución no establece plazo alguno para que la Corte designe al Fiscal. Y que el alto tribunal puede tomarse todo el tiempo que considere necesario para decidir. No, él lo quiere es que elijan rápido para poder tener un fiscal ‘amigo’. Y no solo por razones ideológicas. Petro necesita enderezar varios líos legales, entre ellos el de su hijo Nicolás, antes de que pasen de la Fiscalía a los jueces, porque esos pertenecen a una rama que, de momento, él no controla.
En otro aspecto en el que a Petro se le sale el castrochavista que lo domina es en el afán de debilitar las Fuerzas Militares mientras alimenta el surgimiento de otras fuerzas paramilitares más afines a su visión del Estado y más manipulables. En Venezuela son las milicias bolivarianas y en Colombia la Primera Línea y las guardias campesinas e indígenas.
Este gobierno busca que la guardia indígena trascienda el objeto para el que fue creada, mantener el orden al interior de los resguardos. Y lo que pretende es que sirva de fuerza de choque y de presión mucho más allá de las fronteras de esos resguardos.
Los colombianos vimos con estupor en los noticieros de televisión a los miembros de la guardia indígena perfectamente uniformados, desfilar en una especie de parada militar. Esas imágenes no llegaron a los noticieros fortuitamente. El objetivo al divulgarlas es que la gente se atemorice con esa demostración de fuerza. Y lo lograron.
Napoleón Petro está usando la combinación de todas las fuerzas de lucha para implantar el modelo castrochavista en Colombia
Napoleón Petro está usando la combinación de todas las fuerzas de lucha para implantar el modelo castrochavista en Colombia. Lo está haciendo por las buenas y por las malas. Para reforma el sistema de salud, presenta un proyecto en el Congreso, como debe ser. Pero no se queda esperando a que el Legislativo le aprueba la reforma.
Paralelamente marchita las EPS privadas, dilatándoles las transferencias que debe girarles o negándose a ajustar las UPC, el monto que el Estado le reconoce a esas empresas por cada afiliado que tiene y que es unas de sus principales fuentes de ingresos. El propósito es claro: llevar a la quiebra a las EPS privadas para que sus afiliados tengan que trasladarse a la Nueva EPS, que es la empresa estatal.
Y de paso les quitó el control de esta EPS a las cajas de compensación, que la habían manejado de una forma técnica y eficiente por años y puso al frente de esa empresa a un lacayo suyo que fue un verdadero fiasco cuando actuó como Secretario de Salud en su Alcaldía. Decisión que no es de extrañar porque a Petro no le interesa que los funcionarios sean eficientes sino que sean petristas pura sangre.
El proyecto castrochavista en Colombia avanza de forma lenta pero segura. Por fortuna este país tiene una instititucionalidad mucho más fuerte que la que tenía Venezuela. Y destruirla no le va a quedar tan fácil a Petro como lo tuvo Chávez.
Lo que no significa que no lo pueda lograr.