Antes de perder la cabeza por Petro, Gustavo Bolívar era un hombre feliz. No le daba pena decir que le había dado la plata para vivir 100 vidas sus éxitos televisivos como El capo, Pandilla guerra y paz y, sobre todo, Sin tetas no hay paraíso. Llegó a decir que en Colombia no le quedaban retos entonces, lo que quedaba, era matar ese viejo sueño de conquistar Hollywood. Estaba listo para hacerlo hasta que Petro se le cruzó en el camino.
A mí me caía gordo Gustavo Bolívar. Uno, si tiene una columna, lo mínimo que uno tiene que ofrecerles a sus lectores es honestidad. Compartí muchas críticas de los uribistas a la radicalidad del rey de la narconovela. Pero Bolívar tiene algo que pocos senadores –sobre todo de izquierda- tienen, y es coherencia. Renunciar a una vida de gloria, a su sueldo de 34 milllones de pesos, mantener a Petro durante meses, financiar su campaña, ganarse a un mamón como Bruno Díaz culpándolo de un suicidio, estar a punto de la bancarrota por una idea política, ¿cuántos colombianos podrían arriesgar tanto por una ideología? Bolívar apostó por Petro y le pasó lo que le sucede a todos los que lo rodean, terminó quemado.
La molestia con Petro es evidente. Primero, esperaba que le diera la presidencia del Congreso. Terminó dándosela a Roy Barreras, todo lo que Bolívar odia. Se tragó ese sapo. No le quedó de otra. Lo convencieron como nos convencieron al resto de los que aún tenemos esperanza en Petro: con Roy a la cabeza del Congreso todos los proyectos sociales pasarían. Petro sería la propia aplanadora. Pero nada de esto sucede. César Gaviria, furioso porque no le dieron un ministerio a Simoncito, le saboteó la Reforma Tributaria. Germán Vargas Lleras está a punto de declarar en oposición a Cambio Radical. Para colmo Bolívar nos avisó desde su twitter que, por culpa de la inasistencia de tres senadores del Pacto, entre ellas la mamertísima Maria José Pizarro, el proyecto de la modificación del Servicio Militar Obligatorio, estuvo a punto de hundirse.
___________________________________________________________________________________________
Y Petro sin pasarle al teléfono. Sumido en su habitual mutismo - ¿será una condición médica y no nos avisaron? - Petro no le pasa el celular a nadie
____________________________________________________________________________________________
Y Petro sin pasarle al teléfono. Sumido en su habitual mutismo - ¿será una condición médica y no nos avisaron? - Petro no le pasa el celular a nadie. Por eso es que nada funciona. Todo lo malo que está ocurriendo no es por el modelo, si es de centro izquierda o izquierda radical, sino de pereza, de improvisación, de falta de trabajo y de ridiculez. Como votante y simpatizante de Petro estoy preocupado. Siento una responsabilidad enorme con mis lectores, con mis amigos, con los uribistas a los que convencí que lo mejor era un gobierno para la gente, que ayudara a salvar la brecha entre los inmensamente ricos y los que no tienen nada. Y todos los rumores que salen de Palacio son espeluznantes.
Bolívar sale con el corazón roto, como le pasó a Navarro Wolf, a Daniel García-Peña, a Angela María Robledo, a una lista inmensa que se ha chocado contra esa muralla que es el egocentrismo autista del presidente. Cada trino equivocado, cada exabrupto, cada vergüenza ajena que nos hizo pasar el senador Bolívar está perdonado. Lo hizo detrás de una idea. Ahora deberá rehacer su vida y su fortuna, empezar casi de cero a los 56 años. Le deseamos lo mejor. Ojalá el presidente tuviera el espíritu y el amor por la gente real que profesa Bolívar.