Nadie en su natal Barranquilla pensó que Gustavo Bell iba a aceptar de nuevo una responsabilidad pública. De regreso de La Habana donde estuvo siete años como embajador se dedicó a acompañar a su mamá, quien falleció hace un par de meses, y a retomar su ejercicio académico pasando días en su casa de descanso en El Morro. Entre sus asignaciones pendientes estaba concluir la segunda parte de la historia de la Universidad de Los Andes y sus trabajos sobre el Caribe.
Pero Bell no pudo decirle No al Presidente Santos, quien le pidió tomar las riendas de la negociación con el ELN, tras la renuncia de Juan Camilo Restrepo. Asume el rol en el momento más difícil de los diálogos en Quito cuando se está ad portas de la renovación el cese bilateral del fuego. Su experiencia en La Habana, que le permitió estar al corriente de la negociación desde el primer día, en el que desembarcaron las delegaciones del gobierno y la guerrilla, en medio de la desconfianza total, será uno de los activos importantes en la nueva tarea que le encomendó Santos.